Clausura

AutorFidel Ferreras Alonso
CargoDirector General del INSS
Páginas275-278

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Buenos días a aquellos que esta mañana no nos hemos encontrado. Creo que debo ser breve, tanto porque se trata de una clausura, como porque ya seguramente habréis agotado toda vuestra capacidad de aguante en este curso. Tampoco me voy a dedicar a hacer un resumen del curso entre otras razones porque no he asistido a él.

Como os podéis imaginar, teniendo en cuenta que la Seguridad Social no es un producto acabado, sino un proceso en contínua transformación, se siguen aún produciendo reformas en Europa durante estos últimos años. No se trata de que miméticamente se copien aquí, en España, aquellas reformas que se están haciendo en la Europa comunitaria, esas reformas europeas nos pueden servir de ejemplo teniendo en cuenta, en primer lugar, el Sistema de Seguridad Social en donde se han hecho esas reformas, para que no nos pase o incurramos en un proceso de rechazo de transplante y, al final, el enfermo se muera. Las reformas válidas son las que se producen en un contexto de sociedad que ha ido evolucionando junto con la propia Seguridad Social que está funcionando y en marcha y que, como tantas veces se ha dicho, son producto de la evolución histórica, cultural y social. Por consiguiente, el transplante mimético de las reformas hechas nunca es aconsejable. Sí es cierto que hay que estar, y seguir estando, atento a lo que está sucediendo en Europa respecto de los Sistemas de Seguridad Social, pero no hasta el extremo de que copiemos inmediatamente todas esas modificaciones. Un ejemplo de ello, es decir, respecto de la atención que se le debe de prestar, es lo que se refiere al Sistema sueco, que pueden resultar muy atractivas sus últimas modificaciones del Sistema, pero ha ido discurriendo ya desde el inicio y origen del Sistema por unos cauces totalmente distintos al español, aunque ahora parece que se está acercando, más o menos, a lo que entendemos por Sistema mixto situado en los modelos bismarkiano y bewerigiano. Sigue siendo, en cualquier caso, muy distinto a pesar de ese acercamiento pero en cualquier caso interesante en alguno de sus aspectos: en efecto, se ha establecido en ese nuevo modelo sueco de Seguridad Social una cotización del 16'5% sobre los salarios que va destinado a financiar la pensión de jubilación y, además, otro 2%, también sobre los salarios, para financiar un sistema de capitalización, sui géneris pues aunque es obligatorio este último, igual que el primero, es el propio ciudadano el que elige qué fondo es el que debe de gestionarlo, y si no lo decide es el Fondo de Pensiones Público creado al efecto el que va a gestionar ese capital acumulado, derivado de la cotización del 2% sobre los salarios de los trabajadores. Como podéis apreciar, no es de fácil implantación en España una reforma de este tipo, pero sí al menos considerar que hay movimientos de reforma que se acercan a las características típicas de los modelos contributivos y abandonan, en parte, las características del modelo universal, tan típico de los modelos escandinavos.

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He oído en la tarde de ayer algunos comentarios y algunas de las discusiones que se han ido planteando a lo largo de este curso y que se centran en el envejecimiento de la población en todos los países de la Unión Europea y, por supuesto, también en España. Es cierto, y así parece ser, que se está convirtiendo en el centro de discusión de los Sistemas públicos de Seguridad Social. Según los últimos estudios, ese envejecimiento de la población y sus efectos demográficos se van a hacer sentir también en España en tiempos más tardíos que los que se está produciendo en Europa. Por ello, sí parece muy conveniente el seguir estando atentos a las reformas que se están produciendo en Europa, que muchas de ellas tienen como origen y traen como consecuencia el efecto demográfico, o lo que se ha venido a llamar el envejecimiento de la población. No se trata tanto de copiar las medidas, sino qué tipo de medidas y qué intensidad tienen para neutralizar los efectos y los costes derivados de ese envejecimiento. Esta discusión sobre los efectos y el impacto demográfico en los sistemas públicos de pensiones parece que está tapando la vieja discusión sobre si los sistemas deben estar acomodados a los determinismos de los mercados y a la discrecionalidad de la política. El determinismo de los mercados se refiere a los sistemas de capitalización y la discrecionalidad de la política al modelo de reparto. Parece, afortunadamente, que esa discusión está siendo en cierta manera olvidada, y ahora el ataque a los sistemas viene derivado del problema del envejecimiento de aquellas sociedades que basan su sistema de protección social en el modelo de reparto. Ahora bien, parece que para esos que critican que el envejecimiento solo tiene efectos negativos respecto de los modelos de reparto y, sin embargo, no resultan afectados los sistemas de capitalización, tal afirmación resulta ser totalmente errónea como así lo demuestran los estudios científicos realizados al efecto.

