El contrato

AutorAlfredo Ramírez Nárdiz
Páginas49-99
CAPÍTULO SEGUNDO
El Contrato
Necesitaba ese pastel. De vez en cuando, y aunque
los médicos digan que no es una buena decisión,
uno necesita meterse azúcar en vena. Y tú no digas
nada, Winston Churchill, que eres igual de goloso
que yo. O más. Bueno, lo sencillo ya está hecho.
Ponernos en situación. Saber dónde estamos y, más
o menos, hacernos una idea de por qué estamos
donde estamos. El presente, gracias al estúpido
egoísmo miope del capitalismo desenfrenado, es el
tiempo del populismo. De la muerte a cámara lenta
del Estado del bienestar y, con él, de la democracia
liberal. Eso ya lo sabemos. Lo que toca a partir de
este punto es lo que realmente les ha traído aquí
esta tarde ya casi noche: idear una alternativa.
La pregunta que corresponde hacerse antes
de empezar es si tiene algún sentido idear dicha al-
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ternativa. No si se debe. Eso no creo que nadie pue-
da dudarlo. Cuando aquello a lo que te enfrentas,
como nos enfrentamos nosotros en el presente, es
un horror social en el que el mundo se dividirá (se
divide ya) en los ricos que tienen derecho a todo
y los pobres que sólo tienen derecho a morirse sin
molestar, cuando las libertades que hacen asumible
la vida se desvanecen en nombre de las mayorías
frustradas que creyendo rebelarse contra su oscuro
destino lo único que hacen es empeorarlo arroján-
dose en los brazos de los populistas, resulta eviden-
te que es casi un deber moral tratar de idear una
alternativa.
Pero más allá de que se deba, ¿tiene senti-
do hacerlo? Es decir, ¿tendrá esta alternativa alguna
utilidad? Y no me refiero a que sea torpedeaba por
sus adversarios, sino si no irá, por así decirlo, con-
tra el signo de los tiempos y por ello será aplastada
por el devenir de la Historia. Este, les confieso, es el
dilema en el que me encuentro junto con todos los
idealistas que ha habido desde Hegel. El dilema que
tan bien sufrió Marx en sus contradicciones inter-
nas: si la Historia se organiza mediante ciclos de in-
evitable ejecución, ¿qué utilidad tiene que hagamos
Aún estamos a tiempo
Una propuesta para un nuevo contrato social
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nada? Sea cual sea nuestra actitud el ciclo tendrá
lugar y se materializará. Marx decía que el capita-
lismo inevitablemente se hundiría y sería sucedido
por el comunismo. La pregunta inmediata que se
le ha hecho desde entonces siempre ha sido la mis-
ma, ¿entonces qué necesidad hay de la vanguardia
del proletariado, de la revolución y de tantas cosas
como nos dice usted, señor Marx, que los obreros
deben poner en marcha? Si, total, el advenimiento
del comunismo es inevitable hagamos lo que haga-
mos. O sea, no es necesario pedirle al Sol que salga
por las mañanas. Él saldrá se lo pidamos o no. Con
el comunismo lo mismo.
En otras ocasiones defendí ante ustedes que
la Historia se organiza mediante ciclos inevitables.
Lo que ahora empieza es un ciclo conservador y de
reducción de derechos. Sucede a uno liberal y de
ampliación de derechos y será sucedido por uno
igualmente liberal. Si asumimos esto (podemos
perfectamente no hacerlo, por supuesto), ¿qué sen-
tido tiene idear alternativa alguna a la realidad del
presente? La realidad se ejecutará hagamos lo que
hagamos. Es decir, el capitalismo come-hombres y
su consecuencia política, el populista reventador

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