La casería asturiana

AutorR. Prieto Bances Valdemora
Páginas170-181

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La casería asturiana1

La tierna

A la zaga de la ganadería va la agricultura. Aún abre los surcos de nuestros campos el arado romano, quizá porque muchos no permiten una labor profunda; sin embargo, el mal se advierte a simple vista, hasta lo denuncian las carretas primitivas lanzando gemidos por las carriles.

La tierra es pobre, salvo algunas vegas; lo demás es pobre. Al enterarse del desembarco de Carlos V en Tazones, Císneros le escribe diciendo: "¡Señor, cuánto deseo que salgáis de ese país tan mísero para que no creáis que todo vuestro reino es igual!"

La nobleza asturiana que se distingue en la Reconquista procura hacendarse en tierras grasas y obtiene heredades en Castilla y en Andalucía; así el gran ministro de los Reyes Católicos, Hernando de Quintanilla, funda su mayorazgo en Medina del Campo.

Falta de trigo la diócesis de Oviedo, se agregó a la mitra el Arciprestazgo de Benavente.

En parte, pudo compensarse hasta el siglo XIX la pobreza del terreno con un aprovechamiento bien dirigido. Las ordenanzas concejiles distribuían los cultivos, imponían que se sembrase pan en las borronadas y obligaban a los vecinos a que plantasen todos los años en el terreno común, a principios de febrero, en el día y sitio que indicasen los regidores, dos cerezales, que ingerirían al año siguiente, y en terreno propio, por lo menos otros dos cerezales y cuantos más árboles frutales pudiesen, bajo la multa de dos cuartillos de vino, que sería doblada si no lo hiciesen dentro de un plazo de tres días 1.Page 170Por acuerdo de 26 de enero de 1531 el Cabildo Catedral y el Concejo de Oviedo repartieron las heredades que poseían en Naranco entre vecinos de la ciudad que se comprometiesen a plantarlas de viñedos 3, y así convirtieron la asolada montaña que hoy contemplamos en un frutero riquísimo del que todavía se surtía Oviedo a mediados del siglo pasado.

Esta intervención en los cultivos pugnaba con el liberalismo que se extendía a fines del siglo XVIII. Jovellanos creía perjudiciales "las ordenanzas que prohibían transformar el cultivo en pasto, descepar las viñas... y obligaban a los árboles a sufrir la marca de la esclavitud que los sujeta a ajeno arbitrio, impidiendo cortar sin licencia un tronco y dictando reglas para la tala o la poda, para la venta a tasa, para la inspección, reconocimientos y visitas de oficio a los montes y para la responsabilidad de los dueños por el número y estado de sus plantas" 4.

El tiempo demostró que las quejas de Jovellanos eran infundadas. Se quitaron las trabas y disminuyó la producción. Hoy se cosecha menos escanda, vino, castaña, avellana, nueces...

El mismo Jovellanos dice que Asturias, con Galicia y Santander, abastecía de limones a Inglaterra y a Francia, y que los montes del Principado, después de proveer pródigamente los astilleros de Guarnizo y Esteyro, creando una de las mayores potencias navales del mundo, encerraban materias bastantes para construir muchas poderosas escuadras 5.

¡Qué sería de nosotros hoy si nuestra defensa dependiera de las maderas de Asturias! Hoy Asturias importa limones... ¡ ¡ e importa madera!!

La tierra es pobre, pero es muy bella; nuestras montañas son incomparables, y el dinero del turismo puede llegar a los más humildes caseros si aprenden, como en Suiza, a explotar esta fuente de riqueza.

No quiero cerrar el capítulo sin dedicar un elogio al inolvidable e ilustre asturiano D. Luis de Vereterra y Estrada, que siendo DelegadoPage 172Regio de Fomento, hizo interesantísimos trabajos de Pomología que han sido continuados de un modo laudable por la actual Sección Agronómica de la provincia 6.

La repoblación forestal

La repoblación forestal tiene dos enemigos: el minifundio y el aldeano.

El minifundio es un grave obstáculo. El pequeño propietario dueño de una hectárea o dos de monte, muchas veces no tiene recursos para la plantación; otras, aunque los tenga, no le compensa el desembolso, porque no pudiendo mantener un guarda, la mayor parte de lo plantado se pierde.

Sólo las explotaciones en gran escala permiten los gastos de conservación y vigilancia, y con una sencilla fórmula jurídica de consorcio con el Estado, y aun mejor que con el Estado con la Diputación, se lograría agrupar a los propietarios en excelentes condiciones para todos 7.

No es mejor el otro enemigo, el aldeano. El aldeano únicamente tiene interés por un pedazo de monte bajo, el necesario para el mullido del ganado, para el abono y desea que desaparezca el monte alto porque el arbolado impide el crecimiento de helechos.Page 173Su miopía no le permite ver los grandes lucros de la aldea con las cortas forestales y la utilidad que representa el tener leña en abundan-cía y madera para la casa, el hórreo, almadreñas e instrumentos de labranza.

Sólo se consigue su colaboración allí donde una propiedad comunal se ha salvado de las leyes desamortizadoras, entonces su celo no tiene límites; defiende el monte como su casa o sus ganados y anda a tiros o a puñaladas con los de otros pueblos si entran a talar o causan destrozos.

El caso más elocuente es el de Agones, en el Concejo de Pravia. Los vecinos son dueños de un monte cuya repoblación ha sido dirigida por los ingenieros del Estado, y todos los años se hacen cortas que suponen, aparte de jornales y otros ingresos que quedan en el pueblo, el percibo de una cantidad superior a lo que se paga por contribución. Es decir, el monte ha liberado a la aldea de cargas tributarias.

Se comprende el entusiasmo que existe entre los caseros de Agones por conservar esta riqueza, entusiasmo que se ha traducido muchas veces en fiestas, banquetes y otros homenajes populares de agradecimiento al Cuerpo de Montes, como el que se rindió hace tiempo al Ingeniero-Jefe Sr. Guallar.

El caso de Agones no debe ser excepcional; hay que ir proporcionando a las asociaciones de vecinos un- patrimonio, la allmende que disfrutó la gens en remotas edades y que se impone hoy con la misma fuerza si queremos su bienestar 8.

Las calvas de los montes cercanos a Agones indican dónde empieza la propiedad desamortizada.

La pesca fluvial

El río era propiedad privada de los labradores, y el Estado se lo quitó sin indemnización y lo arruinó por el abandono de la piscicultura.

La ruina del río repercutió en la casería. Los ribereños del NalónPage 174pagaban sus rentas con pescado. La Abadesa de San Pelayo, de Oviedo, cedía en...

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