La ciudad inteligente: un concepto en disputa

AutorAlejandra Boni Aristizábal/Aurora López-Fogués/Álvaro Fernández-Baldor Martínez/Gynna Farith Millan Franco/Sergio Belda-Miquel
Páginas15-25

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En los últimos diez años, el concepto de smart city o ciudad inteligente ha pasado a formar parte de los planes y estrategias de empresas, Gobiernos y medios de comunicación. El término se utiliza para referirse, por un lado, al uso de tecnologías de la información y la comunicación (TIC) como herramienta para estimular el desarrollo económico de las ciudades y, por otro, a la extensa incorporación de tecnologías en forma de datos, apps o software en el tejido de las ciudades para mejorar la gestión urbana (Kitchin, 2015). Tras una evolución de los términos wired cities (ciudades cableadas) (Dutton et al., 1987); cybercities (ciberciudades) (Graham y Marvin, 2001); digital cities (ciudades digitales) (Ishida e Isbister, 2000); y smart cities (ciudades inteligentes) (Komninos, 2002), el de smart city ha pasado a ser el más extendido (Stratigea et al., 2015).

Sin embargo, no existe una única definición de ciudad inteligente, ni de cuáles son sus objetivos o los actores más relevantes. Algunas de las definiciones más citadas la describen y analizan como:

Todos los asentamientos urbanos que hacen un esfuerzo consciente para aprovechar el nuevo escenario de la tecnología de la información y comunicaciones de una manera estratégica, buscando alcanzar la prosperidad, la eficacia y competitividad en múltiples niveles socioeconómicos

(Angelidou, 2014:S3).

Una ciudad donde las inversiones en capital humano, social, de infraestructuras y tecnologías de comunicaciones modernas impulsan el crecimiento económico y la calidad de vida, con una gestión racional de los recursos naturales, a través de la gestión y gobierno participativos

(Caragliu et al., 2011:70).

Otras definiciones ponen el acento en el capital humano como motor de la smart city. Las tecnologías de la información y la comunicación no son capaces de transformar una ciudad por sí solas; hace falta el capital humano y, por ende, fomentar la capacidad de una ciudad para el aprendizaje y la innovación (Burger-Helmchen, 2015).

La literatura académica ha identificado y aportado, desde el análisis de discursos de ciudades dominantes como Londres, Nueva York, Barcelona y Singapur, elementos en

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común o características de la ciudad inteligente. Por ejemplo, Stratigea (2012) realiza una división en función de tres áreas sobre las que la smart city se asienta: medios de comunicación (en relación a la infraestructura), procesos (entendiéndolo como las sinergias que ocurren entre actores por medio de redes) y objetivos (en función de qué persigue la ciudad inteligente). Angelidou (2014) clasifica la smart city pensada en función del desarrollo urbano y propone cuatro escenarios que deben ser tenidos en cuenta. Estos son: el ámbito donde se va a realizar (economía, salud, etc.); si se parte de una ciudad nueva («desde cero») o de una ya existente; la infraestructura a elegir (si estará centrada en capital físico y material o más bien en capital social-humano), y el área geográfica y la extensión sobre las que se quiere desarrollar (nacional, regional, municipal o en un barrio en concreto).

En función de estas categorías, Angelidou (2014) identifica ciudades que han adoptado estrategias de smart city y le han dado su propio enfoque, como Barcelona, con proyectos de participación ciudadana impulsados a nivel de barrio; Malta, con su proyecto nacional de ciudad inteligente; Songdo, en Corea del Sur, construida desde cero desde la óptica de la ciudad administrada y controlada por y desde sensores, o Río de Janeiro, con la instalación de infraestructura tecnológica para el monitoreo de datos y la predicción en el área de movilidad y seguridad.

En vista de la gran variedad de enfoques y definiciones disponibles en la creciente literatura, en este libro agrupamos y presentamos cuatro aproximaciones a la ciudad inteligente que emergen de los diferentes discursos y prácticas analizados para este estudio. Esta clasificación no es exhaustiva y no pretende ser exclusiva; al contrario, reconoce la diversidad del tema y apunta a evidenciar la disparidad de los discursos que se generan alrededor del término y, por ende, las políticas asociadas a este. Las cuatro formas de en-tender los actuales discursos de la ciudad inteligente son:
1) Tecnocrática
2) Creativa
3) Sostenible
4) Participativa

Esta clasificación también responde a la necesidad de poner énfasis en las visiones sobre la ciudad inteligente en función de sus objetivos, los actores principales y los procesos que se desencadenan. Por ejemplo, la literatura académica cuestiona si la ciudad inteligente es realmente una agenda de desarrollo urbano sostenible o simplemente una visión que cree que al sembrar más tecnología en las ciudades los problemas desaparecerán. Por otro lado, la literatura institucional la valida como la herramienta que permite mejorar procesos de participación ciudadana, ser más eficientes en la provisión de servicios e, incluso, ser más transparente con el erario público. Existen, como vemos, diferentes maneras de entender la ciudad inteligente, y lo que aquí proponemos es una sencilla caracterización para describir las visiones en disputa y poder comprender mejor las aproximaciones participativas a la ciudad inteligente, que es donde ponemos el énfasis en esta investigación.

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2.1. La ciudad inteligente tecnocrática

Este enfoque suele ser el más dominante en el discurso y se basa en la idea de que las agendas de desarrollo de ciudad que cuentan con datos actualizados son más inteligentes porque son más eficaces, con fiscalidad organizada y capaces de atraer empresas, puestos de trabajo, capital humano, ahorros y, en definitiva, alta productividad y competitividad (Caragliu et al., 2011; Hancke et al., 2013). En este escenario, la ciudad inteligente es un espacio que se puede controlar, administrar y regular en tiempo real utilizando la infraestructura de las tecnologías de información y comunicaciones y la computación ubicua (Townsend, 2013). Bajo esta premisa se enmarca el gran número de artículos científicos e informes de organismos y Administraciones (por ejemplo, en España Fernández Güell, 2015; en Europa, Caragliu et al., 2011, o en Latinoamérica, Patiño, 2014). También documentos técnicos o políticos de la Comisión Europea, de la OECD y de organismos internacionales complementan este cuerpo de literatura (por ejemplo, Government Office for Science, 2016, u OECD, 2013).

Esta visión tecnocrática (Kitchin, 2013) de la ciudad inteligente domina el imaginario de algunos gobernantes y, sobre todo, de grandes empresas tecnológicas como IBM, Cisco o Telefónica en el caso español. Según March (2016), el oligopolio tecnológico español realiza partenariados público-privados para diseñar las ciudades inteligentes en España. Como ejemplos de documentos clave tenemos Análisis de las Ciudades Inteligentes en España» (2011), realizado por International Data Corporation (IDC) y patrocinado por empresas de telefonía y banca, o el Libro Blanco español Smart cities: la transformación digital de las ciudades» (2015), dirigido por el Centro...

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