El control jurisdiccional (I): las responsabilidaes penales, disciplinarias y administrativas patrimoniales derivadas del despilfarro en la gestión de los fondos públicos

AutorCarlos Cubillo Rodríguez
Páginas247-273
CAPÍTULO SEXTO.
EL CONTROL JURISDICCIONAL (I): LAS
RESPONSABILIDAES PENALES, DISCIPLINARIAS
Y ADMINISTRATIVAS PATRIMONIALES
DERIVADAS DEL DESPILFARRO EN LA GESTIÓN
DE LOS FONDOS PÚBLICOS
1. “DE RESPONSABILITATE”
1.1. Introducción
Después de casi treinta años de vida profesional dedicado al estudio de
la responsabilidad de las personas en los acontecimientos, he llegado a la
conclusión de que reflexionar sobre la responsabilidad humana es tanto
como bucear en la condición humana.
En realidad se trata de una cuestión íntimamente vinculada a la natura-
leza y conducta de esta especie “sapiens”, que no sabe ser ni convivir si no es
dando o exigiendo una respuesta personal por hacer, pensar y hasta sentir
de una determinada manera.
Por eso tanto el sentimiento interno de responsabilidad como la exigen-
cia de la misma que imponemos a los demás y estos, a su vez, nos imponen,
forman parte inseparable de nuestro equipaje genético y de nuestra forma
de actuar en el escenario de la vida.
Cuando Charles Darwin escribe su obra “El origen del hombre” llega a la
conclusión de que la mayor parte de las cualidades humanas son rasgos que
también tienen los demás animales aunque en algunos casos con menor
intensidad que las personas. La diferencia entre las características humanas
y las del resto de especies es para este autor más cuantitativa que cualitativa.
Sin embargo, reconoce con honradez científica que hay un elemento en
algunas personas que no ha encontrado en el mundo animal: el sentido del
deber, esto es, la responsabilidad. La única especie que tiene algún individuo
capaz de ser el último en abandonar el barco que se hunde, por el mero
hecho de ser el capitán del mismo, sería la humana, en opinión del padre
de la biología moderna.
Carlos Cubillo Rodríguez
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Este componente de responsabilidad que en mayor o menor medida
aparece en cada persona se da con mayor dificultad a nivel social. Es ver-
dad que algunas comunidades han dado ejemplo en la historia de sentido
común y espíritu de sacrificio (la resistencia británica a los bombardeos
alemanes en la Segunda Guerra Mundial, la transición política en España a
partir de 1975, la reconstrucción de muchos países asolados por catástrofes
naturales, etc.). Sin embargo, la Humanidad en su conjunto difícilmente
podría valorarse con un aprobado en “responsabilidad” a la vista de su excesiva
inclinación a resolver sus conflictos con violencia y a maltratar al Planeta con
una despreocupación sorprendente. En este contexto adquiere interés la
reflexión de Yuval Noah Harari cuando considera que “los humanos parecen
ser más irresponsables que nunca. Dioses hechos a sí mismos, con solo las leyes de la
física para acompañarlos, no hemos de dar explicaciones a nadie. En consecuencia,
causamos estragos a nuestros socios animales y al ecosistema que nos rodea, buscan-
do poco más que nuestra propia comodidad y diversión, pero sin encontrar nunca
satisfacción. ¿Hay algo más peligroso que unos dioses insatisfechos e irresponsables
que no saben lo que quieren? (1)
Para conseguir un acercamiento certero al complejo fenómeno de la
responsabilidad del ser humano resulta útil atender por separado a las dos
vertientes de dicho fenómeno, la interna y la externa.
1.2. “De responsabilitate ad intra”
La responsabilidad de las personas es, en primer lugar, un sentimiento
interior, una sensación de ser la causa de algo y, por tanto, de tener que
cargar de alguna forma con sus efectos.
Es verdad que frente a esta concepción de la responsabilidad como algo
siempre gravoso, podría argumentarse que las personas también pueden
sentirse generadoras de algún hecho objetivamente bueno y digno de en-
comio por los demás, por el que merecerían ser premiadas. Sin embargo,
en la cultura occidental, en parte por influencia de la ética greco-latina
con su exaltación de la virtud frente al vicio, y en parte por influencia del
Cristianismo y su concepto de culpa, las personas no se sienten “responsables”
sino “orgullosas” de sus buenas obras y, ahora sí, “responsables” de las malas.
En efecto, la idea de la “moderación” como virtud fundamental susten-
tadora del equilibrio humano se reconoce por Aristóteles y subyace en la
permanente tensión entre lo Apolíneo y lo Dionisiaco que caracteriza las
obras de la tragedia griega (2). Los maestros de la Grecia Clásica, que fueron
seguidos en esto por los grandes filósofos romanos –en particular Cicerón,
Séneca y Marco Aurelio– se emplearon a fondo en dejar claro que tanto si

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