El conflicto de familia y el interés de los menores

AutorRocío Zafra Espinosa de los Monteros
Páginas20-55

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I Introducción

Las relaciones humanas, conlleva, inevitablemente, el surgimiento de conflictos. Una misma realidad vista desde dos puntos diferentes convergen en un conflicto. Además, hay que tener en cuenta que el modo de afrontarlo, no es igual en todas las personas. Hay quien piensa que el conflicto es malo y que hay que extirparlo de las relaciones. Mientras que otras personas lo consideran como un marco nuevo en las relaciones humanas y que pueden ser fructíferos en las mismas1.

Existen tantas modalidades de conflicto como formas de relaciones puedan existir: familiar, comunitario, empresarial, mercantil. Sin embargo, parece que tienen una mayor peculiaridad los relacionados al ámbito personal y familiar, debido a la carga emotiva y sensibilidad que conllevan. Si a ello le unimos la existencia de hijos menores, el tema se complica.

En este sentido, el Estado nos tiene que proporcionar la tutela judicial de nuestros derechos en conflicto y para ello cuenta con el debido proceso tal y como se recoge en el artículo 24.1 de nuestra Norma Suprema. Sin embargo, ante la existencia de hijos menores, las partes principales del conflicto- es decir, los miembros de la pareja-, deberían poner algo de su parte para poder superar sus diferencias. De este modo, el impacto del conflicto en el menor de edad, sería mucho más leve.

Señala SATUREL; SEPÚLVEDA que: hoy la naturaleza cambiante de los conflictos, causas y consecuencias, respaldan la importancia de centrar los esfuerzos en las mujeres, ya sea porque son las principales víctimas o bien porque su participación activa en la sociedad influye en la prevención y/o consolidación de una paz estable y duradera2.

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II El conflicto

Es imprescindible que comencemos el estudio de este tema con el conflicto. Sólo si logramos entender: cómo funciona, cómo va cambiando y cómo puede afectar a las personas inmersas en él, será posible que comprendamos las posibilidades existentes para su mejor gestión.

Como ya hemos apuntado, el conflicto es consustancial a la propia existencia. Todas las relaciones, en cualquier ámbito de la vida, sufren, en ocasiones, divergencias de intereses. Es más, podríamos afirmar que, gracias a estas situaciones, crecemos y nos desarrollamos.

Cuando hablamos de conflicto siempre se nos viene a la cabeza algún sentimiento negativo3. Esto es porque tradicionalmente, el conflicto ha sido definido desde esta perspectiva. En este sentido, el conflicto es definido por la Real Academia como combate, lucha, pelea, situación desgraciada, entre otras acepciones, es decir, siempre es concebido de forma negativa y, es por ello, por lo que una gran parte de la sociedad, en principio, intente evitar el conflicto antes de afrontarlo y sacar todo lo positivo que puede tener.

TOUZARD define el conflicto como aquella situación de disputa o divergencia en la que existe una contraposición de intereses, necesidades, sentimientos, objetivos, conductas, percepciones, valores y/o afectos entre individuos o grupos que definen sus metas como mutuamente incompatibles4.

Estas tensiones entre valores, intereses o necesidades, si no son controladas de forma equilibrada, conlleva una confrontación de posiciones. Pero como hemos advertido, esta situación es necesaria tomarla con cautela y no considerar que el conflicto es malo. Si bien es cierto que puede generar sentimientos de frustración, no lo es menos que una buena gestión del mismo puede hacernos crecer tanto personalmente como hacer crecer a la relación confrontada5.

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De esta forma, explica ÁLZATE, que el problema del conflicto estriba en que se puede adoptar una actitud constructiva o destructiva6 y, por tanto, la cuestión no es eliminar o prevenir el conflicto sino saber asumir las situaciones conflictivas y enfrentarnos a ellos con las herramientas adecuadas para que todas las partes puedan salir enriquecidas de tal situación7.

Siguiendo esta perspectiva del conflicto, DE DIEGO VALLEJO y GUILLEN GESTOSO, establece que los conflictos son situaciones en las que dos o más personas entran en oposición o desacuerdo porque sus posiciones, intereses, necesidades, deseos o valores son incompatibles o son percibidos como incompatibles y en el que juegan un papel muy importante las emociones y los sentimientos8.

Evidentemente, cuando estamos en el surgimiento del conflicto lo consideramos como algo tremendamente negativo, que no tiene solución y que romperá la relación en la que surja, en cualquier caso. No obstante, el conflicto no puede verse como algo estático, sino que está en continuo cambio y este cambio, depende mucho de nuestra actitud frente a él.

