Campomanes, atento viajero y preocupado reformador por los caminos de España (1760-1784)

AutorJosé María Vallejo García-Hevia
Páginas433-451

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1. Introducción

En la primavera de 1778, Campomanes efectuó su primer viaje a las tierras que en el partido de Mérida (Badajoz), término de Trujillanos, le había concedido en propiedad Carlos III en julio de 1771, como recompensa de los servicios prestados a la Corona. A instancias de su administrador, Diego de Vargas y Carvajal, decidió visitarlas una vez que ya habían sido desbrozadas y puestas en cultivo, y se había comenzado la construcción de su más caro proyecto, un molino de papel en el que se aprovechaban las aguas del cercano embalse de El Cornalbo para mover su batán. Se conserva la documentación administrativa y contable del conocido como «Coto de Campomanes» entre 1772 y 1808, así como la numerosa correspondencia que durante muchos años mantuvo con su administrador, y que dan muestras claras de su preocupación por el adelanto de aquella hacienda1.Page 434

Pero el recuerdo del primer viaje a Extremadura no ha permanecido por sus negocios particulares, sino por el diario que se preocupó de escribir Campomanes durante su transcurso. No con carácter íntimo, sino para promover «la utilidad publica y el servicio de S. M.». Ésta es la finalidad que hace constar al inicio de la relación que presentó al Consejo el 10 de mayo de 1778. Puesto que uno de los principales objetos del «govierno és facilitar los tránsitos, y comunicaciones de las gentes», el primer fiscal del reino se muestra preocupado por observar esta regla en todo momento. Para ello, describe al Consejo Real el estado en el que se hallaba el camino de Madrid hasta la ribera del río Caya, que marca la línea divisoria en la frontera con Portugal, señalando los puntos de su trazado que convenía reparar, de forma que se pudiese poner «en solida perfección, con menos costo que la maior parte de las carreteras generales del Reyno con solo hazer algunas obras». La descripción pormenorizada de estas obras y reparaciones ocupa la mayor parte de su relato, así como la referencia a los diversos expedientes que se hallaban pendientes en el Consejo sobre construcción y arreglo de los puentes y caminos que iba recorriendo, y atravesando2. Se conjugan en él el recuerdo de su antiguo empleo de asesor del Juzgado de la Renta de Correos (1755-1762), la autoría del Itinerario de las Carreras de Postas de dentro, y fuera del Reyno (1761), y su cargo de fiscal de la monarquía, presto, por obligación profesional, a denunciar cualquier abuso o perjuicio que pudiese padecer la utilidad pública.

2 Una mirada observadora, cariñosa y responsable sobre las tierras de Castilla y Extremadura

Nada más salir de Madrid, el jueves 9 de abril a las cinco de la mañana, advierte Campomanes los primeros desperfectos en el camino. La jomada hasta Casarrubios del Monte, de siete leguas, le parece la peor parte del recorrido. El agua de la lluvia, no encauzada, y los socavones que se practicaban continuamente para sacar guijo eran, a su juicio, las principales causas de que parecieraPage 435 prácticamente intransitable, sin cumplir «con las providencias que el Consejo tiene dadas con gran acierto para evitar el destrozo de los caminos en las inmediaciones de Madrid». Sugiere, para que se pudiera detener el daño, que el corregidor y el maestro mayor de obras de Madrid reconociesen el camino y propusieran al Consejo el medio de dar salida a las aguas de lluvia, de forma que no lo siguieran socavando. En Navalcarnero advierte que el puente de piedra que se pensaba construir, y para el que se había solicitado permiso en el Consejo, resultaba innecesario puesto que la villa ya disponía de uno de madera. Convenía que se levantase otro, pero en dirección a Arroyomolinos. En Casarrubios del Monte un arroyo derramaba sus aguas directamente sobre las calles de la población. Era necesario de todo punto encauzarlo, pero como sus fondos municipales de propios eran cortos, el Consejo debería formar expediente gubernativo para hallar el medio de conseguir que fuese costeada la obra sin que la villa sufriese el gasto.

El pontazgo que se cobraba en el puente nuevo de Guadarrama le da pie para reflexionar sobre la utilidad de este tipo de arbitrios sobre el tránsito3. El arreglo, limpieza y actividad que halla en las fábricas de tejidos de Noves le causan gran admiración: se trata de un «pueblo renovado», de considerable población y con bastantes fábricas de lanas, en las que se aplicaban sus mujeres, con diligencia, al torno. Merecían sus habitantes que se resolviese prontamente el expediente que sobre sus ordenanzas municipales pendía en la Sala de Justicia del Consejo Real de Castilla, y que se consideraran como modelo a imitar en los restantes pueblos del reino. Denuncia el estado ruinoso del puente sobre el río Alberche, crucial en el comercio con Extremadura, Andalucía, y provincias de Ávila y Ciudad Rodrigo. Como el expediente que para su reconstrucción se tramitaba en el Consejo se hallaba detenido, hasta que el alcalde mayor de Talavera de la Reina remitiese las cuentas sobre el portazgo que allí cobraba la Hermandad de Talavera, se preocupa Campomanes de urgírselo a dicho alcalde mayor. Pernocta en Talavera, donde a su regreso, quince días después, el 24 de abril, promoverá la creación de una Sociedad Económica de Amigos del País, alistándose como uno de sus socios.

