Conclusiones

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I
  1. Las mujeres maltratadas que forman parte de la muestra son mujeres de edad media, nivel de estudios algo inferior a las de la población andaluza y que ocupan profesiones de status inferior, con empleos mal remunerados y de manera temporal; en un porcentaje muy alto no tienen un trabajo fuera de la casa. Todo ello permite valorar que el grupo de mujeres con ingresos económicos inferiores a la media y pertenecientes a niveles sociales más bajos pueden integrar un conjunto de riesgo para el maltrato. Además, la gran mayoría tiene una fuerte dependencia económica de su maltratador, lo que presenta a dicha situación como condición relevante para el inicio y la permanencia de los malos tratos; generadora, además, de un proceso de dominio sobre la mujer. La mujer sin profesión cualificada, con escaso nivel de estudios y con acceso a trabajos temporales y mal remunerados, parece la víctima idónea para el victimario que encuentra una impunidad añadida en tales circunstancias. Dicho esto, no todas las mujeres maltratadas pertenecen a semejante grupo, por lo que junto a estos factores conviven otros que igualmente inciden en esta clase de violencia.

2. Ínfima victimización de hijas únicas. Sólo un 2,2% de las mujeres componentes de la muestra reunían semejante consideración.

3. Los antecedentes de la familia de origen de la mujer víctima no hacen más que reflejar, con el lógico paso de los años y los cambios sociales, educativos y culturales opera-dos, la realidad actual del fenómeno de semejante forma de violencia en tanto existe un modelo o pauta de criminalización constante a lo largo del tiempo: cónyuge que maltrata a su mujer y, de manera secundaria, llegado el caso, a los hijos.

II
  1. Con respecto a los maltratadores, cabe afirmar que son de una edad ligeramente superior a la de sus víctimas y con niveles de estudios algo inferiores a ellas, desarrollando, sin embargo, profesiones más cualificadas. La citada cota de estudios menor al de las víctimas puede llevar, en esas hipótesis, a una posición de "inferioridad" del agresor, que se torna causa, reactiva, para los malos tratos.

2. El nivel de renta obtenido por aquellos, respecto de las mujeres que también lo perciben, es prácticamente el doble; situación que, de manera conjunta con todas las que no obtienen ningún recurso económico propio, lleva implícita una dependencia econó-mica hacia la pareja, que, en determinados casos, ha de interpretarse como un motivo de continuidad en la situación violenta.

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3. Datos empíricos de interés sobre la familia de origen del maltratador (todas las tasas son muy superiores respecto de la víctima):

En un 60% (ampliable hasta un 77% si consideramos el ns/nc de manera proporcional a los resultados) de las familias de origen del victimario se detectan conductas antisociales -problemas de alcohol, ludopatía, drogas, delitos (...)-, lo que necesariamente debió influir de manera negativa en el proceso de socialización del menor, ahora agresor.

La tasa de antecedentes de malos tratos físicos es del 72% (27% en el caso de la víctima) y del 81% psíquicos (33% víctima) lo que permite concluir con dos hipótesis:

  1. No existen datos empíricos de relevancia que permitan defender la tesis de la víctima predispuesta en materia de violencia doméstica;

  2. El aprendizaje de la conducta maltratadora es un fenómeno de relevancia real fundado en la experiencia que el agresor ha tenido durante su infancia (un 72% de los maltratadores han crecido viendo episodios de esta clase en su núcleo familiar; lo que, de manera conjunta con las conductas antisociales, dan origen a un deformado proceso de socialización); esto es, el menor que convive con episodios violentos -ya se demostró que el perfil mayoritario era del padre hacia la madre y secundariamente hacia los hijos- lleva implícito el aprendizaje de la conducta delictiva que desarrollará en el futuro. Dicho lo anterior pudiera presentarse la hipótesis del rechazo absoluto del menor hacia la violencia, bien por identificación con la madre bien porque recaiga sobre él; en ese caso, habrá que ver si la percibe como legítima o no; si es así no la desarrollará, si no es algo que permanece en el interior del sujeto y que, ante deter-minados estímulos, puede imitar más adelante.

En definitiva, la teoría de la transmisión intergeneracional explica el comportamiento: la violencia engendra violencia y la probabilidad de maltrato en el futuro es más elevada.

4. Únicamente un 20% de los victimarios padecía una enfermedad mental (este término fue interpretado como sinónimo de enfermedad, trastorno de la personalidad, etc., diagnosticado). En consecuencia, el maltratador es, en principio, una persona "normal".

III
  1. En relación a la constatación de los malos tratos es preciso señalar que: el 93% de las mujeres de la muestra han recibido malos tratos físicos en algún momento de su vida y todas ellas psíquicos; por término medio, sufren dos años de estos últimos antes de empezar con los físicos. A la gran mayoría de las víctimas únicamente la ha maltratado una pareja -91% frente al 9%, más de una-. La media temporal de la violencia es de 13.1 años. Este tiempo tan elevado de duración relacionado directamente con el de convivencia de la pareja pone de manifiesto la dificultad para salir de tal violencia.

2. Los resultados obtenidos han puesto de relieve que de toda la tipología tomada como punto de referencia, los actos de maltrato físico más frecuentes son aquellos que tienen un carácter menos grave y que a medida que va aumentando la gravedad del com-

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portamiento va disminuyendo dicha relación. Esta regla sólo quiebra en atención con la violencia sexual, que dada su gravedad muestra un porcentaje considerablemente alto (incluso podría ser superior si algunas mujeres tomaran conciencia de estar siendo víctimas de tales hechos delictivos en lugar de considerar que es obligación suya soportar semejantes comportamientos sexuales).

Con referencia, a los psíquicos, destaca que en todos los supuestos presentados a valoración por la víctima, la frecuencia marcada de forma mayoritaria es la de más de 10 veces, lo que demuestra la situación de constante maltrato psicológico al que se ven sometidas estas mujeres y la alarmante situación en la que malviven diariamente las víctimas; puesto que, en ocasiones, las secuelas que sufren como consecuencia de la presión psíquica a la que se ven sometidas son gravísimas.

IV
  1. Es bastante normal que la mujer maltratada por su pareja sea víctima de maltrato físico o psíquico por parte de otras personas de su entorno familiar, aunque es indiscutible que el principal origen de la violencia sigue siendo aquélla. En este ámbito destaca especialmente, aunque de manera minoritaria en relación a la pareja, que entre el resto de familiares que maltratan a la mujer, son las...

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