Conclusión
| Autor | Lorenzo Cotino Hueso |
| Páginas | 701-706 |
Conclusión
El
Estado
constituye
quizá
el
mayor
artificio
que
ha
generado
la
humanidad
a
lo
largo
de
su
historia. Y
en
muy
buena
medida
ha
supuesto
une.
perfecta
ficción
para
legitimar
que
grupos
reducidos
con
intereses
particulares
sometiesen
al
res-
to
de
las
personas
que
componían
la
comunidad
política.
En
la
evolución históri-
co-política,
en
la
mayor
parte
de
las
ocasiones,
la
dominación a
través
del
Estado
se
ha
justificado
-de
forma
directa oindirecta-
en
razón
del
legro
de
una
paz
y
convivencia
humanas.
Sin
embargo,
esta
paz
prometida
-que
ni
siquiera
siempre
se
ha
satisfecho-
sólo
constituía
una
paz
del
terror,
de
las
cárceles
y
de
los
cementerios.
Lejos
de
buscarse
la
protección efectiva
de
la
libertad y
los
bienes
de
las
personas,
la
única
seguridad
que
se
ha
procurado
era
la
de
IJs
dirigentes y
la
de
unos
intereses
del
Estado
bien
distantes
de
los
intereses
de
los
individuos
que
lo
componen.
Como
no
podía
ser
de
otra
forma,
todo ello
ha
te1ido reflejo
en
la
fuerza
de
las
armas,
uno
de
los
instrumentos
básicos
con
los
que
llevar material-
mente
a
cabo
esta
dominación.
Sin
embargo,
el
devenir
de
los
tiempos
ha
puesto
cada
vez
más
obstáculos
a
quienes
habían
de
fundamentar
la
organización
política ylegitiMar
este
fenóme-
no.
Así,
tras
siglos
de
pensamiento
humanista,
en
el
contexto
I.beral
burgués
se
situó definitivamente a
la
persona
en
el
centro
de
la
fundamentación
del
Estado,
de
modo
que
la
seguridad
de
la
libertad y
la
propiedad
del
individuo
fuera
la
legi-
timación última
del
poder.
Estos
postulados
tomaron
cuerpo
en
la
realidad
de
fina-
les
del
siglo
XVIII
yen
el
siglo
XIX.
Hay
que
advertir
que
la
causa
de
esta
redefinición
de
los
fundamentos
del
Estado
y
del
Derecho
lejos
estuvo
de
desinteresadas
que-
rencias
de
libertad
para
todos
los
hombres.
No
en
vano,
por
medio
de
esta
nueva
construcción
política yjurídica
se
habrían
de
satisfacer
los
intereses
de
un
grupo
emergente
-la
burguesía-,
de
modo
que
pudiesen
alcanzar
las
cotas
de
poder
que
el
Antiguo
Régimen
les
negaba
y,
así
satisfacer
mejor
sus
pretensiones.
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