Los clientes

AutorDaniel Sanroque
Páginas83-96

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Cuando hablo de clientes no me refiero al abogado, ni a la compañía de defensa jurídica, me refiero a quien quiere poner una demanda. Habitualmente suelen ser personas que se consideran perjudicadas y reclaman sus derechos. Entre esa mayoría de personas bien intencionadas, existen unos personajes que vale la pena nombrar. Salen en televisión, crean asociaciones, escriben en diarios o a diarios.

Profesionales del litigio

Son bastante fáciles de reconocer. Cuando llevas un rato hablando con ellos, se relajan y empiezan a explicarte altercados, pleitos, demandas. Llevan sus derechos como estandarte. Hacen gala de sus conocimientos sobre aspectos

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legales. Dan su versión de los hechos y te indican cómo debes realizar tu trabajo.

Un caso paradigmático fue el de una señora que acudió a mí, no recuerdo cómo. Parecía un personaje extraído de alguna novela costumbrista, ambientada en los barrios bajos de alguna ciudad importante. Era de avanzada edad, pero iba muy maquillada. Los cabellos teñidos de un color rojizo, nada natural. Hablaba rápido y rápidamente comenzó a adularme. Vestía de forma extravagante y colorista. Vamos, una persona difícil de olvidar. Consultaba sobre una posible negligencia. No utilizó nunca el adjetivo «posible». Siempre se mostró convenida de que lo que causó la muerte de su hermana, mientras estaba ingresada en un hospital, fue la actitud de los médicos y enfermeras.

Me explicó una historia extraordinaria de intereses políticos, manipulaciones de información y maniobras en las sombras. Entraban desde las mojas del hospital hasta la peluquera de su barrio, pasando por los médicos. En resumidas cuentas que habían dejado morir, o habían matado, a su hermana en el hospital para que no hablara. Ella quería hacer justicia, así que precisaba mi informe para poner una

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demanda. Su novio, que trabajaba en la radio, daría publicidad al tema.

Estudié la historia clínica. La hermana de mi clienta padecía un trastorno psiquiátrico, motivo por el cual estaba ingresada en un centro de salud mental. Presentó un cuadro febril, vómitos, etc., por lo que fue trasladada a un hospital. Ante la agresividad que mostraba hacia el personal sanitario (se arrancaba las sondas y catéteres), se decidió utilizar medidas de contención física. La ataron a la cama. Incluso así se arrancó la sonda nasogástrica, que fueron incapaces de volverle a poner. Tras este episodio mi clienta llegó y le trajo comida del bar de al lado, para que no comiera lo que le daban en el hospital, pues temía que la envenenaran. La pobre mujer comió, vomitó, aspiró el vómito y se murió. Como es evidente rechacé el caso.

Le expliqué que no había negligencia. ¡Cómo se puso la buena mujer! No podía creerse que yo no encontrara ningún tipo de negligencia. Finalmente se calmó, guardó la documentación y sacó una nueva carpeta. Era la documentación para demandar a su dentista, por haberle realizado mal unos implantes. Sin dudar, rechacé hacer un nuevo estudio. Le reclamé mis honorarios y, como si se tratara

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de un ladronzuelo que se dedica a estirar bolsos, cogió la documentación, su bolso y salió corriendo de mi consulta. Nunca más la volví a ver, y eso que reclamé judicialmente el pago de mi factura. Nadie la localizó (agentes judiciales, policía municipal,…), ni se supo nada de ella (Seguridad Social, bancos,…).

Existen otros profesionales del litigio más normales. Son aquellos que simulan accidentes. Antes de dedicarme a la pericia, trabajé como médico asistencial, especialmente en servicios de urgencias. En esa época conocí...

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