Comportamientos antisociales autoinformados y factores de riesgo en una muestra de jóvenes estudiantes italianos

AutorLucia Columbu - Santiago Redondo - Andrea Vargiu
Páginas215-238

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I Introducción
1. Delincuencia juvenil y factores de riesgo

Los delitos, y particularmente los delitos cometidos por menores, suelen producir una gran alarma y preocupación social tanto en la población en general como en los diferentes operadores e instituciones de control y justicia. Además, la delincuencia juvenil también suscita un gran interés científico de parte de los especialistas y estudiosos del delito. En correspondencia con esta preocupación social y científica por la delincuencia de los jóvenes, en este trabajo se han analizado, mediante el método de autoinforme, las infracciones juveniles cometidas por una muestra de estudiantes italianos.

Antes de presentar el método y los resultados de este estudio, es importante razonar aunque sea someramente que la delincuencia juvenil constituye un fenómeno complejo, dependiente de una pluralidad de factores. Para su análisis, las investigaciones criminológicas han evaluado diferentes aspectos de los delitos juveniles como la frecuencia con la que los jóvenes cometen delitos, los factores de riesgo asociados a sus conductas antisociales, las posibles explicaciones teóricas de la delincuencia juvenil, y las diversas metodologías utilizadas para estudiarla. De este modo, desde diferentes disciplinas académicas (derecho, criminología, psicología, sociología...) se ha intentado explicar por qué los adolescentes cometen delitos y, específicamente, cuáles son los factores principales que se vinculan a ello.

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Una primera consideración que debe hacerse aquí es que muchas conductas antisociales juveniles suelen guardar relación con los procesos vitales y las experiencias habidas por los jóvenes durante la adolescencia, etapa que comporta drásticos cambios en su desarrollo personal y social (de tipo físico, psíquico, cognitivo-intelectual y relacional). Durante esta fase vital crítica los jóvenes acostumbran a buscar más autonomía e independencia de sus padres, y comienzan a relacionarse en mayor medida con el grupo de iguales o amigos, con quienes comparten emociones, pensamientos y experiencias, pudiendo éstas en algunos casos ser de tipo antisocial y delictivo1. Como resultado de ello, durante la adolescencia y la juventud suele aumentar la proporción de jóvenes que participan en infracciones y delitos.

En este contexto global de la delincuencia juvenil, son cuestiones nucleares del presente estudio sobre la realidad de la delincuencia juvenil en Italia las siguientes: ¿Ha aumentado la delincuencia juvenil en Italia durante los últimos años?; ¿cometen los jóvenes muchos delitos a lo largo de la etapa de la adolescencia?; ¿son estos delitos especialmente graves, o se trata más bien de conductas antisociales leves?

Respecto a la primera de estas cuestiones, las cifras oficiales del Ministerio de Justicia italiano sobre menores denunciados por delitos evidencian que la tendencia de los delitos juveniles a lo largo del periodo 1990-2007 ha sido ligeramente decreciente (aunque con altibajos): durante la década de los noventa y principios de los dos mil el número de jóvenes denunciados en Italia superaba los 40.000, mientras que a partir del año 2007 esa cifra bajó hasta 38.0002.

Aunque este estudio es una investigación empírica sobre las conductas infractoras de los jóvenes en un sentido amplio, no estrictamente jurídico, también es necesario efectuar una mínima referencia a la legislación italiana sobre delincuencia de los menores. La legislación italiana (establecida en 1988 mediante el Decreto 448 del Presidente de la República) sitúa la edad de responsabilidad penal juvenil, al igual que las legislaciones de la mayoría de los países europeos, a partir de los 14 años. Además, en la imputación penal de los menores debe tomarse en cuenta (artículo 9) la edad y la personalidad de cada uno de ellos, atendiendo a su dimensión psicológica y sus condiciones familiares, sociales y medioambientales. Con la evaluación de la personalidad también se analiza la capacidad del adolescente para enten-

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der y decidir acerca de la conducta delictiva que ha cometido, y sobre sus consecuencias para las víctimas y la sociedad; todo lo cual es relevante para su enjuiciamiento y para la posible adopción de medidas como la libertad condicional del menor3. Así, una de las finalidades principales de esta ley penal es la rehabilitación de los menores, entendiéndose que su detención y la privación de libertad solo debería constituir un último recurso. Finalmente, un aspecto muy innovador que fue introducido en Italia por esta ley fue el concepto de "justicia restaurativa" o conciliadora entre el menor infractor y la víctima, a partir de la mediación entre las partes4.