Cuando ante el conflicto nuestra actitud es pasiva y pretendemos que no ocurra nada, simplemente nos rendimos, nos volvemos violentos, pretendemos que nada esté mal o guardamos silencio, la situación puede ir a, pero

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puesto que se produce lo que se domina como "escalada del conflicto" y puede poner fin a la relación entre las personas inmersa en la confrontación9. Mientras que, si intentamos ponernos de acuerdo con la otra parte, las emociones son expresadas directamente, se reconocen necesidades importantes llegamos a una desescalada del conflicto. Y entonces, el conflicto puede robustecer la relación y poner fin al conflicto de forma definitiva. En los siguientes esquemas10 se puede comprobar gráficamente tales situaciones de escalada y desescalada del conflicto.

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De esta forma, como indica ÁLZATE11, el conflicto tiene cuatro fases o ciclos: en primer lugar, las actitudes y creencias; en segundo lugar, el conflicto en sí; en tercer lugar, la respuesta; y, por último, el resultado.

En cuanto a las actitudes y creencias: se debe partir de la idea de que el conflicto en sí, surge de las diferentes actitudes o creencias que tenemos ante una misma realidad. Los mensajes que desde la infancia percibimos del conflicto, el comportamiento de nuestros adultos hacia el mismo, la forma en que recibimos una información, la mala información nos hace responder de forma diferente al conflicto.

El conflicto en si, como la segunda etapa del ciclo, ya dijimos que es consustancial a la vida misma. A todos los niveles. El conflicto no entiende de cultura, posiciones, países o edad. El conflicto es inherente a las relaciones personales de cualquier índole.

En tercer lugar, la respuesta que tenemos ante el conflicto: es decir, el comportamiento que reflejamos ante el mismo. Nuestra respuesta ante el conflicto dependerá mucho de las actitudes y creencias que tengamos. Es por ello, que, en cualquier tipo de conflicto, nuestra respuesta será la misma. Estará estrechamente relacionada con el resultado que obtengamos de la situación conflictiva.

Y, por último, el resultado: que provocará la ruptura de la relación o el robustecimiento de la misma. Pero, además, el resultado el conflicto servirá para reforzar nuestro sistema de creencias y perpetuar el patrón ante el conflicto12.

En definitiva, parece que cada uno reaccionamos de forma diferente al conflicto. Esta reacción puede ser positiva, si creemos que con el conflicto podemos evolucionar. Lo que provocaría un robustecimiento de la relación. O podemos tener una postura negativa frente al conflicto. En estos casos, lo consideraremos un problema, y estaremos incrementando el ciclo del conflicto.

En este punto, es necesario que conozcamos los elementos que componente el conflicto para de esta forma poder cambiar el patrón y construir a través del mismo.

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1. Los elementos del conflicto

El conflicto se compone de una serie de elementos que van a influir posteriormente, en el resultado que obtengamos del mismo. Igualmente, estos elementos influirán en su catalogación.

Así, podemos categorizarlos en elementos de carácter subjetivo y objetivo13. Los subjetivos están relacionados con los protagonistas del conflicto. Y no solo debemos tener en cuenta a los protagonistas directos, es decir, a las propias partes del conflicto, sino también a aquellas personas que pueden resultar afectadas o que pueden influir en el conflicto o en su gestión. íntimamente relacionado con las partes y que influirán en la posición que vayan a adoptar las mismas ante la confrontación- es por ello su consideración como subjetivos-, se refiere a las percepción al problema entendida como la forma en que recibimos o entendemos el conflicto; las emociones o sentimientos que han de tenerse en cuenta durante la gestión del conflicto; las actitudes ante el problema- que ya dijimos que en muchos de nosotros es de evitación pero, como veremos más adelante, son más los modos en que se puede afrontar el conflicto y de ello depende en muchas ocasiones, su solución- y los valores y principios concebido como el conjunto de elementos culturales e ideológicos para justificar los comportamientos. Con respecto a los elementos objetivos del conflicto, debemos tener en cuenta: el poder en el conflicto, es decir, que posición de poder ocupan las partes en el conflicto; las posiciones, en ocasiones confundidas con los intereses y necesidades, y que se corresponden con el estado inicial de las personas ante el conflicto, los intereses y necesidades que son los beneficios que se desean obtener con el conflicto y que normalmente están escondidos tras las posiciones y, por último, el campo de tensión que es la energía para llegar o no a un acuerdo.

Como dijimos, el conflicto es necesario en el desarrollo vital de la persona, pues provoca cambios en la realidad social14. No obstante, la percepción que tenemos de él, debe cambiar y ser considerados en positivo. Ello se consigue mediante el cambio de patrón. Aunque es una tarea dura, no imposible y si imprescindible para la...

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