Los caminos de España (I): por Dios

AutorDámaso de Lario
Páginas305-328
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LOS CAMINOS DE ESPAÑA (I): POR DIOS
Lejos estaba de ser una metáfora que los colegios fueran creados para que
en ellos pudieran hallar “las Santas Iglesias sus mas acreditados y zelosos
prelados”1. El 60,8% (694) de nuestros colegiales mayores desarrollaron sus
carreras en la esfera eclesiástica, ya fuera en la burocracia de la Iglesia, en la
de la Santa Inquisición o, más minoritariamente, en el clero regular. Entre
los primeros, la gran mayoría (505 colegiales) desempeñaron sus funciones
exclusivamente en el ámbito de las Iglesias –de las diócesis eclesiásticas–,
pero hubo también quienes las combinaron con ocios en los tribunales de la
Inquisición (66) –como vimos en las Italias y en América– y en la burocracia
civil (63). Solo las carreras del 1,6% (18) transcurrieron exclusivamente en la
burocracia inquisitorial.
Los colegiales del San Ildefonso se orientaron de manera “abrumadora”
hacia carreras y vocaciones en el ámbito eclesiástico (93%), lo que respondía
sin duda a los designios de Cisneros, cuando funda su colegio-universidad en
Alcalá. No fue así necesariamente en el caso de las otras fundaciones mayo-
res, más allá de la marcada religiosidad que envolvía “por defecto” el ethos
y la vida institucional de las mismas. El Concilio de Trento, sin embargo, en
el que participaron 44 antiguos colegiales mayores castellanos2, iba a mar-
car la evolución de los colegios y a los escolares que pasaron por ellos entre
1560 y 1650. En su pragmática de 1559 –conrmada en 1568– Felipe II había
puesto especial énfasis ya en los estudiantes eclesiásticos3, lo cual sólo po-
día ser objeto de atenta lectura en las comunidades mayores. Trento reforzó
las bases tradicionales de la doctrina católica, “elevó el perl profesional y
pastoral del episcopado, y reforzó la autoridad y la jurisdicción de este en el
1 Supra, p. 133.
2 Vid. la dedicatoria [f. 5] de Roxas y Contreras a su edición de la obra de Ruiz de
Vergara.
3 “muchos de nuestros súbditos y naturales\frailes\clerigos y legos” (punto 9 de la
Pragmática de 1559 conteniendo la prohibición de estudiar fuera de los reinos peninsula-
res), “siendo Ecclesiasticos\frayles\o clerigos” (punto 11), “encargamos a los abades\mi-
nistros\reformadores prouinciales” (punto 20), “no den licencia a religioso alguno” (punto
21); cfr. Lario-García Martín, pp. 63-65 y vid. Pérez-Prendes (b), pp. 165-166.
DÁMASO DE LARIO
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vértice de la jerarquía de la Iglesia”4. De otra parte, las reformas auspiciadas
por el Concilio permitieron también a la Corona hacer a los obispos más de-
pendientes de su patronazgo y protección, y propiciar el acceso al episcopado
de vástagos de la mediana y pequeña nobleza con una adecuada preparación
intelectual. Cuadro 5
Colegiales mayores (1560-1650) en la esfera eclesiástica de los Austrias
BEP CE/BC BE/BC/BI BI OR OR/BC OR/BE TOTAL
IL
%194
87 1
0,4 2
0,9 0
07
3,1 0
04
1,8 208
93,2
SC
%79
41,8 21
11,1 15
7,9 7
3,7 3
1,6 0
01
0,5 126
66,6
OV
%72
43,9 11
6,7 8
4,8 1
0,6 3
1,8 1
0,6 2
1,2 98
59,6
BT
%58
34,3 15
8,8 13
7,7 5
31
0,6 0
02
1,2 94
55,6
CU
%50
31,4 4
2,5 17
10,7 2
1,2 8
51
0,6 1
0,6 83
52
AZ
%26
19,8 9
6,8 8
6,1 1
0,8 5
3,8 0
00
049
37,3
BO
%26
24,5 2
1,9 3
2,8 2
1,9 1
0,9 0
02
1,9 36
34
Total 505 63 66 18 28 2 12 694
BEP: Burocracia eclesiástica pura. BE/BC: Burocracia eclesiástica combinada con
burocracia civil. BE/BC/BI: Burocracia eclesiástica o burocracia civil combinada con bu-
rocracia inquisitorial. BI: Burocracia inquisitorial pura. OR: Órdenes religiosas. OR/BC:
Órdenes religiosas combinado con burocracia civil. OR/BE: Órdenes religiosas combinado
con burocracia eclesiástica. Fuente: Lario (c), pp. 494-495.
En ese nuevo escenario los juristas y teólogos de los colegios mayores iban
a tener un particular protagonismo: 47% (54) de los obispos nombrados en
Castilla con Felipe II fueron colegiales mayores5 y 19,5% (135) de los cole-
giales de nuestro periodo, con carreras en la esfera eclesiástica (Cuadro 4),
fueron obispos y/o arzobispos en la península ibérica o en otros reinos de la
4 Cfr. Rawlings (a), p. 58.
5 Ibidem, pp. 54 y 63-67.

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