Consideraciones sobre la «familia» en la etapa medieval: el lugar de los hijos legítimos y naturales en el espacio político

AutorPilar Arregui Zamorano/Inmaculada Alva Rodríguez/Madalena Tavares D'Oliveira
Páginas21-49

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I Introducción

El día ocho de marzo de 2016, el diario «El Mundo» informaba que el pleno de la Sala Civil de Tribunal Supremo avalaba la posibilidad de que en la transmisión de títulos nobiliarios se excluyese a los hijos ilegítimos. El artículo: «Los hijos ilegítimos, menos nobles», venía a considerar que apartarles de la sucesión de los títulos no era discriminatorio, a tenor del caso del condado de Casa Ayala, en el que se rechazaba otorgar a la hija del anterior conde, Pedro Muguiro Morales-Arce, nacida fuera del matrimonio, dicho honor nobiliario. La sentencia se apoyó en el texto de la carta de concesión del título, expedida por Carlos IV en 1791 y ratificada por el rey Juan Carlos I en 1981, que establecía la sucesión para los hijos legítimos1, así como la posterior de 2012, suscrita por el mencionado monarca, en la que el conde cedía la titularidad de Casa Ayala a su hermano. No obstante, privar a una persona de un derecho por ser hijo natural fuera del matrimonio ha sido el principio sobre el que se ha fundado la anulación de dicho fallo por parte de la

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Audiencia de Badajoz, fechada el 27 de marzo. Asimismo, según la información publicada en el periódico «El País», este tribunal considera que ha sido vulnerado el principio de igualdad que establece la Constitución de 19782.

Al margen de los detalles jurídicos y de las corrientes de opinión generados, en este caso concreto, a partir de la sentencia del Tribunal Supremo y de la posterior emitida por el juzgado de primera instancia número 1 de Badajoz —en los que no voy a entrar—, como tampoco en la cuestión de los principios de igualdad en el orden de la sucesión de títulos nobiliarios que se hizo en 2006 suprimiendo las diferencias por razón de sexo3; la noticia nos pone ante el espejo, en cierta forma, de la compleja concepción de familia, del núcleo familiar específicamente, y la cuestión de cómo los referentes de legitimidad influyeron notablemente en la conformación y desarrollo de los linajes reales y nobiliarios en la historia.

Si en la carta de concesión de Carlos IV se especificaba la primacía y el respeto por la línea de descendencia legítima, qué duda cabe que ello no habría de ir en menoscabo del reconocimiento formal de hijos nacidos fuera del matrimonio. Las infidelidades matrimoniales o, si se prefiere, las aventuras extra-conyugales de las aristocracias en la etapa medieval —período sobre el que voy a centrar estas consideraciones— han dado lugar a una pléyade de episodios privados que transcendieron al ámbito público y que también enredaron el escenario de las relaciones diplomáticas y, por extenso, de los intereses de los clanes familiares, en una etapa histórica donde la «familia» no tenía los patrones de los tiempos actuales. Así han tenido una destacada atención historiográfica en el plano político, y al margen de lo anecdótico, algunas realidades como la trascendencia de la figura de Ramiro, primer rey de Aragón (1035-

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1063) e hijo ilegítimo de Sancho III el Mayor de Pamplona; los largos amoríos de Alfonso XI (1312-1350) con Leonor de Guzmán, los de Carlos III de Navarra (1387-1425) con María Miguel de Esparza y los televisivos de Fernando II de Aragón (1479-1516) con Aldonza Ruiz de Ivorra. Fruto de estas dos últimas uniones nació prole conocida, y al mismo tiempo protegida por sus progenitores, y que fue especialmente numerosa en el caso del castellano, ya que fueron hasta diez los hijos naturales habidos a partir de esa unión paralela a su relación canónica con María de Portugal4.

De esta última generación alfonsina ilegítima, llamémosle «bastarda» por la designación de origen francés bâtard, procedería Enrique, hijo dotado con el señorío gallego de Trastámara y que a la postre acabaría convirtiéndose en rey de Castilla (1369), tras derrotar a su hermanastro, Pedro I, en una compleja contienda civil lidiada desde algo más de una década atrás5.

Este ejemplo, como otros que salpican las centurias medievales, implicó el ascenso de una rama espuria a un trono regio, como había ocurrido en otras circunstancias con el aludido Ramiro I de Aragón, o con la restauración de la dinastía Jimena por parte de García Ramírez en Pamplona desde 1134 —un bisnieto ilegítimo de García III el de Nájera—, o la mucho más trascendente y conocida de la casa de Avís en Portugal desde 1385, con Juan I, maestre de la orden de Avís, que a pesar de ser ilegítimo acabaría sucediendo a su padre, Pedro I, en una difícil etapa de este reino peninsular.

