Empleo y ciudadanía. Propuesta de debate para una relación en la encrucijada

AutorGorka Moreno Márquez
CargoProfesor del departamento de Sociología de la E.U. de Trabajo Social de Vitoria. UPV/EHU
Páginas183-202

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1. Introducción

A lo largo de este artículo se va a profundizar en la relación que se ha dado, se da y se puede dar en el futuro entre ciudadanía y empleo. En la época del empleo fordista en los países más avanzados este nexo se ha dado casi de forma automática y perfecta, posibilitando así una sociedad en la que la gran mayoría de las personas tenían garantizadas unas condiciones materiales mínimas y la sociedad se regía por unas pautas basadas en la seguridad y la certidumbre. Con los cambios acontecidos en el mundo del trabajo y el empleo esta relación parece que está sufriendo en la actualidad una importante erosión. De este modo, en muchas ocasiones, parece percibirse que la descripción de la pauta social de empleo actual se contrapone al modelo que se daba hace unas décadas. Partiendo de este contexto, se va a hacer especial hincapié en torno a las propuestas o perspectivas que se vislumbran en la actualidad acerca de este binomio.

Para ello, se van a plantear tres opciones de cara al futuro. La primera, sería la de mantener la relación entre empleo y ciudadanía tal y como es en la actualidad. Este discurso se encuentra sobre todo en el discurso neoliberal y también entre las personas que defienden la vigencia de la centralidad hegemónica del empleo dentro del conflicto social moderno (Dahrendorf, 1990). La segunda opción que va a presentarse es la de la flexiseguridad, entendida ésta como un modelo que matiza en gran parte la propuesta anterior y que plantea la necesidad de reconstruir el marco de las relaciones laborales en un contexto social y económico que ha sufrido importantes cambios. En tercer lugar, se va a profundizar sobre la Renta Básica de Ciudadanía, que propone la garantía de unos ingresos mínimos al conjunto de la ciudadanía, sin tener en cuenta si tiene relación con el mercado laboral o si se es rico o pobre. Dicho de otro modo, que la renta sea también un derecho de ciudadanía de carácter universal. Como puede observarse, esta tercera propuesta rompe de forma más o menos parcial con la relación existente entre empleo y ciudadanía.

Con respecto a la estructura del artículo, en un primer momento se va a presentar la relación existente entre empleo y ciudadanía y la evolución histórica que se ha dado de la misma hasta llegar al contexto actual. Para ello, se van a presentar de modo contrapuesto, las principales características que han regido la época dorada del Estado del Bienestar -desde mediados de la década de los 40 hasta principios de los 70 más o menos- por un lado; y el modelo actual, en el que la precarización laboral ha hecho que la relación entre empleo y ciudadanía entre en crisis. Page 184

En un segundo momento, se van a presentar las principales propuestas que en torno a este debate pueden encontrarse. Como ya se ha apuntado, se ha optado por diferenciar tres diferentes respuestas: mantener la relación existente tal y como se da en la actualidad; la propuesta de flexiseguridad; y por último, la Renta Básica de Ciudadanía. Se hará una breve descripción de cada una de ellas y se pondrán en relación con el tema central del artículo. Debido a la extensión de este trabajo, la descripción de las diferentes propuestas será de carácter general e introductorio, por lo que en algún caso puede ser que los diversos temas no se traten con la profundidad necesaria como para llegar al detalle.

Finalmente, en un tercer apartado, y a modo de resumen y conclusión, se presentarán las principales resultados de este artículo y se planteará una propuesta de debate en torno a la relación entre las tres opciones, en la que se subrayarán las posibilidades de intentar buscar puntos de encuentro y síntesis entre ellas, para así poder seguir avanzando en el debate e intentar evitar ciertos debates que pueden llegar a ser más o menos estériles.

2. Ciudadanía y empleo: una relación en entredicho

En los dos últimos siglos el concepto de ciudadanía ha conformado el núcleo fundamental de las sociedades modernas y ha articulado la relación entre el entramado social y político. De esta manera, la base del contrato social de la modernidad puede decirse que se sustenta en el concepto de ciudadanía, que da forma y contenido al nexo entre la persona -ciudadano/a- y el Estado, es decir entre lo individual y lo colectivo (Balibar, 2003). Este concepto toma relevancia sobre todo en el Siglo XX (Roche, 1992), sobre todo de la mano de Marshall y su definición de la ciudadanía, en la que junto a los derechos civiles (Siglo XIII) y políticos (Siglo XIX) incluye también los sociales (Siglo XX), que conforman lo que podemos considerar como la triada de los derechos de ciudadanía (Marshall, 1998) y que conforman realmente un distintivo en el proceso de modernización de los países de Europa, sobre todo en lo tocante al elemento social (Therborn, 1995).

