El concepto de justicia social en Hayek

AutorCarmen Dolores Baeza Ordoñez
Cargo del AutorAbogada
Páginas179-198

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I El concepto de justicia social en Hayek

Con la peregrina pretensión de escribir sobre algo inexistente, empiezo diciendo que Hayek no cree en la posible existencia de una justicia

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social. Solo personalizando antropomórficamente al cuerpo social, dice, cabe atribuir a la sociedad comportamientos que son necesariamente del individuo; solo esa arcaica personalización antropomórfica de la sociedad permitiría, primero atribuirle un comportamiento, y después, calificarlo como justo o injusto.

Y no solo es que no crea posible la existencia de una justicia social, es que Hayek no considera que la sociedad deba ser justa; piensa que no es cosa que le competa. Así es que, iniciando una exposición sobre algo que aparece como inexistente, trataré de analizar los motivos que tiene Hayeck para negar su existencia.

Forzoso es precisar que cuando hablo de sociedad asumo el concepto hayekiano de la sociedad como orden espontáneo de quienes conviven en un ámbito de interrelaciones creado tras haber sido superadas por el comercio las barreras de la ciudad; es la armonía entre individuos que conservan su independencia y peculiaridad. Siendo así que la llamada justicia social se refiere al orden extenso, al que no le son de aplicación las normas de las organizaciones.

Ese tipo de sociedad es diferente de cualquier tipo de organización, que siempre consiste en un orden reglado por normas que solo afectan a quienes voluntariamente se integran en ella, y con un proyecto preestablecido. El hombre "aparece" en una sociedad, y puede integrarse en una organización. El hombre difícilmente puede abandonar la sociedad en la que ha nacido y, por el contrario, puede abandonar las organizaciones de las que forma parte. Son dos formas distintas de pertenecer a una cada una de ellas. Quien forma parte de una organización ya ha manifestado su voluntad de actuación, no así quien forma parte de una sociedad espontánea y abierta, en la que no ha entrado, pero que no quiere abandonar, y en la que se encuentra con su individualidad personal, exactamente de igual valor que la del resto de los individuos que en ella conviven," en la que el orden es fruto de la sumisión generalizada a las mismas reglas de juego, lo que a todos permite hacer el mas oportuno uso de su visión personal de los acontecimientos para alcanzar sus objetivos particulares ".

Las organizaciones tienen personalidad, en su gran mayoría personalidad jurídicamente reconocida. La sociedad no tiene personalidad, y ninguno de los individuos que en ella viven ha hecho voluntariamente dejación de su libertad para comportarse como crea conveniente.

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Las organizaciones pueden establecer unas reglas de comportamiento encaminadas a la prosecución de un determinado estado de justicia entre sus miembros, que incluya la ayuda que mutuamente están obligados a prestarse entre ellos, sometiéndose a normas que pueden incidir en los aspectos mas privados de la vida de quienes la conforman. Pueden estar destinadas a la ayuda de terceros, como así sucede con muchas instituciones religiosas o seglares. Pueden destinar parte de su patrimonio a realizar labores de ayuda de personas ajenas a la organización, como así sucede con algunas entidades financieras. Quienes de una u otra forma pertenecen a esas organizaciones, o quienes prestan a ellas su ayuda, personal o económica, a las que no tienen ánimo de lucro, lo hacen voluntariamente.

¿Quiénes son estas personas? Naturalmente, son miembros de esa sociedad que se define como orden espontáneo y extenso, y que emplean voluntariamente sus recursos y esfuerzos en aquello que consideran deben hacerlo. Privadamente, o colaborando con alguna organización, esas personas dan apoyo a quien lo necesita en algún momento de su vida, que se presenta tan difícil que no podría superar sin la ayuda que se les prestare. Este es el camino que conduce de forma estable hacia la mejoría social de los individuos necesitados. Es camino que se forma con dos elementos: el primero de ellos es la general observancia de los principios morales -moral antigua, según Hayek- que aseguran la dignidad del comportamiento humano con sus semejantes, y el segundo, un Estado de mínima intervención, que no aumente la carga impositiva de los ciudadanos para dejarlos sin recursos, inermes y sometidos, so pretexto de considerarse obligado a resolver, él mismo, cualquier problema que tenga cada uno de ellos; un Estado que no traspase los límites de la gestión administradora de un patrimonio que no le pertenece, dedicándose a una labor asistencial que, organizada a su antojo, cree de mayor lucimiento, y que sería menos necesaria si cumpliera con acierto su verdadera encomienda. Si nos parásemos a considerar el valor porcentual del PIB que directamente gestionan los gobiernos de los actuales Estados welfaristas, alcanzaríamos verdadera conciencia del grado de dependencia al que estamos sometidos.