La temática sobre los hijos naturales relacionada con las cuestiones de la legitimidad de un título nobiliario, a partir de la cual se han iniciado estas páginas, refiere un interesante punto de apoyo para tratar de reflexionar acerca de lo que fue y significó la «familia» en la Edad Media, un término polisémi-

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co y de contenido evolutivo a lo largo de dichas centurias. De hecho, el estudio del papel de los linajes y de las redes de poder ha tenido un mayor predicamento en la investigación sobre la familia durante el medievo, fenómeno que podríamos definir, dentro de los parámetros actuales, más propiamente como «familia compleja» o parentela, con una trenzada retícula de miembros consanguíneos en distinto grado en torno a un foco y ámbito doméstico, presididos por unas cabezas o figuras paternales y/o maternales que daban unidad a la casa, y abiertos a emparentar con otros individuos o, también, acogerlos.

Por otro lado, «la familia nuclear», creación conceptual del siglo XIX, ha quedado asumida y conceptualmente superada por el estudio de los juegos diplomáticos y la trayectoria social y económica de los espacios políticos; debido también quizá a la escasez de testimonios documentales de los ámbitos privados y personales. Así, la recopilación bibliográfica que realizó Ester Contreras para las XI Semanas de Estudios Medievales de Nájera del año 2000 que se centró en La familia en la Edad Media, y que recoge un amplio espectro de esta temática en el mundo medieval occidental, ejemplifica la identificación y uso terminológico de «familia», para esa etapa histórica, con las estructuras familiares complejas en cuanto sistemas de relaciones con proyección política y socioeconómica6. Empero, y al mismo tiempo, enriquece el repertorio de títulos con todos aquellos trabajos focalizados sobre aspectos más próximos a cuestiones de la vida privada como la mujer, la infancia o el matrimonio que han podido ser tratados teniendo en cuenta la legislación y otras fuentes secundarias y que, por contraste, nos muestran un dibujo algo más completo de lo que desde la actualidad se conoce sobre la realidad familiar.

Qué duda cabe que el concepto de familia manejado por parte de la cultura occidental en nuestros días, generado a raíz

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de la revolución industrial, las nuevas ideas liberales y la secularización del siglo XIX difiere con respecto a los siglos anteriores, y que el nacimiento de la disciplina de la «historia de la familia» a partir de los años sesenta, en relación con el desarrollo de las ciencias sociales, ha abierto una nueva veta en la investigación de la familia, el hogar familiar y, sus cambios más recientes con los nuevos modelos familiares7. De manera que la dificultad de analizar esta temática sobre la familia en la Edad Media, identificada como célula nuclear, además del análisis de su significación, naturaleza y razones de conformación, va un paso más allá de las tradicionales líneas marcadas por el medievalismo europeo, más interesado en el plano del prestigio y movimiento de los linajes de poder y los lazos de consanguinidad, y fuertemente influenciado por las investigaciones sobre estructuras familiares, entre otros, del Centre National de la Recherche Scientifique de París. De hecho, dos de sus encuentros científicos, de 1973 y 1974, respectivamente, tendrían un amplio eco a través de la recopilación de las ponencias del último en la obra «Famille et parentè dans l’occident médiéval», dentro de un contexto de interés por el estudio de las estructuras y dinámicas nobiliarias en toda la Europa occidental8.

Las fronteras de la investigación que marcan las fuentes, además de los modelos interpretativos y las bases conceptuales sobre la temática acerca de la historia de la familia en el plano metodológico han sido objeto de estudio y debate las últimas décadas. Entre la extensa y rigurosa bibliografía existente al respecto, cuya enumeración huelga detallar9, destaca la obra

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sobre la organización familiar de Peter Laslett, encuadrada en el Cambridge Group for the History of Population and Social Structure (1964)10, las aportaciones de Lawrence Stone11, además de los trabajos escritos, dirigidos o coordinados por James Casey, hispanista irlandés, especializado en demografía histó-rica e historia moderna de Valencia y Granada, y cuyas contribuciones sobre esta cuestión de la familia y la historia social han conjugado, además de su bagaje histórico, las reflexiones sociológicas y antropológicas12. Conviene no olvidar, asimismo, la gran influencia de Philippe Ariès a raíz de sus investigaciones sobre la infancia y la vida familiar, muchas de las cuales han quedado sintetizadas en la breve introducción de la colección titulada Historia de la vida privada13. Para España, pueden mencionarse los trabajos de Francisco Chacón Jiménez, desde el seminario Familia y élite de poder en el reino de Murcia. Siglos XV-XIX de la Universidad de Murcia, cuya naturaleza y características examina Mª A. Bel Bravo en la obra citada líneas atrás, y también las contribuciones conocidas a partir de la

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dirección de Antonio Eiras Roel, de la Universidad de Santiago de...

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