Aun así, en los casos más graves, la legislación italiana también prevé la medida de internamiento. Pero por lo que se refiere a los menores internados en Institutos Penales Juveniles y en "Centri di Prima Accoglienza"5puede observarse una disminución considerable durante el periodo 1990-2015 de los internamientos en régimen cerrado; en contraste, habría aumentado el número de menores internados en centros abiertos. Estas cifras también pondrían de relieve la creciente tendencia de los jueces italianos (como también sucede así en España y otros países europeos) a aplicar preferentemente medidas de régimen abierto o semi-libertad (en vez de régimen cerrado) cuando las circunstancias del menor y del delito cometido lo permiten.

Además de describir la frecuencia de los comportamientos delictivos juveniles, también es importante identificar las circunstancias y factores que guardan relación con dichos comportamientos. A este respecto debe diferenciarse entre factores de riesgo y factores de protección. Factores de riesgo son todos aquellos elementos personales, familiares, sociales y ambientales que aumentan la probabilidad de que los adolescentes come-tan comportamientos antisociales y delictivos. Mientras que los factores de protección son aquellos aspectos que reducen o atenúan la probabilidad de que un joven cometa actos delictivos, amortiguando así el efecto negativo de los posibles factores de riesgo6.

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Distintos autores en criminología7han clasificado los diferentes factores de riesgo identificados por la investigación en categorías como factores personales, cognitivo-intelectuales, relacionales, comportamentales y sociales. En conexión con algunas de estas categorías, el modelo del Triple Riesgo Delictivo8ordena todos los factores de riesgo asociados a la conducta delictiva, de una manera más sencilla y parsimoniosa, en tres grandes grupos de factores: dimensión A, relativa a los riesgos personales mostrados por el individuo; dimensión B, referida a las carencias en apoyo prosocial que ha experimentado el sujeto; y dimensión C, relativa a aquellos factores que indican una exposición incrementada del individuo a oportunidades delictivas9.

Y múltiples investigaciones han evidenciado que, en efecto, diversos factores de riesgo de las precedentes categorías -es decir, de cariz personal, social y ambiental- tienen una gran relevancia para la conducta antisocial de los jóvenes. Así se mostró, por ejemplo, en un estudio de Murray y Farrington10desarrollado a través del método del autoinforme. Estos autores concluyeron que las conductas antisociales y delictivas de los jóvenes analizados por ellos guardaban una estrecha relación

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con factores de riesgo personales, familiares y sociales. Entre los riesgos personales más relevantes se identificaron los siguientes: impulsividad, trastorno de la atención y de hiperactividad, bajo cociente intelectual, bajo rendimiento escolar, bajo autocontrol, depresión, irresponsabilidad, y el rasgo personal denominado búsqueda de sensaciones o propensión al riesgo. Estos factores de riesgo personales se han documentado también en otros estudios desarrollados en múltiples países, particularmente en países anglosajones y europeos.

Por ejemplo, recientemente Tomita comparó en Rumanía una muestra de adolescentes delincuentes internados en un centro de reeducación con una muestra de adolescentes de una escuela ordinaria; y constató que los jóvenes internados presentaban niveles más altos de ansiedad y frustración, tenían menores capacidades verbales, y mostraban algunos rasgos de personalidad como neurastenia, paranoia y rasgos esquizoides11. En este estudio se identificaron también las siguientes influencias de riesgo familiar: escasa vigilancia y control por parte de los padres, disciplina familiar autoritaria y punitiva, abuso infantil, conflictos familiares, comportamientos delictivos paternos, abuso de alcohol y de drogas por parte de los padres, familias desestructuradas, haber sido hijos de madres adolescentes, y divorcio o separación de los padres. Por último, entre los factores de riesgo sociales sobresalieron los siguientes: bajo estatus económico de la familia, amigos antisociales, vivir en barrios con alta tasa de delincuencia, e ir los jóvenes a escuelas con elevada conflictividad.

Al respecto de los factores personales de riesgo, un estudio realizado en Finlandia por Mannien y colaboradores constató que los jóvenes delincuentes presentaban, respecto de los jóvenes que no habían cometido delitos, unas habilidades verbales y de memoria inferiores12.

En relación con los factores familiares y sociales, en una investigación llevada a cabo en 2013 por Lahlah y colaboradores con una muestra de jóvenes holandeses autóctonos y otros de origen marroquí se evidenció que, particularmente para el caso de los jóvenes de origen marroquí, la falta de apego familiar, el rechazo y la carencia de educa-

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ción constituían factores de riesgo decisivos para las conductas antisociales y violentas...

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