Dijo Alexis de Tocqueville en su intento de defender a su país del avance de la ideología socialista que, en su opinión, convertiría al Estado en quasi dueño de cada hombre "¿Qué digo?...Su dueño, su maestro, su

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preceptor, su pedagogo; que, por miedo a que desfallezca, debe colocarse sin cesar a su lado, por encima de él, a su alrededor, para guiarle, preservarle, mantenerle, retenerle. En una palabra, es una confiscación, como decía antes, en mayor o menor grado, de la libertad humana; hasta tal punto que, si en definitiva tuviese que encontrar una fórmula general para expresar lo que me parece el socialismo en su conjunto, diría que es una nueva fórmula de servidumbre".. En su opinión, el socialismo desprecia al hombre, razón de su empeño en tutelarle y adoctrinarle.

No fue lo que ahora llamamos justicia social lo que impulsó a los individuos a integrarse en la póleis griegas o en los burgos castellanos. Fue la seguridad, y con ello, una mejor posibilidad de prosperidad, lo que buscaron en esas sociedades. Esa es la naturaleza del hombre, puesto que es así como se ha manifestado en la historia. De nada sirve desvirtuarla para construir teorías, piensa Hayek muy razonablemente

La seguridad buscada fue, no solo la defensa frente a los ataques exteriores, sino la que produjo el Derecho, y la autoridad que lo hacía efectivo. Es la seguridad de que en ese entorno se facilitaría la obtención de lo necesario para el sostén de la familia y procurar la realización personal de todos sus miembros. Es la seguridad de que podría tener mejores posibilidades de uso de la libertad que le es congénita. Es la seguridad de que no iba a ser tratado arbitrariamente, si de una u otra forman se conseguía el imperio del Derecho como necesario requisito de una ordenada prosperidad.

Si se quiere creer que la sociedad ha de ser justa con los hombres que en ella se integran, ha de favorecer su vida en la forma que ellos la desean.

No es justicia social lo que hacen quienes prestan asistencia al necesitado, es lo que los cristianos llamamos caridad y amor al prójimo (que Hayek califica como moral antigua); es una labor paliativa de la necesidad, que, cuando es inteligente, no pretende ser tratamiento curativo de la desigualdad entre los hombres, ni ayuda permanente que ahogue todo afán de superación, solo pretende que el que está necesitado pueda, tras la ayuda, seguir el camino con sus propios recursos. Y, con evidencia palmaria, no es justicia social lo que hace un gobierno que otorga y recorta a su arbitrio lo que llama "derechos sociales", -en los que incluye el derecho a la pensión de jubilación para quienes han formado, a su costa y durante toda su vida laboral, el fondo del que se pagan-, sino desordenado

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intento de paliar los efectos ruinosos de su desleal administración, y que, como recientes experiencias enseñan, no contribuyen a crear el bienestar general que anuncian que se derivará de esas actuaciones pretendidamente presididas por el concepto de justicia social.

Hayek hace parecer censurable cualquier tipo de comportamiento caritativo por considerarlo desestabilizador del orden del mercado, y provocador de desequilibrio social, que inevitablemente afectará al individuo de forma muy negativa. Y yo no puedo estar de acuerdo sin pormenorizar las circunstancias. Se produce intercambio tanto cuando se compra y vende como cuando se da y se recibe, y ambos intercambios son válidos en el orden extenso que es la sociedad actual. Ambos tipos de intercambio pueden ser, o no ser, beneficiosos para las partes, sin que pueda decirse que por su propia naturaleza uno de ellos sea de superior calidad que el otro, pues su beneficio dependerá del acierto en el resultado. Hay una diferencia fundamental, se puede vender cosa ajena, pero no se puede dar cosa ajena, tampoco si se da para hacer justicia social. El patrimonio que el gobierno del Estado detrae de los individuos por vía impositiva, no pertenece al gobierno, que lo recibe solo en administración, y no puede darlo como un particular puede hacer con aquello que le pertenece. No puede hacer caridad en nuestro nombre, ni forzar a nadie para que la haga utilizando las normas fiscales y los presupuestos del Estado para ello. Tampoco puede vender el patrimonio estatal, arrogándose facultades de propietario, que no tiene; por ejemplo no puede hacerlo con las reservas de oro, y tampoco puede dedicar el dinero que se le da en administración a obtener más dinero a precios carísimos, como forma de financiar cualquier proyecto se le ocurra concebir, porque ese precio carísimo se pagará vía impositiva por todos, y durante mucho tiempo..., cuando ya no gobiernen quienes han tomado la decisión.

No considera Hayek que sea injusta la desigualdad económica, como si considera injusta la desigualdad ante el Derecho: "Los elevados ingresos obtenidos por aquellos a quienes favorece la fortuna, sea por méritos...

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