‘El caso Roquetas’: algunas enseñanzas

CargoAbogado
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En el caso del Cuartel de la Guardia Civil de Roquetas, hay algo que ya es irremediable: la muerte de Juan Martínez Galdeano. Con independencia de cuál sea el resultado final de la causa, podemos sacar todos algunas conclusiones para que en el futuro hechos como éstos no se repitan.

Primera

Con alegría damos la bienvenida a los recién conversos al culto de la presunción de inocencia del que por supuesto de él gozan todos y cada uno de los Guardias Civiles imputados en el caso.

Este contento es aún mayor por cuanto no se encuentran lejanas en el tiempo las feroces críticas que algunas asociaciones de guardias civiles hacían a los tribunales.

Tan injustas censuras se justificaban en que éstos absolvían, por falta de pruebas, a los acusados de delitos contra la salud pública. Olvidaban que las sospechas no son pruebas. Esperemos que la nombrada presunción nos acoge a todos y no sólo a los de su mismo uniforme.

Segunda

Puede llamar la atención que el principal implicado en el suceso haya sido objeto al menos de dos denuncias por malo tratos sin que ello le haya supuesto minguna consideración especial ni de los tribunales ni del fiscal ni de sus superiores.

Según se oyó al Sr. Ministro, el juzgado encargado de tramitar una de las denuncias pidió un informe al mismo acuartelamiento donde el teniente denunciado ejercía de comandante de puesto. O bien éste tenía una extraordinaria capacidad de convicción o bien aquél tenía una flaca voluntad de averiguar lo sucedido.

A quienes acudimos con asiduidad a los tribunales, nada de lo anterior nosPage 25extraña. No son pocas las veces que con asombro asistimos a testificales de miembros de las fuerzas de seguridad que ofenden las entenderas del más bruto de los mortales.

Quien fue detenido y después resultó lesionado se convierte de pronto en un titán capaz de agredir con la sola ayuda de sus manos a un nutrido número de agentes provistos de su armamento reglamentario.

Este hecho, por lo general, casi nunca ocurre en la vía pública o en presencia de espectadores ajenos al suceso. ¡Cuántas veces hemos escuchado que el inoportuno resbalón provocase el disparo fortuito! Y, si es ésta una posibilidad que no hay nunca que descartar, lo que asombra es siempre el letal resultado.

Este estado de cosas nos puede llevar a tener la falsa impresión de la existencia de un amplísimo margen de impunidad. Así se explica que un oficial de la Guardia Civil se atreva, en presencia de la juez que le toma la...

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