Claves culturales y poéticas del soneto 1.XXI de los Sonetos a Orfeo

AutorDavid Pujante
CargoUniversidad De Valladolid
Páginas235-255
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Claves culturales y poéticas del soneto 1.XXI
de los
Sonetos a Orfeo
DAVID PUJANTE
UNIVERSIDAD DE VALLADOLID
Gracias al gran especialista español Jaime Ferreiro Alemparte, magnífico traduc-
tor de Rilke y autor del libro España en Rilke, podemos seguir detalladamente la
relación que existe entre el poema XXI de la primera parte de los Sonetos a Orfeo
y la ciudad de Ronda. Aunque el soneto no está escrito en la propia Ronda, es una
anécdota vivida en Ronda la que viene a ser origen de su escritura. Este soneto
correspondería, por tanto, a la alargada sombra que proyectó Ronda sobre la poe-
sía de Rilke, más allá de los poemas que surgieran en la propia Ronda como son el
caso de la Tri lo gí a es pañ ol a, Al áng el, Almendros en flor, Asunción de María (I y II),
Resurrección de Lázaro y Ariel, espíritu del aire. Compone también en Ronda casi
toda la Sexta elegía, completa el poema Ruedan perlas..., que había empezado en
Duino, y bosqueja algunos otros fragmentos. De todos ellos habla por extenso
Ferreiro en España en Rilke (páginas 145-226). Y él mismo tradujo los poemas
mencionados y figuran en su Antolog ía poética de la Colección Austral (páginas
126-128, 163-166 y 180-184).
En ese mismo libro, España en Rilke, Ferreiro Alemparte narra la anécdota
que origina el soneto XXI de la primera parte de los Sonetos a Orfeo y lo hace de
la siguiente manera:
El soneto XXI de la primera parte, titulado Canción infantil de primavera, es un ejem-
plo más del sincretismo religioso del poeta. La historia de este soneto es sumamente
interesante y curiosa, y merece que nos detengamos en ella. El 7 de febrero de 1922,
Rilke envía a Gertrud Ouckama Knoop —la madre de Wera, la muchacha muerta a
la que están dedicados estos poemas— el primer ciclo de los Sonetos a Orfeo. Al
enviárselos, el poeta nota ya la necesidad de sustituir «dos o tres» de estos sonetos,
entre ellos el soneto XXI, los cuales, como él mismo sospecha, no han tenido otra
función que servir de guía a la corriente de inspiración, pero que, una vez cumplido
ese objeto, habían quedado «vacíos».
Pues bien, dos días después, el 9 de febrero, le envía a Ouckama Knoop el soneto
que ha de sustituir al X XI, del que estaba descontento. Pero dejemos hablar al poeta
acerca del soneto que va a ocupar el lugar del repudiado:
«A propósito: me sigue produciendo harto disgusto el pensar en aquel soneto
XXI, el poema “vacío, en el que aparece la palabra “transmisiones” (“Oh, lo nuevo,
amigo, no es esto”)... Por favor, sustituya al punto ese soneto, pegando encima esta
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canción infantil de primavera que he escrito hoy, la cual enriquece mejor el tono del
conjunto, y que, como “pendant, tampoco hace mal papel al lado del exvoto del caba-
llo blanco.
»Esa cancioncilla que me brotó hoy por la mañana al despertar, ya lista en sus
ocho primeros versos, e inmediatamente después el resto, se me antoja la interpre-
tación de una “misa”, sí, de una misa real, como acompañada del sonido alegre de
guirnaldas: el coro de niños del convento de una pequeña iglesia de monjas de
Ronda (en el Sur de España) la cantaba con una letra para mí desconocida, pero en
este mismo ritmo de danza; la cantaban los niños, aún la estoy oyendo, al son de
tamboril y triángulo. ¿No le parece que se acomoda, si se quiere, a aquellos nexos
de los Sonetos a Orfeo: como el tono primaveral más rutilante que hay en ellos? (Yo
lo creo así).»1
¿A qué misa real se refiere Rilke? ¿A qué tipo de música, que se escucha en
un recinto sagrado pero tiene ritmo de danza, tocada con tamboril y triángulo,
y que la cantan unos niños? ¿En qué pequeña iglesia de monjas de Ronda la
pudo escuchar?
Ferreiro persigue en la correspondencia de Rilke algún elemento que pueda
dar respuesta a estas preguntas. Cree encontrar la fecha de la misa oída en Roda
en una carta que años después, en 1922, y en la festividad de los Reyes Magos, el
poeta dirigió a la condesa Sizzo:
Desde que una vez, hace años, en el invierno que pasé en España, tuve ocasión de
participar en la solemnidad del Día de Reyes, allí, donde la Navidad transcurre casi
desapercibida —a excepción de la misa del gallo—, mientras que la fiesta que hoy se
conmemora es la destinada propiamente al reparto de los regalos con todas sus ra-
diantes sorpresas, desde entonces no dejo pasar nunca este día sin poner en él un
acento más solemne. Permítame, pues (para seguir siendo fiel a este propósito), so-
lemnizar hoy la fiesta de los Reyes Magos, en tanto que mi pluma se dispone a darle
las gracias por su afectuosa carta llegada ayer a mis manos.2
Que a Rilke le sorprendió la importancia que se daba en España a la festividad
de los Reyes, queda claro en la carta; así como la asunción de esta festividad para
su personal calendario religioso. No vemos tan claro que de estas palabras se pue-
da sacar lo que deduce Ferreiro, que «ante tan solemne declaración ya no resta
ninguna duda para afirmar que la “misa real”, que inspiró el soneto XXI, no pudo
tener lugar sino en Ronda el día 6 de enero de 1913».3
Que la festividad de los Reyes lo impresionó y la convirtió a partir de en-
tonces en festividad importante para él, no cabe duda como hemos dicho, pero
1. Jaime Ferreiro Alemparte, España en Rilke, Madrid, Taurus, 1966, pp. 298-299.
2. Ibídem, p. 300.
3. Ibídem, p. 300.
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