Quiero detenerme en aquellas cuestiones relacionadas directamente con la cuestión demográfica y su importancia respecto de la evolución de los sistemas públicos basados en el modelo de reparto. El aspecto clave de la evolución demográfica, -cuestión demográfica-, no es la fecundidad, sino la mortalidad, -esperanza de vida-. La esperanza de vida es el aspecto clave de la evolución demográfica. Los modelos de reparto, para que funcionen normalmente bien, hacen sus cálculos en el reparto de la población protegida en tres estratos: un estrato de 0 a 29 años, otro de 30 a 60 y por último más de 60. En tanto en cuanto se mantenga ese equilibrio generacional dentro del sistema, es probable que el sistema no llegue a tener problemas demográficos. Se suscitan tales problemas en aquellos momentos en los cuales se rompe y los porcentajes de los tres estratos se desequilibran de tal manera que el número de personas que percibe prestaciones sociales (jubilación) alcanza magnitudes no calculadas previamente para el equilibrio del sistema. Esa situación se agrava aún más si además la tasa de natalidad es tan baja que también el porcentaje de personas que, aun sin ser cotizantes, pueden serlo en el futuro, ha sido reducido. Por supuesto, estamos hablando de que la tasa de actividad de aquellos que están en edad de trabajar, generalmente entre 29 y 60 años, no se mantiene estable o incluso se reduce. Lo que está sucediendo actualmente en España es un incremento de la tasa de actividad pero, una baja tasa de natalidad y un aumento de la esperanza de vida que hace que los actuales pensionistas sobrevivan más años a la edad de jubilación y la Seguridad Social tiene que hacer frente a los gastos generados por esa mayor esperanza de vida. Cuando ese equilibrio generacional se rompe es necesario que los modelos adopten medidas que corrijan esas disfuncionalidades. Esa es, precisamente, la pretensión del reciente Acuerdo firmado en España entre los interlocutores sociales y el gobierno y que se derivan de lo que hoy conocemos como Pacto de Toledo.

Las inmigraciones suelen aportar aire fresco a los ingresos por cotizaciones a laPage 277 Seguridad Social. En efecto, los inmigrantes generalmente llegan en edad de trabajar y ni producen un incremento del gasto en la etapa de 0 a 29 años, ni tampoco están en la fase de percepción de prestaciones sociales a partir de los 60. Esto significa que el porcentaje del equilibrio favorable al mantenimiento de la viabilidad del sistema resulta ser beneficioso. España en este sentido es un ejemplo de ello. En un corto período de tiempo, España ha recibido un número muy importante de inmigrantes y la tasa de actividad de éstos es mayor que la tasa de actividad de los nacionales en las mismas franjas de edad. Existe mucha controversia en relación con la inmigración y las causas que la producen: algunas tesis mantienen que la inmigración se produce, entre otras razones, porque la economía del país de inmigración crece a buen ritmo y existe una fuerte desigualdad económica entre el país de emigración y el de inmigración. Sea como fuere, lo cierto es que la inmigración tiene efectos favorables, no solamente para la Seguridad Social del país de inmigración, sino también para su economía, para la formación del stock de capital y crecimiento económico. Sin embargo, no debe de olvidarse que la inmigración no es la solución al problema demográfico, pues esas personas van a generar derecho a prestaciones dentro de 15 o 20 años. Actualmente en España hay aproximadamente un 10% de cotizantes extranjeros al sistema público de protección social, es decir 1.800.000 personas. No se sabe con certeza, y, sería probablemente una aventura, pensar que todo ese colectivo vaya a generar derecho a pensión de jubilación en España, pues para ello, como todos vosotros conocéis, es necesario haber cotizado previamente 15 años. La evolución del mercado de trabajo, según la experiencia en otros países, a los primeros que afecta es a los inmigrantes. Por otra parte, hay también que señalar, sin embargo, que aunque no se acrediten los 15 años de cotización, debido a la tupida red de convenios internaciones que existen en España con otros países, se va a garantizar en muchas ocasiones que las cotizaciones efectuadas por períodos inferiores a 15 años no se pierdan, siempre y cuando el trabajador inmigrante haya cotizado previamente en su país a la Seguridad Social. Eso probablemente no siempre será posible, pues en muchas ocasiones en los países de origen, en donde se produce la emigración, no existen sistemas públicos de pensiones similares a los existentes actualmente en España y en Europa. No es el momento de hacer un análisis más profundo, pero todo ello dependerá de la pirámide de edad de los trabajadores inmigrantes en España, la pirámide de los cotizantes a la Seguridad Social, la masa de cotización de esos trabajadores, etc.; esa información detallada y las perspectivas del mercado de trabajo son las que ayudaran a conocer con más detalle cuál es el impacto favorable actual respecto de los ingresos, y cuál es el impacto de los gastos a largo plazo (en pensiones especialmente de jubilación).

