Capítulo segundo. Vida, filosofía y Derechos Humanos.

AutorNatividad Senserrich
Páginas95-115

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CAPÍTULO SEGUNDO. VIDA, FILOSOFÍA Y DERECHOS HUMANOS.

Cuando la filosofía se hace vida: Ignacio Ellacuría

Escribir sobre Ignacio Ellacuría representa para mí un reto íntimo, porque aprendí a comprenderle durante mi investigación doctoral y significó un auténtico hito vivencial. Después de Ellacuría las cosas, la vida, el mundo y la gente, también la Iglesia, no fueron para mí ya los mismos. En mi vida y en mis intuiciones hay un antes y un después de conocer, comprender y reflexionar a Ignacio Ellacuría. Y ahora debo, porque este texto le deberá mucho, recordarlo y actualizarlo en el hoy de mis pensamientos, en el hoy de mis reflexiones acerca de los Derechos Humanos.

Creo que no es preciso describir de forma exhaustiva una trayectoria intelectual muy conocida, homenajeada y considerada. Solamente me referiré a sus principales momentos en su relación con Xavier Zubiri.

Decir también que los textos citados de Ellacuría pertenecen a una serie de textos y correspondencia inédita de él que aparece en la Revista ECA de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, UCA, El Salvador, concretamente en el número 577-578 correspondiente a los meses de noviembre y

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diciembre de 1996. Por ello, ya queda dicho aquí y por ello no aparecerá ninguna nota al pie en referencia a los textos citados, ya que todas ellas serían idénticas.

Para Ellacuría la filosofía fue siempre algo muy serio, algo que requería de un ejercicio disciplinado a la búsqueda de una impecable rigurosidad intelectual. Siguiendo estos criterios acabó construyendo las bases de lo que habría de representar una nueva filosofía cristiana que estuviera en plena sintonía y coherencia con la realidad latinoamericana. Así podríamos resumir el centro de sus preocupaciones intelectuales, su proyecto intelectual. Desde el principio fue consciente de los muchos problemas que contenía la expresión filosofía cristiana hecho que puso de manifiesto en un escrito de los años 60 titulado La problemática de una filosofía cristiana. Sin embargo, ya ahora es importante poder ver como se expresaba él en referencia a esta problemática:

“Con ocasión del centenario de la muerte de San Agustín (1.500) surge la pregunta de si Agustín es filósofo, y, más en general, si es posible una filosofía cristiana o tan solo una weltanscahuung o una sapientia cristiana. Brehier concluye… que nunca ha habido filosofía cristiana, y que el cristianismo en cuanto tal no ha influido en la filosofía. Le responde Gilson que la filosofía occidental es lo que es gracias al cristianismo.”

Respecto a la recepción de esta polémica en el mundo intelectual católico Ellacuría dice lo siguiente:

“… se centra más en el segundo término: lo que es la fe cristiana y su influjo sobre lo que ya sabe de la filosofía y de sus exigencias. Según Heidegger, la pregunta sobre el ser no irrumpe mientras se está en la seguridad y en la comodidad. El que cuenta con la fe de la Biblia no puede preguntar auténticamente, porque tiene la respuesta antes que la pregunta

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sin dejar de ser creyente. Por tanto, no es posible un filosofar cristiano…”

Podríamos definir a la filosofía cristiana como aquel pensamiento filosófico desarrollado íntegramente por cristianos convencidos. De modo que, el auténtico problema reside en determinar que es un filósofo cristiano. Éste sería aquel pensador que pudiera distinguir entre el orden del saber y el orden de la fe, así como aquel que reconociera las causas naturales aunque encuentre en la revelación cristiana una luz para iluminar a la razón. Aunque esto sea claro y simple la definición de las características de un filósofo cristiano resultan problemáticas a la vez que discutibles. En un texto que se cree escrito en los años 50, con toda probabilidad, Ellacuría escribió:

“… ¿Qué mueve el cristianismo a acercarse y aprovecharse de lo natural, de lo profano, de lo que, al parecer, no es formalmente cristiano? Y si se quisiera complicar más el asunto, todavía pudiera presentarse esta otra pseudopregunta que tanto los filisteos de un lado, como los del otro, insinúan arteramente con hipócrita inocencia: ¿es que el cristiano no tiene suficiente con su cristianismo como respuesta intelectual y como actitud vital?”

