Cambios sociales y Constitución de 7978

AutorÁlvaro Soto Carmona
Cargo del AutorProfesor Titular de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid
Páginas71-85

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I La dinámica del cambio social en españa en las décadas de los años 50 y 60

Las leyes orientan, impulsan o dificultan los cambios sociales, pero en ningún caso los determinan. Por ello podemos encontrarnos procesos sociales que se inician y desarrollan pese a la existencia de normas opuestas a los mismos, o normas que tratan de impulsar ciertoscomportamientos que no consiguen imponerse en la sociedad. A la hora de analizar el papel de la Constitución de 1978 tenemos que tener presente dicha realidad, pero a la vez conocer cómo la misma ha sido capaz de asumir los cambios que se venían produciendo en la sociedad Española y prever otros nuevos. La Constitución seconvierte asíen receptora, pero también en impulsora de los cambios sociales.

A comienzos de los años cincuenta, España era todavía una sociedad agraria. Las dificultades para la construcción del Estado, el desarrollo económico tardío y la pobreza de muchos españoles eran foco de enorme tensiones, lo que contribuía a la radicalización de las posiciones políticas y al incremento del conflicto social. Los cambios iniciados a comienzos de siglo sevieron frustrados por la guerra civily la implantación de un «Nuevo Estado», que con carácter fundacional había provocado la quiebra de lastendencias modernizadoras. Pero será dentro de dicho Estado autoritario donde sevan a producir los cambiossociales que facilitarán a mediados de los años setenta la transición hacia la democracia.

Desde mediados de siglo los cambios experimentados en los fenómenos demográficos reflejan unapoblación que abandona aceleradamente el campoparatrasladarse a lasciudades o a países extranjeros. Ello supuso una intensificación de la urbanización, asícomo una variación de la estructura sectorial de la población activa, pasándose en poco tiempo de un país rural a otro urbano, y de una economía de base agrícola a otra industrial y de servicios. Lo que llama la atención de dichos cambios fue la rapidez con que se llevaron a cabo.

Hacia 1950 la población Española sedistribuía sobreel mapa siguiendo una tendencia «corológica» 1, por la cual se poblaban las provincias costeras y el centro madrileño, dejando una zona más rala (eareocórica») en el interior. El crecimiento de la población, aun siendo moderado y constante, no fue equilibrado, asísedespuebla el interior, exceptoValladolid, Zaragoza y sobre todo Madrid, y crecen rápidamente en la década de los sesenta Barcelona y el País Vasco. La población se desplaza a donde seencuentran los recursos, y no al revés 2.

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A comienzos de los años setenta existen en España dos zonas: una, la España dasicórica, que comprende los grandes centro urbanos, con intenso crecimiento de población y fuerte atracción migratoria, y otra, la España areocórica, situada en el interior, rural, con una economía estancada y una población forzada a emigrar. La distancia entre ambas zonas tenderá a aumentar.

Este fuerte desequilibrio territorial se concreta también en el crecimiento económico. Así, en 1973 el 54% de la renta nacional se obtiene en el 11% del territorio, mientras que el 53% del territorio tan sólo aporta el 14% de la renta nacional 3. Ello va a constituir un pesado pasivo para el posterior desarrollo del Estado de las Autonomías.

El movimiento interior de la población no sólo provoca un desequilibrio territorial y la despoblación del campo, sino también la intensificación del proceso de urbanización. En 1950 el 69,8% del total de la población residía en municipios menores de 20.000 habitantes; en cambio, en 1970 este grupo representaba el 51,4%, para las mismas fechas los municipios mayores de 100.000 habitantes pasaron del 18,6% al 21%. Este proceso de concentración de la población fue tan espectacular que apenas se puede encontrar otro ejemplo similar en toda Europa en los últimos años.

Las zonas más urbanizadas fueron: Madrid capital y su zona metropolitana; Barcelona que extiende su influencia por la costa mediterránea, por las Baleares y por el interior a través de Zaragoza, para enlazar con el País Vasco. Este último, con múltiples centros de atracción (Bilbao, San Sebastián, Eibar...), se une con la cornisa cantábrica, hasta enlazar con Oviedo-Avilés-Gijón. Por el Este, Valencia-Alicante, que se desborda por Castellón y Murcia. Por último, Andalucía occidental, sobre todo a través del eje Sevilla-Cádiz; las Canarias y la Galicia costera que, aunque más débilmente, muestra dos focos importantes de atracción: La Coruña y Vigo 4.

