La Competencia Global

AutorLuciano Vasapollo
CargoProfesor de Estadística Empresarial,Director Científico del Centro Estudios CESTES y de la revista PROTEO
Páginas03
1. Modelo fordista y post-fordista, la fase de la globalización

Con el propósito de entender a fondo la actual fase de la competencia global, es determinante hacer un análisis de la organización del ciclo económico, las características del tejido productivo y social, el papel del Estado, las relaciones entre las áreas internacionales y la estructura económica, los intereses generales de dominio y expansión que determinan no solamente las guerras financieras y económico-comerciales, sino también verdaderos enfrentamientos bélicos. Toda esta problemática está fuertemente vinculada, determinante y estratégicamente con la época de tránsito del sistema fordista al denominado post-fordista1.

Recorriendo esquemáticamente las últimas tres décadas con sus fases político-económicas, resulta que, ya a partir del inicio de los años 70, comienza a perder importancia la unión entre el sistema productivo fordista y los modelos keynesianos a través de los cuales el Estado ejercía un papel general de mediación, regulación y compresión del conflicto social.

A tal propósito, se habla de poner en discusión la rigidez de los procesos de acumulación precisamente porque la crisis fordista se identifica por la inflexibilidad de las inversiones y de la innovación tecnológica, por una rigidez de los mercados de suministro y de los mercados de consumo. A esto se agregaba la rigidez del mercado del trabajo, también por la fuerza expresada por el movimiento obrero entre la segunda mitad de los años 60 y el inicio de los años 70.

Esta "rigidez" del sistema productivo provocaba la imposibilidad del apoyo de la demanda a través del gasto publico por una restricción de la base fiscal. La única respuesta fue entonces la de la política monetaria caracterizada por líneas inflacionistas. Se interrumpía, así, el impulso de crecimiento de la posguerra en un contexto de desarrollo económico que creaba nuevos procesos de competencia internacional y disminuía el papel del Estado keynesiano. El intenso proceso de industrialización se dirige en esos años hacia nuevos mercados, especialmentePage 46del sureste asiático, aumentando la competencia internacional y poniendo en discusión el liderazgo estadounidense.

En 1973, con el alza de los precios del petróleo, se produce el primer shock petrolífero y las políticas de control de la inflación evidencian dificultades financieras y un excedente de capacidad productivo en los países de capitalismo avanzado, lo que provoca una fuerte crisis de los procesos de acumulación capitalista de la era fordista. Por esta razón, se trazan estrategias de supervivencia empresarial y capitalista en una situación de fuerte deflación (1973-75); la salida de la stagflación se identifica con procesos que ponen fuertemente en discusión el compromiso fordista-keynesiano.

A partir de este momento, se promueven cambios en la organización industrial, en la intensificación de la innovación tecnológica y de los modelos de automatización, en los procesos de descentralización productiva, en los grandes planes de adquisición y fusión, con una nueva proyección general para la aceleración de los tiempos de rotación del capital. Es decir, se producen fuertes innovaciones de proceso y de producto que se acoplan a un sistema diverso estatal-institucional de mediación político-social que tiene como objetivo el control extremo de la conflictividad de los trabajadores y del antagonismo social en general.

Tales procesos tienen la necesidad de realizar de manera diferente el ciclo productivo, un modo diferente de relacionarse con la fuerza-trabajo y de interpretar las dinámicas espaciales de la producción. Y todo esto es posible modificando el papel del Estado y desarrollando una nueva ideología para la acumulación. Así la rigidez de la última fase fordista se transformar en flexibilidad de los procesos productivos, flexibilidad del mercados del trabajo, flexibilidad de demanda. Todo esto permite que las amenazas por parte de los movimientos de los trabajadores al orden social capitalista, y los períodos de crisis ocasionados por procesos de superacumulación, puedan ser absorbidos, o por lo menos contenidos y dirigidos.

En los años 80 se ha verificado un sustancial cambio en la duración de los ciclos económicos. Se advierte, en efecto, que, mientras en el período posterior a la segunda guerra mundial el ciclo económico se caracterizaba por una duración aproximada de cinco años, a partir de 1980 la distancia entre dos períodos de recensión se ha prolongado a más de 10 años. Al mismo tiempo, se inicia un proceso dirigido a "adelgazar las empresas públicas y privadas" para facilitar la flexibilidad productiva.

