Contextualización de la descentralización de Montevideo

AutorAlicia Veneziano Esperón
Páginas53-59

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Previamente al abordaje del tema que nos ocupa creemos necesario contextualizarlo brevemente en la crisis del Estado que se viene observando desde hace algunas décadas en América Latina. El déficit de legitimidad con que se han reconstruido los sistemas democráticos en este continente, constituye el marco dentro del cual se puede abordar la descentralización como una política específica de la reforma del Estado. La crisis de legitimidad del sistema político en su conjunto -no sólo de representatividad de las élites dirigentes ni del sistema partidario- plantea problemas de eficiencia y legitimidad al Estado78.

En este proceso el Estado se ve cuestionado en su capacidad de implementar políticas públicas y de incorporar ciudadanía mediante mecanismos distributivos pero también a través de mecanismos de representación y participación. Este cuestionamiento proviene, tanto desde sectores que postulan su repliegue en beneficio del mercado, como desde sectores que lo hacen en beneficio de los «movimientos sociales», de los «sectores populares» o del «tercer sector»79en distintas etapas.

Estos planteos se dan en el marco de la globalización de la economía y la formación de bloques políticos y económicos supranacionales, por un lado; y del auge de los localismos, autonomismos y regionalismos y del protagonismo

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de las metrópolis, por otro. El Estado nacional se ve, así, doblemente presionado y los Estados latinoamericanos no son ajenos a esta tendencia.

A esta situación se ha llegado por la ruptura de los modelos económicos, políticos y sociales vigentes hasta los años cincuenta y principios de los sesenta, correspondientes al Estado benefactor. En lo específicamente político, los modelos de democracia que privilegian la representación a través de voto y los actores partidarios, o los modelos que incorporan otros actores bajo una modalidad de tipo corporativo-estatal o populista vinculados al mundo de la producción.

Esta ruptura dio lugar, más allá de los cambios en la economía, a los intentos neoliberales de refundación un orden socio-económico, en la década de los setenta y ochenta, que no han logrado conciliar la reconversión del modelo de acumulación y la reducción del Estado a su versión mínima. En una dimensión propiamente política esto se corresponde con un modelo neoconservador de sociedad, que implica una «democracia mínima» o «poliárquica»80, en los hechos excluyente, y la desarticulación de los actores colectivos tradicionales. Esto, a su vez, le quita legitimidad a los acuerdos consensuados entre élites que sustentaron el modelo estatal y de desarrollo anterior, agudizándose profundamente la escisión, planteada desde los orígenes del Estado liberal, entre Estado y sociedad civil, entre sus instituciones y los ciudadanos, entre representantes y representados. Así, la consecuencia de estos intentos de refundación social, desde el mercado, es la redefinición de los roles y redes de interacción de los actores sociales y políticos. Esto hace visible la insuficiencia en los mecanismos tradicionales de representación política y de intereses.

En síntesis, asistimos a una crisis de múltiples dimensiones: del modelo de acumulación; de representación de los actores del sistema político; de su articulación con la sociedad; de la democracia; de eficacia y eficiencia del Estado que redefine su rol; y de desarticulación y reconstrucción de los actores sociales.

1. A nivel de los gobiernos locales

La crisis del Estado y las tentativas reformistas que reseñamos anterior-mente tienen su expresión en los distintos ámbitos político-territoriales aunque se manifieste con características singulares ligadas a las características de cada país, región o localidad. Esto se comprende porque, por una parte, partimos de una visión del municipio81como una red donde se vinculan: el Estado, en su expresión político-institucional a nivel territorial; el gobierno, en una instancia

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periférica; y los socio-territoriales (políticos, económicos, sociales y culturales) de la sociedad local. Por otra, porque la descentralización implica una determinada articulación global-local y centro-periferia que se manifiesta, en su dimensión política, en la relación de los municipios con el Estado central y con el sistema político nacional.

En referencia a la relación local-global que implica la descentralización, en los últimos años se viene dando una «revitalización de lo local» y de la «vida cotidiana» que ha producido un mayor distanciamiento del ciudadano de los grandes problemas políticos redefiniendo las identidades colectivas y de los actores sociales (CORAGGIO, 1991b y VENEZIANO, 2003a). Pero, además, se presenta un proceso de traslado de competencias y responsabilidades hacia los gobiernos subnacionales, que comienzan a trascender sus funciones tradicionales, que tiene importantes consecuencias para las relaciones intergubernamen-tales centro-periferia82. Si a esto sumamos la tendencia al fortalecimiento de las instancias supranacionales de poder mediante procesos de...

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