En Oropesa, ya en la jornada del viernes 10 de abril, resultaba conveniente levantar, a costa de sus «buenos propios», un puente sobre el manantial que inundaba la calzada, transformándola en un barrizal. La reparación urgente que precisaba el acueducto por el que el pueblo de Almaraz recogía las aguas del arroyoPage 436 de la Calera -jornada del sábado 11 de abril-, suscita algunas reflexiones en nuestro viajero, que considera útiles para el expediente que se cursaba en el Consejo. Y en el puente que atraviesa el río Tajo indica a la mujer del pontazguero el peligro que suponían para su conservación las raíces de higuera que crecían en su banda oriental, cerca del machón principal. Era Jaraicejo, donde pernocta a la noche siguiente, villa de señorío del obispo de Plasencia. En ella, sus alcaldes ordinarios le piden que se les ayude con la renta de propios a cercar y plantar de olivos sus tierras, lo que les impedían los numerosos ganados trashumantes que pasaban anualmente el puerto de Miravete. La leyenda de una inscripción que se conservaba en el puente de Jaraicejo, sobre el río Almonte, y que recordaba su construcción en 1639, reinando Felipe IV, le lleva a sugerir que «en los puentes se pongan inscripciones que señalen el reynado y año en que se construien, y si se hizo por repartimiento con expresión de las leguas en contorno a que alcanzó, sin permitir poner escudos de armas particulares; pues con el tiempo pueden causar confusión, y autorizar pontazgos indebidos» 4.

Se preocupa nuestro viajero de entrar en contacto con los corregidores y alcaldes mayores de los partidos y términos que atraviesa. De ellos obtiene abundantes noticias, y aprovecha la ocasión para transmitirles las indicaciones que se le ocurren, a la vista de los caminos y de los pueblos. Así, en Trujillo -jornada del domingo 12 de abril-, advierte al corregidor, Martín José Rojas y Teruel, y al alcalde mayor, José Periet, la urgencia de alomar y consolidar el firme del camino, que se mostraba pantanoso por las charcas que lo circundaban, y de suavizar la entrada del puente sobre el arroyo de Magasca. Hasta el final de su trayecto muchas más reconstrucciones, reparaciones y expedientes son propuestas, y recordados, por Campomanes. El puente de Medellín, sobre el Guadiana, precisaba que sus arcos fuesen elevados, pues los desbordamientos del curso del río habían derruido las acitaras, y amenazaban de ruina a todo el conjunto. El de Albarregas, de origen romano, requería que se conservase de acuerdo con su planta primitiva. Por el contrario, desaconseja la reparación del puente sobre el río Matachel, en el camino de Mérida a Badajoz, pues aunque años atrás se había incoado para ello expediente en el Consejo, que «parece no se encuentra», la ruina que el paso del tiempo había incrementado aconsejaba que se levantase uno nuevo. También desaconseja que se construya otro nuevo puente sobre el río Caya. La ribera había abierto un nuevo cauce hacia Badajoz, dejando sin utilidad el que existía antes. Sería más conveniente, por tanto, reencauzar el río, pues, de esta manera, se excusaría la fábrica de un nuevo puente, y no se perjudicaría «en tiempo alguno la extensión de nuestra frontera».Page 437

Al final de su relación, Campomanes resume las causas que, a su entender, habían provocado la ruina de tantos puentes, y el deterioro generalizado del camino de Extremadura. En primer lugar, la despoblación. Faltaban pueblos y vecinos que reconstruyeran y reparasen los puentes. Y, en segundo término, el que se prefirieran ejecutar nuevas obras, y no conservar las existentes. De esta forma, muchos puentes y tramos de camino que, reconocidos a su debido tiempo, hubieran podido ser reparados con poco coste, por negligencia y abandono se arruinaban, y después no había caudales suficientes para acudir a tanto. Varias eran las soluciones que se podían adoptar: entre ellas, establecer pueblos en las inmediaciones del camino, y, mientras ello no fuese posible, que corriesen a cargo de los caudales públicos tanto las nuevas obras como la reparación de las existentes. Un coche de diligencia, que uniese periódicamente Madrid con Lisboa, contribuiría a aumentar el tránsito y la utilidad del camino. Por último, recomienda Campomanes que el comisario de guerra, Marcos de Vierna, reconozca y levante planos de todas las obras urgentes y precisas, según la relación que detalla en...

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