Caroni, Pío. La soledad del historiador del derecho. Apuntes sobre la conveniencia de una disciplina diferente. Presentación de Italo Birocchi. Traducción de Adela Mora Cañada y Manuel Martínez Neira. Editorial Dykinson-Universidad Carlos III de Madrid. Biblioteca del Instituto Antonio de Nebrija, n.º 20, Madrid, 2010. 225 pp.

AutorFaustino Martínez
Páginas821-833

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Es éste un libro de libros y un libro entre libros: integrado por varios elementos autónomos y superior entre sus iguales, un libro que se forma por la suma de pequeños tratados de gran calado, de hondo impacto, que invitan a pensar, un libro (¿Por qué no decirlo desde el arranque?) complejo, muy complejo, si tomamos como referencia la mayoritaria producción literaria actual, liviana y prescindible, una obra de ardua lectura, pero de elegante estilo, que, como sucede con los buenos ensayos, dice más de lo que aparentemente parece decir, deja la palabra apartada y se embarca en la idea. Conforma un tiempo conclusivo, que culmina -sólo por el momento- una impecable carrera académica, pero también representa un tiempo inicial, el que aquí se inaugura, por la inquietud que dejan sus páginas, por una cierta zozobra mental que provocan sus ideas, por sacudir cimientos, mitos y prejuicios, y por su descarada incitación a pensar la historia del derecho desde la soledad de quien la compone (la ha compuesto y la seguirá componiendo) de una forma ejemplar, única, magnífica y magistral, con el serio convencimiento de que se puede hacer algo diferente (de hecho, ya lo ha efectuado con sólo plantear los interrogantes que el libro rezuma), de hacer algo distinto a lo que hasta ahora se ha venido haciendo, sin parar mientes en una crítica razonada y ponderada de las tradiciones doctrinales enfrentadas y confrontadas. Así reza su expresivo título en castellano: soledad del historiador y conveniencia de una disciplina diferente (en la ver-

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sión alemana, se habla de disciplina problemática; en la italiana, se proclama la inerenza de otra disciplina). El origen y el destino: la soledad y el cambio. La soledad que se comparte con los eremitas a los que van dedicadas esas páginas de madurez; el cambio que esas páginas suponen para esbozar una nueva forma de historia jurídica. Es una obra construida desde la experiencia, desde la atalaya que suministran muchos años de ejercicio de la docencia y de la investigación. Por tanto, es ella misma una composición hecha desde la historia, desde la historia personal y profesional en este caso. Una pieza final que es suma de muchas piezas orientadas a un mismo fin, un mosaico con múltiples téseras, una sinfonía que contiene un Leit-Motiv conjunto y común por el que se conduce cada fragmento, cada compás, cada nota, como si de un imperativo movimiento musical se tratase, sin descanso y sin renegar de sus raíces, hacia una final apariencia de solidez, de armonía y de belleza, que deviene carne y realidad, para transformarse, de repente, en explosión de inteligencia, valores, intimidades y confesiones, mitad profesionales, mitad personales, si es que es posible poner una frontera que separe ambos campos. Un libro de libros, donde habla el historiador del derecho, pero también habla la persona que se halla detrás de esa máscara, en ocasiones tan poco gratificante, una persona siempre presta a enarbolar la bandera de la sinceridad, que es el reverso o el trasunto de la verdad. Un libro aristocrático, para minorías, para no legos, escrito por un profesor sencillo, apacible, polémico, mas nunca polemista gratuito.

Pocas veces la lucidez más amplia y depurada se pone al servicio de una causa intelectual, que no política, ni ideológica, ni simplemente científica; algo situado por encima de esas dos dimensiones, en un ámbito que podemos llamar con propiedad humanístico: preguntarse a uno mismo, siempre y en todo momento, por la raíz de lo que uno hace, de lo que uno investiga, de lo que uno escribe, de lo que uno aspira a saber y de lo que uno realmente alcanza a saber; cuestionarse los alcances, efectos y límites de una disciplina que se ha profesado a lo largo de muchos años, lo que es casi tanto como cuestionarse la propia vida. Es obra donde se formula la temida pregunta de eso que se denomina por los pedantes el «estatuto epistemológico» de una determinada área del saber, con su cascada de consecuencias lógicas: ¿Qué hago? ¿Por qué lo hago? ¿Cómo lo hago? ¿Para qué lo hago?, donde entra en juego no sólo el aspecto profesional, sino también el eXIstencial y el esencial. Esa duda que va implícita en la pregunta proyecta su sombra sobre todas las dimensiones de la persona. Al final, es una radiografía de uno mismo lo que se acaba diseñando. Es cuestión, por ende, temida porque su formulación implica preguntarse por la eXIstencia misma del saber profesado, vinculada a esa sabiduría parcelada de nuestras épocas convulsas, en ocasiones un saber aislado y único, un saber que ha sido en muchos casos la razón de vivir, el motor último de la eXIstencia, el único reclamo o impulso vital. La pregunta es agonal y las respuestas pueden ser inquietantes. Además, en contadas ocasiones, se acompaña un ensayo sugestivo de una presentación igualmente sugestiva que traza a la perfección las coordenadas en las que se mueve el a., lo que demuestra que ha sido leído, devorado, digerido y comprendido. En muy pocos casos, el historiador del derecho es capaz de mirar su imagen sola delante de un espejo metodológico sobre el que proyecta su rostro cansado y su desnudez más completa, su absoluta indefensión, porque en esa habitación cerrada se halla él solo sin instrumentos textuales, ni bibliográficos, ni referencias, ni apoyos, ni ayudas de ninguna clase, sin fuentes que lo acompañen, sin aditamentos: él enfrentado a la esencia de su quehacer. Ahí percibe como le van siendo devueltas inquietudes, certezas, dudas, seguridades, acechanzas, soledades, diálogos y monólogos, amigos y enemigos, perspectivas claras y sutiles, pero también deformaciones, excesos, abusos, distorsiones. Pocas veces, afirmamos, la historia del derecho ha estado tan cerca de sí misma, de su esencia, de su verdad radical, como acontece con esta sucesión de excelentes ensayos del profesor