En tal escenario se desarrolla el cuadro macroeconómico mundial de los años 90, (en particular en su segunda mitad) contemporáneamente caracterizado por tasas de crecimiento muy débiles del PIB, incluso en países como Japón que ha desempeñado una función primordial en relación al resto de la economía mundial. Una deflación creciente; una coyuntura mundial extremamente inestable, expuesta a sobresaltos monetarios y bursátiles; un aumento de las inversio-Page 47 nes, en particular de carácter financiero, que se han unido al crecimiento del desempleo y a su naturaleza tecnológica y estructural. Todo ello vinculado a la contención de los salarios reales, a la flexibilidad y precariedad del trabajo y de las condiciones de trabajo, casi medievales en muchos países en los cuales la mano de obra se encuentra explotada al máximo.

Se produce así, un aumento de la desigualdad de la renta y de las condiciones de vida, inclusive en países de capitalismo maduro. A esto se vincula también la marginalización de regiones enteras del globo que abarca desde el sistema de intercambios hasta una competencia internacional siempre más intensa. En el caso de los países de la OCDE, cerca de las tres cuartas partes de las operaciones de inversión en el exterior han asumido la forma de operaciones de adquisición y de fusión de empresas existentes o de cambio de la propiedad del capital existente, cambios a menudo seguidos de reestructuraciones del proceso y del producto, que han generado desempleo sin la creación de nuevos medios de producción. Donde se han realizado inversiones productivas, no necesariamente ha disminuido el desempleo, más bien al contrario. En muchos mercados, las tasas de concentración mundial son similares a las de hace treinta años, típicas de las economías cerradas.

Pero es precisamente en este cuadro en el que se inserta la línea conductora de la así llamada fase de la acumulación flexible, es decir la completa reorganización y cambio de reglamentación del sistema financiero mundial con renovaciones de instrumentos, de mercados, de intermediarios y con una descentralización de los flujos. Todo esto ha puesto en evidencia la necesidad de la estructuración de un único mercado mundial financiero y crediticio, telemático y virtual, haciendo surgir los grandes conglomerados financieros con un papel central de los inversionistas institucionales. El contenido efectivo de la así llamada globalización no es el resultado, por lo tanto, de la mundialización de los intercambios, sino de la mundialización de las operaciones de capital, tanto bajo la forma industrial como bajo la financiera.

Es entonces evidente que el contexto general de la llamada globalización se ha vinculado, aún más, a la dinámica específica de la esfera financiera, cuyo crecimiento sigue ritmos cualitativamente superiores a los de las inversiones productivas, del PIB o de los intercambios; éstos han sido factores que han alterado la situación económica, en particular a partir de los años 80. Estos cambios han afectado negativamente en especial a los países de las áreas con bajo y medio nivel de desarrollo, en particular a la Europa del Este y al Asia Central, zonas ricas en recursos petrolíferos y en gas; áreas enteras que deben enfrentarse a estos problemas bajo el chantaje de una guerra económica, y no sólo, entre los EE. UU. y la UE.

Son, de todas maneras, estos dos últimos bloques económicos los que imponen graves restricciones debido al peso aplastante de la deuda contraída por los Page 48países dependientes. En efecto, es precisamente a EE. UU. y a los países de la UE a los que estos países deben pagar muchos más intereses que el dinero recibido en préstamos, donaciones, inversiones (véase el caso de Argentina). Y el pago de una deuda tan grande obliga a los países del tercer mundo a saquear el medio-ambiente, malvender las materias primas, super explotar y destruir el patrimonio ecológico; en general a encadenarse a acuerdos neoliberales y a privatizaciones, con estándares sociales mínimos, capaces de atraer a los inversionistas extranjeros.

La ausencia de recuperación de la economía sobre todo de los años 90 en adelante es también debida a la siempre extrema desigualdad económica y social, ampliando la brecha de las condiciones entre ricos y pobres. Se trata de una prueba más del fracaso del mercado que, dejado libre y a la deriva, acentúa cada vez más las distancias existentes entre las clases sociales.

Es en este cuadro histórico político-económico donde hay que analizar e interpretar las características principales del post-fordismo encuadrado en el paradigma de la acumulación flexible. Características que se pueden esquematizar en las siguientes: una especialización flexible, una creciente volatilidad de los mercados, una reducción sustancial de la función de...

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