Hay otra cuestión que también ha recorrido el Seminario y es la que se refiere a la tasa de actividad de los hombres y mujeres en España. Produce una cierta frustración que por una parte se reclamen más altas tasas de actividad, incluso así se decía por parte de la representación empresarial y por la representación sindical, y por otra parte, estemos permanentemente observando que estamos en la misma tasa de actividad que hace algunos años y respecto de las personas en franjas de edad comprendidas entre los 53-55 años hasta los 65, esa tasa de actividad no supera el 50% aproximadamente. Esta situación no es ni buena para la sociedad en su conjunto, ni para el sistema público de protección social, pues se está desperdiciando la importante experiencia laboral de ese colectivo de trabajadores mayores de 50-55 años, la frustración se produce precisamente porque se está observando cómo por una parte se reclama mayor formación para los trabajadores, mayor experiencia de ellos y, por otra se está despreciando eso que ya existe en los mayores de 50 años de edad. Parece como si la sociedad industrial clásica se encontrara actual-Page 278mente en repliegue y decadencia. Parece igualmente que hoy se valora por la sociedad y por la economía la capacidad permanente de poder aprender, e igualmente si esa capacidad no ha alcanzado la mejor virtud no vale nada, precisamente por ello es por lo que se produce la frustración, por esa realidad de no incrementar la tasa de actividad de esas personas con una importante experiencia laboral. Evidentemente al sistema público de protección social le favorece enormemente que se incremente la tasa de actividad precisamente en esa franja de edad, de ahí que en el Acuerdo firmado por los interlocutores sociales y el gobierno se haga especial hincapié y se favorezca económicamente el mantenimiento y el incremento de la tasa de actividad para ese colectivo de trabajadores, y no se haya modificado la edad legal de jubilación, como así ha sucedido en otros países, por ejemplo, en Alemania, en donde se ha pasado de 65 a 67 años de edad con un período transitorio muy amplio, comienza en el año 2012 y termina en el año 2029. O, en Suecia donde se ha introducido en la fórmula de cálculo de la pensión de jubilación, el llamado «factor demográfico», es decir que partiendo de la edad legal, en un momento determinado, aquélla se va incrementando en la medida en que se produzca un aumento de la esperanza de vida. Cualquiera de esas soluciones suscita una vieja discusión: quién tiene que pagar esa prolongación de la vida laboral, los actuales cotizantes que ven mermada su pensión de jubilación, si no se jubilan a la nueva edad legal o, debe de tener esa nueva regulación forma y efecto sobre los que ya no son cotizantes o, los muy cercanos a esa nueva edad legal de jubilación. Los jóvenes cotizantes a la Seguridad Social, según se opte por una u otra solución, pueden tener que llegar a soportar más coste para financiar las prestaciones que los que ahora ya no lo son. A largo plazo podría generar una desilusión de la juventud en la formación y configuración de los sistemas públicos y, ese suele ser un tema latente y una vieja discusión del reparto de responsabilidad intergeneracional y de responsabilidades entre los jóvenes y mayores. Ese equilibrio nunca suele ser fácil de determinar. Por último, y haciendo referencia a la edad de jubilación, es también una constante preocupación que la edad legal suele ser siempre más alta que la edad real de jubilación, lo cual nos induce a pensar que, o bien los incentivos para la prolongación de la jubilación son aún insuficientes, o bien los ciudadanos valoran más el disfrute del tiempo libre y de ocio.

Y ya, por último y para terminar, las reformas emprendidas no son «reformas para una crisis», ni derivada, ni auspiciada por una situación de crisis de la Seguridad Social sino que deben de enmarcarse dentro de las adaptaciones necesarias para asegurar el futuro y posponer los efectos demográficos y sociales y sus repercusiones en el sistema de protección social en España. No puede en ningún caso hablarse de una situación de incertidumbre en la Seguridad Social cuando la relación activo/pasivo se sitúa actualmente en el 2,7% aproximadamente y el número de cotizantes está cercano a alcanzar los 19 millones.

Para finalizar desearos que tengáis un buen regreso y que paséis unas buenas vacaciones de verano.

Muchas gracias.

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