La configuración del proceso de urbanización resultante es de tipo estrella y responde históricamente al trazado de la red de carreteras y ferrocarriles, que tiene una estrecha relación con la política centralizadora llevada a cabo desde mediados del siglo pasado. '

La avalancha de nuevos ciudadanos urbanos produjo efectos negativos en las condiciones de vida de los recién llegados, dando lugar a la aparición de suburbios en torno a las grandes ciudades, con unas condiciones de salubridad muy deficientes y faltos de cualquier tipo de infraestructura urbana. En Madrid y su entorno existían en 1956 más de 50.000 chabolas. Pese a los intentos gubernamentales para paliar dicho problema, éste se agravó en la década siguiente. En 1965 el déficit de viviendas ascendía en España, según Cáritas, a cerca de un millón, afectando especialmente a los municipios mayores de 10.000 habitantes.

Los intentos de paliar este grave problema correspondieron a la AdministraciónPública, aunque sus resultados fueron escasos, ya que ninguno de los planes previstos se cumplió. En la década de los sesenta, la iniciativa privada superó por vez primera a la pública, siendo las urbanizadoras las que imponen su ley, construyendo ciudades dormitorios en las que asentó a la población obrera y de clases medias, sobre todo funcionarios y empleados. Las condiciones de las viviendas construidas fueron mejorando de calidad con el paso del tiempo, aunque los equipamientos urbanos seguían siendo muy deficitarios, lo que alentó la aparición de movimientos vecinales.

A lo largo de estos años se produce una transformación en el régimen de tenencia de las viviendas. En Madrid, en 1950, el 88% del total de las viviendas eran alquiladas, mientras que en 1965 éstas representaban el 54%. Los propietarios pasaron de representar un 6% en 1950 a un 54% en

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1965. Paralelamente y como consecuencia de ello se observa un creciente endeudamiento de las clases trabajadoras y medias, que fijan su residencia de forma estable.

La población activa continuó su crecimiento, aunque en menor medida que la población total, por lo que se produjo un incremento de la población dependiente y una caída de la tasa de actividad, que en 1970 era del 35%. Tan bajo porcentaje se debía al hecho de que España poseía la tasa de actividad femenina más baja de Europa, situándose en 1970 en el 23,7%. Este último dato pone de manifiesto los elevados niveles de ocultación del trabajo de lasmujeres.

La distribución sectorial de la población activa muestra un claro y pronunciado descenso de la agricultura, que entre 1950 y 1970 pierdecasi 2.400.000empleos. Por el contrario, la industria manufacturera experimenta un importante crecimiento, dando trabajo en 1970 a 1.100.000 trabajadores más que en 1950. Lo mismosucede con el sector terciario que aumenta sucapacidad de ocupación en más de 2.000.000 de empleos. Nos encontramos, pues, ante un intenso proceso de cambio que nos llevadesde una economía agraria a otra industrial y, por fin, de servicios. Este proceso, que yasehabía dado en lospaíses desarrollados a lo largode más de medio siglo, en el caso español tiene la peculiaridad de su rapidez al llevarse a cabo en poco más de veinteaños.

II Los cambios sociales en la etapa final del franquismo

En 1975, año de la muertede Franco, según un informe del Banco de Bilbao, la distribución del empleo era la siguiente: la agricultura contaba con 2.938.856 activos, esdecir, el 22,2% del total, con un porcentaje de asalariados del 32,7%. La industria tenía 3.593.156, el 27,2% del total de activos que, sumado a la construcción, representaba el 37,1%. Su tasa de asalariados era del 90%. La construcción ocupaba a 1.315.489,el 9,9% del total, con un porcentaje de asalariados del 88,8%. Y, por último, los servicios empleaban a 5.383.495, el 40,7%, con un porcentaje de asalariados del 75%. Como sepuedeapreciar, la tendencia hacia la terciarización es clara, junto al predominio de los asalariados en la estructura productiva, signos inequívocos de crecimientoy modernización económicos.

La emigración exterior fue intensa a lo largo del siglo xx, suponiendo una «válvula de escape» para la economíaEspañola incapaz de absorber la ofertade trabajo generada por el crecimiento natural de la población. Antes de la guerra civil, e incluso hasta finales de los años cincuenta, dicha emigración se dirigía preferentemente hacia América, pero a partir de dicha fecha el destino preferido de los emigrantes españoles fue Europa.

La causa de este cambio se encuentra en la crecientedemanda de mano de obra no cualificada y barata por parte de los países industriales europeos, asícomo el proceso iniciado en España de desagrarización y de incremento del paro como consecuencia de la puesta en marcha de las medidas estabi Iizadoras.

Desde 1961 la emigración hacia Europa superó por vez primera a la transoceánica. La media anual (entre 1963 y 1973) de emigrantes a Europa fue de cerca de 84.000 personas, quebrándose a partir de 1974 como consecuencia de la crisis económicaque afectóa los países de destino. Laemigración continental secentró en más de un 90% en la República Federal de Alemania (RFA), Francia y Suiza. Hacia la RFA, según las...

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