Los derechos sociales se conforman, de este modo, en el eje del desarrollo de los Estados del Bienestar europeos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, ya que ofrecen una cobertura material a los derechos formales -civiles y políticos- y hacen que el Estado participe de forma activa en el bienestar material de la sociedad (Harris, 1990, Mota, 1996). En la mayoría de los países europeos esta perspectiva se ve sancionada normativamente a través de las diferentes Constituciones que se aprueban en los años posteriores al fin de la guerra: Fran cia (1946), Italia (1948), República Federal Alemana (1949), etcétera (Contreras, 1996). En este contexto, el empleo -trabajo asalariado-, la pauta de empleo fordista para ser exactos, toma un papel fundamental, ya que va a ser el Page 185 elemento que posibilita el nexo ya citado entre lo individual y lo colectivo. De igual forma, se convierte en la puerta de acceso y en el garante de los derechos sociales de ciudadanía. De este modo, ciudadanía, empleo y Estado del Bienestar van a ser tres conceptos que van a ir de la mano a partir de mediados del Siglo XX.

2.1. La edad de oro de la relación entre empleo y ciudadanía

El empleo que se desarrolla en esta época es un empleo basado en la certidumbre y la seguridad y en la que la distribución sexual del trabajo es muy marcada (Watson, 1995). Se suele empezar de muy joven en una fábrica o taller como aprendiz o peón y frecuentemente la trayectoria profesional finaliza en la edad de jubilación. Si a ésto se le añade que en el periodo de posguerra en muchos países de Europa se dan situaciones en las que el desempleo muestra porcentajes muy bajos -pleno empleo-, todo ello hace que el empleo sea visto como algo generalizado y vitalicio (Handy, 1986). Esta amplia vida laboral lleva lógicamente a largos periodos de cotización, que conllevan en la mayoría de los casos unas prestaciones sociales amplias y de calidad.

Unido a lo anterior, en este esquema quedan muy bien delimitadas las diferentes fases vitales. Una primera formativa, que suele ser breve en el tiempo. Posteriormente, viene la época de relación con el empleo, que es la más larga en el tiempo y finalmente se sitúa el periodo de jubilación. El tránsito de una fase a otra se hace de forma automática, natural y lógica. Como puede pensarse, un desarrollo como éste, unido a la seguridad de un empleo y a un desempleo que es excepción, hace que la certidumbre sea un rasgo definitorio del modelo.

La trayectoria laboral suele ceñirse a la jornada de 8 horas, durante cinco días a la semana y 11 meses al año a lo largo de un periodo que puede rondar los 40-45 años y, que por lo tanto, ocupa gran parte de la vida. En general, se suele trabajar en un mismo lugar de trabajo y siempre en el mismo oficio. Como puede observarse, el empleo va a ser un elemento muy importante, ya que ofrece seguridad económica a través del sueldo y seguridad social a través de las prestaciones sociales -periodos de desempleo, bajas, pensiones, etc.-. Pero también ofrece seguridad personal a través de una identidad basada en el oficio y las relaciones sociales en el puesto de trabajo.

Por lo tanto, la seguridad no se da tan sólo en el ámbito laboral. En la propia evolución vital el empleo se convierte en la columna vertebral del devenir personal, familiar y social. Así, se comienza con un sueldo bajo que poco a poco va mejorando (Fitoussi, 1996). Y al igual que las mejoras laborales se va dando también una mejora vital, de tal modo que «se empieza de peón o de aprendiz y uno llega a ser encargado de sección en un sector de la fábrica. Del mismo modo, se empieza en una casa cochambrosa y vieja y se acaba en un piso dotado de electrodomésticos y comodidades varias» (Moreno, 2003: 205). Page 186 En definitiva, el empleo se convierte en el hilo conductor de las narrativas vitales de la mayoría de las personas en la modernidad y ofrece una pauta a seguir de carácter lineal, progresivo, ininterrumpido y ascendente.

Como puede pensarse, en un contexto como éste la relación entre empleo y ciudadanía se conforma siguiendo las pautas del círculo virtuoso, en el que el empleo es de por vida cual si fuera un matrimonio de los de viejo cuño. Esta realidad hace que el futuro aparezca como una sucesión de acontecimientos lógicos y predecibles y en los que la seguridad y la certidumbre, a través principalmente del empleo y los derechos sociales, establecen un marco estable en el que el mañana siempre va a ser...

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