La respuesta intelectual y la actitud vital no son suficientes para Ellacuría, creencia que para él se subsume a Santo Tomás a quien admiraba profundamente por su audacia intelectual. En los años que transcurrieron a partir de 1955, Ellacuría tomó partido en el llamado movimiento neotomista que propugnaba la vuelta a un pensamiento católico tomista a partir de la síntesis entre la filosofía de Santo Tomás y los descubrimientos de las ciencias y de las filosofías de Kant y Heidegger. Las figuras más prominentes en esos años del neotomismo eran el Cardenal Mercier, que fundó la escuela de Lovaina y Marechal. En España destacó el que fuera maestro de Zubiri, Juan Zaragüeta. En

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este contexto, él buscaba y creía posible encontrar elementos comunes entre la filosofía tomista y las filosofías contemporáneas. Ellacuría pretendía la síntesis entre tomismo y modernismo. De hecho, su admirado Santo Tomás había hecho lo mismo cuando intento armonizar su pensamiento con las filosofías de Aristóteles y Averroes. Ellacuría se expresa como sigue en otro texto inédito en junio de 1958:

“Urgentemente se precisa captar y decir lo que de positivo tienen los modernos, no de corrida y con la prisa de añadir inmediatamente un pero adversativo y destructor, sino con ánimo abierto de buscar lo valioso aún entre actitudes y expresiones que admiten un doble sentido…”

En esta etapa, se consideraba un partidario de la filosofía perenne, un escolástico. Sin embargo, ya aquí su postura es de una gran apertura lo cual le coloca, en ese medio, como un heterodoxo. A propósito de un texto redactado por Peccorini El ser y los seres en 1961 que se presentaba fiel a las posturas tomistas, Ellacuría escribe:

“El haberse entretenido demasiado en la discusión minuciosa contra el suarecismo le ha hecho presentar un tomismo exacerbado y poco actual. De todos modos, se ha metido en un terreno en el que es imposible cofilosofar en Centroamérica, sonde sería una pena que la filosofía comenzara siendo discusión escolástica. Tal vez, el autor haya proyectado demasiado su propia y personal formación y preocupación filosóficas en un ambiente cuyo tono existencial es ciertamente distinto. Esto no obsta a que el autor le sea permitido y aun obligado tener su específica interpretación del ser ni a que se le niegue contacto con el tomismo contemporáneo. Con todo, creo sinceramente que una predisposición personal le empuja a interpretar conforme a sus esquemas aun a los tomistas contemporáneos, desposeyéndolos así de lo más original en ellos.”

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Centrándose en el tema de Centroamérica y la filosofía escribe:

“¿Puede ser entonces el tomismo con su forma y sus específicos contenidos filosóficos una auténtica filosofía efectiva en Centroamérica? La pregunta es desaforada y a su respuesta no se van a aportar aquí sino unas posibles directrices, las más de ellas negativas. Desde luego no, si se trata de un tomismo intemporal y repetitivo, es decir, un tomismo que ni siquiera reproduce el valor filosófico de su origen, sino tan solo la inteligencia de sus fórmulas. Hay que añadir inmediatamente que, si el tomismo ha sido solo eso en muchas partes y tiempos, no tiene por qué serlo y de hecho no lo es hoy en varios pensadores, auténticamente tomistas, auténticamente pensadores y auténticamente contemporáneos.”

El movimiento tomista y neoescolástico era, en ese momento, en que lo vivió Ellacuría una postura muy de avanzada, dada la situación de una Iglesia Católica muy conservadora que en ese momento estaba preocupada atacando al modernismo, lo moderno y lo que en relación se mantuviera en ambos. Su pensamiento hasta aquí ya nos muestra un Ellacuría radical, a la vanguardia de los movimientos intelectuales de la Iglesia. Parece ser que para él no era incompatible servir a la Iglesia, ser radical de varias maneras y vivir y estar de acuerdo con los tiempos. Ignacio Ellacuría encontró en el pensamiento de Ortega y Gasset una filosofía susceptible de poder formar parte de su síntesis. Algunos especialistas creen que intentó cristianizar a Ortega intentando dar con lo más esencial de su pensamiento. Más concretamente y como indica el título de un trabajo redactado en esos mismos años Posibilidad y modo de aproximación de la filosofía escolástica y la filosofía vitalista moderna,...

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