La ciudad como ámbito de la cortesanía. Sor Juana y la ceremonia ritual

AutorMaría Águeda Méndez
CargoEl Colegio De México
Páginas33-47
243
La ciudad como ámbito de la cortesanía.
Sor Juana y la ceremonia ritual
MARÍA ÁGUEDA MÉNDEZ
EL COLEGIO DE MÉXICO
La sociedad cortesana en la Nueva España
En una sociedad cortesana, tenía mucho sentido ser un duque, un conde,
un privilegiado en la corte, para cada uno de los que detentaban estas posi-
ciones. Toda amenaza contra la posición privilegiada de alguna casa, así
como contra el sistema de los privilegios escalonados en general importaba
un peligro para aquello que daba valor, significación y sentido a los hom-
bres de esta sociedad, a sus propios ojos y a los de aquellos que frecuenta-
ban y cuya opinión les interesaba [Elias, 104].
Si bien el sociólogo Norbert Elias se refería al Ancien Régime francés, en una
colectividad absolutista como era la novohispana, la cita resulta sumamente re-
presentativa y muy cercana a la realidad de la ciudad de México en el siglo XVII.
Las clases altas de los estamentos privilegiados de la comunidad regían y condu-
cían la vida cotidiana de los grupos menos favorecidos, pues con la conquista se
habían importado instituciones y reglamentaciones que dirigían la diaria con-
ducta, tanto civil como religiosa. Sin ir más lejos, la imposición de una religión
única, monoteísta —considerada la única verdadera—, bajo la enseñanza, con-
ducción y vigilancia de las órdenes eclesiásticas regulares y seculares, amén de la
implantación del aparato eclesiástico-político inquisitorial mantenían el orden
en todos los sentidos. Sin olvidar, desde luego, que todos estaban supeditados a la
autoridad real.
Si bien la corte virreinal no podía aportar ni con mucho lo lujoso, grande y
suntuoso de su contraparte originaria española, la relación entre los cortesanos
o la del representante del rey con ellos que se daba en la Nueva España, como
apunta Elias, «estaba determinada, en última instancia por condicionamientos
que los individuos concretos, incluido el rey, consideraban inalterables» (192).
Además, se daba una relación de interdependencia, pues unos necesitaban de
los otros para sobrevivir y que marcharan bien y con orden las distintas comu-
nidades.
Lo que buscaban los miembros de las clases altas, como bien explica José María
Pérez Gay, era «la posibilidad de una existencia que correspondiera a su prestigio
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