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suizo (mejor dicho: tesinés) pío caroni, ahora traducidos al castellano gracias a los desvelos y pericia de los profesores adela Mora y Manuel Martínez neira, a quien nunca agradeceremos lo suficiente esa labor de traslación de ese rico mundo conceptual europeo a nuestra lengua, de lo que el presente texto no es más que un último y excelente resultado. Los ensayos ahora presentados son la tangible manifestación de ese deseo de crear una suerte de comunidad cultural (una cultura establecida alrededor de la historia del derecho como pasado jurídico unitario), una cultura compartida y común, uniforme dentro de la pluralidad, en la línea de la mejor tradición jurídica medieval, trasladada a nuestros tiempos cibernéticos, dominados por internet, la celeridad legislativa, el triunfo de la imagen y de la apariencia, el olvido de lo esencial, la exaltación del fenómeno en detrimento del noúmeno, la falta de refleXIón y la aceptación acrítica de todo cuanto el derecho comporta o de todo cuanto el derecho proclama, manda o impone. Pío caroni plantea preguntas que van a la médula espinal de nuestros conocimientos porque no se detiene en lo superfluo, en lo vago, en lo singular, en lo que distingue, en lo nacional que diferencia, separa y aísla; su encuesta va dirigida a lo común, a lo que unifica y fortalece los lazos culturales, a aquello que aproXIma modos de trabajo diversificados, a lo que tiene en cuenta los aspectos externos, formales y universales de una disciplina que se nos antoja indispensable para la formación de los futuros juristas, aunque sólo sea para vacunarlos contra los excesos derivados de las mitologías jurídicas de la Modernidad, contra los excesos del positivismo más cerril, más reaccionario y más peligroso en todos sus sentidos. Caroni busca un interlocutor de proyección europea, con ansias de universalidad, con todo lo que ello comporta (saber, compartir, comunicar, difundir, debatir), no un localista aburrido, ni un historicista recalcitrante, ni un creador de mundos futuros a partir del pasado, ni un captador de subvenciones con la excusa de la historia: ni eruditos provinciales, ni neopandectistas, ni arqueólogos, ni jueces, ni meros compiladores de testimonios. Busca un lector audaz, activo, que pregunte y se pregunte sobre el sentido de una disciplina que no parece atravesar sus mejores momentos en europa y en el resto del mundo, no obstante su valor intrínseco aquí planteado y defendido. Alguien que inquiera, que proponga preguntas y que busque respuestas. Un lector leído, valga la reiteración, que maneje con soltura los textos jurídicos y doctrinales, pero que no se escandalice cuando aparezcan citados r. Carver, p. Neruda o r. Sánchez-Ferlosio, por poner tres ejemplos. Porque se defiende una visión global y totalizante del derecho y de su historia como parte de lo social, de suerte que todo aquello que ayude a comprender la sociedad, como puede ser la novela, la poesía o el ensayo, sirve para nuestros propósitos de exploradores del mundo social en su conjunto, en su inmensidad, en sus múltiples interrelaciones, una de cuyas derivadas es el derecho. Conociendo la obra de caroni y su magisterio, no es sorprendente el papel capital que se ha reservado en este libro al que ha sido un objeto principal de sus investigaciones: el código y la codificación (objeto preciado y nuclear, pero no único: sus estudios sobre savigny, sobre la historia del derecho mercantil y del derecho privado, sobre el derecho suizo, sobre la cultura jurídica de la Modernidad y de la contemporaneidad, también merecen una breve mención en estas líneas). Alrededor del código, de su pasado, de su presente, de su futuro, de sus fundamentos, de su impacto, de sus efectos, de su aceptación y de su rechazo, surgen los principales argumentos de estos ensayos ahora agrupados y traducidos. El código es la excusa para plantear el papel que corresponde al historiador del derecho y a la disciplina en la que milita. Es el hilo conductor. Pero no cuenta la elección del objeto, sino, sobre todo y ahí es donde el a. Se vuelve maestro, la...

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