Competencias y habilidades comunicativas del letrado en el proceso

AutorJavier López y García de la Serrana
Páginas123-134

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1. Introducción

Una de las habilidades que debe poseer un abogado en el ejercicio de su profesión es la oratoria. De poco o nada le servirá ser «cum laude» en conocimientos legales si, llegado el momento, carece de la capacidad para comunicarse con sus clientes o en sala.

De ahí la necesidad de mejorar nuestras habilidades comunicativas para tratar de ser más eficaces y asegurarnos que el mensaje que queremos transmitir llega realmente a nuestro interlocutor, sea éste un Juez, nuestro cliente o, por qué no, el abogado contrario.

El arte de la oratoria es, por tanto, esencial para comunicar, empatizar y, a su vez, persuadir. Según la Real academia Española la oratoria es un arte —técnica u oficio— que define como la habilidad para hablar con elocuencia, deleitar, convencer y conmover por medio de la palabra.1No es nuevo para la profesión que esta habilidad requiere un proceso de aprendizaje basado en la práctica constante, que se adquiere al margen de instituciones académicas más amigas de dotarnos de contenido que de prever unos cauces de comunicación. Sin embargo, esta necesidad de comunicar es más acuciante desde la era digital en la que estamos inmersos.

Las relaciones entre abogado y cliente se estrechan cada vez más, y la oratoria, junto a otras habilidades como la empatía, la versatilidad y el compromiso, aportan un plus de inteligencia emocional, que mejora la

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comunicación con el cliente, creando en torno a éste una relación especial que le anima a confiar en sus juicios y en su talento. No pocos son los clientes que van a decidirse por un abogado teniendo como principal valor el cómo hable y cómo se exprese.

La oratoria pretende dotar al abogado de los recursos necesarios para alcanzar una mejor capacidad de expresión oral, un lenguaje más rico, que unido a una mejor capacidad de expresión corporal, le aporte fortaleza, liderazgo y seguridad a la hora de transmitir su conocimiento. afortunadamente, la oratoria no es un arte ni una práctica reciente, fruto de los «coach» que con frecuencia —e insistencia— nos invitan a su práctica. Como en la mayoría de las ocasiones, es en el pasado donde encontramos su origen de la mano de los llamados «logógrafos».

Curiosamente, el término —logógrafos— se aplicaba en la antigua Grecia a los autores de discursos jurídicos.

En la atenas de la antigüedad, la práctica jurídica requería del litigante defender su caso ante el tribunal con dos discursos sucesivos. No existían abogados, y la ley sólo permitía a un amigo o pariente ayudar a cada parte en el litigio. Si un litigante no confiaba en sí mismo para hacer su propio discurso, para defender su caso podía buscar los servicios de un personaje al que se llamaba logógrafo, o sea, escritor en prosa, al igual que a los historiadores. También, como los primitivos historiadores, recibían el nombre de logopoios (?????????, de ?????, poieo, ‘hacer’).

En este género, cultivado por los llamados logógrafos griegos, que escribían discursos de defensa o de acusación a cambio de dinero para los clientes que los memorizaban y los pronunciaban, destacó especialmente el griego Lisias y el romano Cicerón.

Lisias se ganó la vida como logógrafo, escribiendo discursos para los litigantes y transformándose en la figura más destacada de la oratoria judicial ática. Su biografía se refleja en la doble vertiente de su obra: por una parte, dedicado a la enseñanza de la retórica y a escribir discursos jurídicos por encargo; y, por otra, consagrado a la tarea política de la restauración de la democracia en atenas y a la persecución de los tiranos mediante sus discursos. Llegó a escribir 233 discursos, de los que sólo se ha conservado una treintena.

Tenía un talento incomparable para adaptar sus discursos al carácter de sus clientes. Los rasgos más destacados de su estilo, como demuestran las obras que de él se conservan, eran la pureza, la sencillez y la claridad. Estos son, sin duda, rasgos consustanciales a la oratoria que, desde su origen, hasta la que hoy conocemos como oratoria moderna, han mantenido la misma finalidad: aprender a ganarse al auditorio.
a día de hoy, si hay alguien que entienda de técnicas para ganarse al auditorio, diría que ese es Jordi Suriol. Conocí a Jordi Suriol Moliné hace 15 años, cuando era asesor personal de directivos de grandes empresas, profesor del IESE y uno de los especialistas con más éxito en el panorama nacional en coaching y comunicación. Suriol, autor del método «Las

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7 llaves del éxito» es Ingeniero, Master en Programación Neurolingüística, Consultor de recursos humanos y comunicación empresarial, Profesor externo del IESE en el programa MBa sobre Comunicación Personal y miembro activo del IESE desde 1963.

Con él aprendí que, a pesar de los años que llevemos de ejercicio como abogados, tenemos que mejorar en el saber escuchar a nuestros clientes pues decir que escuchas y escuchar no es lo mismo y que la comunicación escuchando no sólo es mucho más fluida sino, sobre todo, efectiva.

Con esto quiero transmitir que tan —o más— importante es hablar bien como saber callar y escuchar en el momento oportuno. De hecho como veremos, el silencio forma una parte integrante de la buena comunicación.
analizaremos a continuación, algunas de las técnicas de oratoria más conocidas.

2. Las 7 claves para una comunicación eficaz

respiración. La buena respiración es básica porque sin aire no hay voz y sin voz no existe comunicación por lo menos oral. Nos aporta fluidez de ideas y orden mental, por lo que nos ayuda a transmitir mejor nuestro mensaje. Sirve para que no nos domine la tensión en momentos de estrés derivados normalmente por el miedo escénico. Se conocen tres formas de respiración: clavicular, torácica y diafragmática. Esta última es la más aconsejable a la hora de dominar la respiración en nuestro discurso.
relajación. No solo interesa hablar de modo claro y sencillo sino, también, amable y esto se consigue con el tono relajado de nuestra voz. Una persona relajada transmite seguridad, credibilidad, sensación de autocontrol. El uso de distinto volumen, puede hacer cambiar totalmente el significado de nuestro mensaje, aunque las palabras sean las mismas y únicamente se cambie el volumen. Cuando estamos nerviosos o alterados, nuestra voz también lo está y tendemos a elevar nuestro tono gene-rando un rechazo instintivo en nuestro receptor.
vocalización. En ocasiones, e independientemente de la rapidez con la que cada uno hablemos, las palabras no se entienden, bien porque se entrecortan o bien porque nuestro acento sea excesivamente marcado. Debemos esforzarnos por hablar claro, pronunciando cada sílaba de las palabras. Un ejercicio muy efectivo de vocalización para cualquier persona que desee tener buena pronunciación es la lectura en voz alta, frecuentemente utilizado por actores y locutores de medios de comunicación. El acento, por otro lado, forma parte de nuestra cultura geográfica, por lo que no se trata de erradicarlo de nuestra comunicación pero sí de suavizarlo cuando el receptor no participa de nuestro mismo acento.

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mirada. La mirada, bien utilizada, es uno de los elementos clave en la comunicación. Nos sirve de «medida» del grado de atención sobre nuestro discurso pues, por regla general, cuando una persona está escuchando atentamente, mira a los ojos de la otra persona de forma continua. Pero la mirada puede tener un...

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