Conclusiones

AutorInmaculada C. Marrero Rocha
Páginas223-234

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1. El objetivo esencial de esta investigación ha consistido en identificar y evaluar el peso que ha adquirido la participación de las fuerzas armadas españolas en misiones de paz no sólo como ámbito material de la acción exterior de España sino como un instrumento de su proyección internacional y un activo de su poder blando. La acción exterior española no ha querido desconocer las repercusiones de la utilización de instrumentos militares para la consecución de fines principalmente humanitarios y alejados de los objetivos de poder clásicos a los que tradicionalmente se ha asociado el uso de las armas. Son ya muchos los Estados que han apreciado la utilidad de la participación en misiones de paz no sólo para la consecución de los fines para los que se diseñan sino también para conferir a los Estados una determinada imagen en el plano internacional y una aceptación por parte de la ciudadanía de otras sociedades nacionales que les proporciona un incremento de su «poder blando», a pesar de las dificultades que pueda encerrar su mediación.

2. Las previsiones que se hicieron sobre la disminución del gasto militar como consecuencia del final de la Guerra Fría sólo se vieron probadas, en parte, durante el primer lustro de la década de los noventa. Es más, desde principios de 2000, la tendencia ha sido claramente la opuesta y el gasto mundial en defensa ha experimentado un crecimiento alarmante. Sin embargo, existen dos lecturas o interpretaciones distintas sobre las causas del crecimiento del gasto militar a nivel mundial.

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Una primera sitúa el núcleo de la explicación en el incremento del presupuesto defensivo de EE. UU. como consecuencia de la lucha contra el terrorismo internacional. Incremento al que también contribuyen tanto los Estados aliados que participan en esta estrategia ofensiva-defensiva liderada por EE. UU. como los Estados a los que ésta va destinada y que, por tanto, se sienten directamente amenazados y han decidido reaccionar y protegerse aumentando sus presupuestos militares para ampliar sus arsenales convencionales y de destrucción masiva. En definitiva, esta primera interpretación se fundamenta en la existencia de un nuevo «dilema de seguridad» en el que todos los actores implicados interpretan el incremento del los presupuestos de seguridad ajenos como una medida de carácter ofensivo y los propios como una reacción defensiva inevitable. Este tipo de aumento de los presupuestos militares, vinculado a acciones coercitivas, de disuasión o de imposición, se define como parte del «poder duro» del Estado o como la dimensión dura del poder militar y es consecuencia, en una buena parte, del presupuesto militar norteamericano, cuya inversión en defensa sólo es igualable a la suma de los presupuestos militares de los quince Estados que siguen con mayor gasto defensivo. Por tanto, se trata de un gasto militar ligado a una concepción clásica de la utilidad de los instrumentos militares, centrada en la defensa de la integridad territorial y la independencia política del Estado.

Una segunda lectura parte de que el aumento del gasto militar mundial no es imputable al desarrollo de políticas fundamentadas en la acepción más clásica de la defensa, sino que constituyen gastos destinados a hacer frente a los compromisos que asumen un número cada vez mayor de Estados en el marco de la gestión de crisis internacionales utilizando, entre otros, instrumentos militares. La creciente demanda de misiones de paz como mecanismo para gestionar nuevos riesgos o amenazas para la seguridad, como los conflictos internos, las violaciones masivas de los derechos fundamentales, la ayuda de emergencia ante catástrofes naturales o humanas o la proliferación de armamento convencional y no convencional, ha tenido reflejo en los presupuestos militares de mu-Page 225chos Estados y también de organizaciones internacionales. En efecto, son siempre más los Estados que se ven envueltos en el desarrollo de misiones militares que no tienen como objetivo llevar a cabo acciones defensivas u ofensivas clásicas. Se trata de misiones en las que las tareas son multifuncionales, que requieren una estrecha coordinación con agencias civiles y organizaciones no gubernamentales y además suelen tener una amplia duración. En este contexto, la participación de las FFAA en misiones militares suele trascender la consecución de objetivos individuales de política exterior y se acerca más a la colaboración multilateral en el marco de las estrategias y los objetivos fijados por organizaciones universales y regionales, que evidentemente no pueden afrontar este aumento de la gestión de crisis sin un incremento paralelo de la contribución militar de los Estados miembros. Por tanto, este tipo de gastos militares se sitúa en una lógica de acción más global y cercana a la cooperación internacional para defender intereses y solucionar problemas comunes, por lo que suelen encontrar una mayor aceptación de la sociedad civil en su conjunto e, incluso, llegar a convertirse en una parte del poder blando del Estado que realiza una inversión importante en recursos militares para fines distintos para los que tradicionalmente se han utilizado instrumentos militares.

En este sentido, puede afirmarse que el poder militar llega a desarrollar una fuerte dimensión blanda, pero ello no significa que pueda prescindirse de los gastos militares o de su incremento a medida que este tipo de operaciones los requiera. Y es por ello que a veces se produce un claro desfase entre una opinión publica favorable a utilizar instrumentos militares en el marco de la gestión internacional de crisis, siempre que las misiones cuenten con la legitimidad y legalidad necesarias...

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