La calidad social, un reto para la Unión Europea

AutorVicente Perez Menayo
CargoEx Consejero de Trabajo y Asuntos Sociales en la Embajada Representación Permanente de España ante la Unión Europea
Páginas125-144

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Introducción

Junto a un modelo político, basado en la democracia y la libertad, un modelo económico, centrado en el desarrollo y la estabilidad, la UE aporta, como valor propio y principal, un modelo social que es un referente en todo el mundo. Un modelo que brinda a los ciudadanos la mejor y mayor urdimbre de protección social, si la comparamos con otros países desarrollados, y que garantiza la igualdad de oportunidades a lo largo de toda la vida. Frente a quienes todavía se muestran detractores del modelo social europeo, por considerarlo oneroso desde el punto de vista de la competitividad internacional, habría que situarles en la siguiente hipótesis: ¿qué sucedería si no contáramos con una política social europea?; o, dicho de otro modo, ¿qué ocurriría si a los ciudadanos comunitarios se les privara de un modelo de vida basado en las redes solidarias que se han ido tejiendo a lo largo del siglo XX y que forman parte del patrimonio histórico de Europa?. La falta de una política social adecuada, además de perjuicios sociales, podría acarrear consecuencias económicas considerables. Es el «coste de la ausencia de la política social», o si se prefiere un término más habitual de los modelos de gestión de calidad, sería el «coste de la nocalidad social».

En 1998 se produce un hecho singular que se asemejó a lo que había ocurrido a finales de los años ochenta con los promotores del Modelo Europeo de Excelencia de la Fundación Europea para la Gestión de la Calidad (EFQM). Un conjunto de investigadores, inquietos ante los retos sociales del nuevo siglo y el papel que le corresponde al modelo social europeo en la construcción europea, crean la European Foundation on Social Quality (EFSQ). La calidad social emerge como un concepto político que concede una importancia relevante a las oportunidades que brinda la UE a la participación de los ciudadanos en el ámbito socio-económico y que constituyen sus señas de identidad. A esta tarea de identificación de los componentes de la calidad social se dedica este artículo que pretende, además, progresar en la conceptualización de la calidad social, para lo cual se abordan los nuevos escenarios, las nuevas tendencias emergentes en la sociedad, en la política y en las organizaciones públicas y privadas, con o sin ánimo de lucro. Page 126

Satisfacción con calidad de las necesidades sociales

Como vaticinaba el Club de Roma a finales de los noventa el entorno del nuevo siglo XXI nos permite imaginar la existencia de un futuro Estado virtual, con sus propios ciudadanos, sus propias relaciones de poder, sus propios objetivos y su propia y legítima soberanía (la naturaleza autoorganizativa de Internet nos indica la dirección que sigue el mundo). No cabe duda de que asistimos a un cambio de funciones en el sector privado y en el sector público. La introducción de nuevas tecnologías siempre ha tenido como resultado cambios sociales. La diferencia reside esta vez, aseveraba Naisbitt (1998), en que mientras la tecnología ha avanzado vertiginosamente, los cambios sociales no han podido seguir el mismo ritmo. De hecho, existe una distancia cada vez mayor entre el cambio social y el cambio tecnológico. Se preguntaba Naisbitt ¿cómo solucionar la tensión creativa entre la alta tecnología (high tech) y la necesidad, cada vez más sentida, de alto contacto humano (high touch)?. La comprensión de estos fenómenos sociales ayudará a las organizaciones a entender de forma más eficaz las necesidades tanto de sus empleados como de sus clientes.

Aunque el término calidad forma ya parte de nuestro acervo cultural y se encuentra cada vez más consolidado entre investigadores, gestores y políticos, también constituye una importante fuente de confusión conceptual y cultural. Entre las diversas definiciones dadas por los más importantes especialistas retenemos, para el objetivo de este artículo, la ofrecida por Deming, ya que su estrategia de calidad, desde una perspectiva totalizadora de satisfacción social, aunque no es la única, es con mucho la más influyente y extendida (Figura 1).

La calidad se ha convertido en un término fundamental de nuestra retórica contemporánea que, además, se ha introducido en los procesos de modernización del modelo social europeo preconizados por la Agenda Social Europea 2000-2005 (Consejo Europeo de Niza, 2000), que se ha convertido en la «hoja de ruta» de la política social europea. Asimismo, a mediados de la década de los noventa, el entorno académico europeo, propone un nuevo paradigma mediante el cual se puedan calibrar las políticas económicas y sociales, y la necesidad de equilibrio entre ambas. Un modelo que podría usarse a todos los niveles en la UE para evaluar el nivel de calidad social de los ciudadanos más vulnerables, así como la dirección que parecen indicar los posibles cambios sociales.

La satisfacción con calidad de las necesidades sociales abre una vía innovadora para Page 127 la aplicación de nuevos conceptos: este modelo se denomina calidad social. La calidad social fue conceptualizada y desarrollada, por primera vez, en la obra colectiva «La calidad social en Europa» (Beck, Maesen y Walter, 1997. Una segunda obra de los mismos autores ha sido publicada posteriormente: «Calidad Social: una nueva visión para Europa», 2001). Estas obras, desarrollan a fondo el concepto y recogen un marco teórico acerca de la calidad social, con la aportación de más de cuarenta investigadores sociales de toda Europa. Estos impulsaron el camino hacia la creación de la Fundación Europea sobre la Calidad Social, en junio de 1997, con sede en Ámsterdam, coincidiendo con la Presidencia de los Países Bajos de la UE. A esta, siguió la Declaración de Ámsterdam sobre la Calidad Social, de 10 de junio del mismo año, en la que se basa el concepto. Los estándares mínimos fijados por esta Declaración contemplan diversos ámbitos: medio ambiente, necesidades cotidianas primarias, acceso a la asistencia sanitaria, servicios sociales, empleo, nodiscriminación, etc.. Para el profesor Maesen (2002) conviene hacer cuatro observaciones en torno al concepto de la calidad social:

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* la primera, de carácter político: la esencia de la calidad social es el énfasis en los valores y normas democráticas de las sociedades modernas, tanto en el ámbito nacional como en el europeo;

* la segunda observación es de carácter ontológico: el principal enfoque de la calidad social se refiere a una interpretación específica de los actores individuales, es decir, el efecto de las políticas y si estas políticas apoyan a las personas de tal manera que hagan frente a sus circunstancias y oportunidades individuales, de la manera más apropiada;

* el tercer aspecto se refiere a una cuestión ética: reafirmar, audaz y explícitamente, el argumento ético como razón de ser del Estado de Bienestar, junto a otros valores de la sociedad como la competitividad, el coste-beneficio, la rentabilidad y otros mandamientos que gobiernan el mercado;

* el cuarto punto es una cuestión metodológica: se trata de identificar cómo los ciudadanos son apoyados por los servicios sociales proporcionados y cuál es su percepción respecto a éstos. Aquí se plantea qué instrumentos son los más útiles para medir el nivel de satisfacción social, y la limitación de los indicadores, que son instrumentos técnicos, que pueden no ser suficientes para abordar cuestiones existenciales sutiles e intangibles de las personas.

Por lo tanto, la calidad social, podría convertirse tanto en un patrón con el que los ciudadanos europeos puedan medir la eficacia de las políticas nacionales y europeas, como en un criterio en el que fundarse a la hora de establecer políticas. Además, podría suponer la base para una reordenación entre la política económica y la política social, una dialéctica cada vez mas ambicionada por los responsables políticos de ámbito social. Dicha dialéctica se basa en el hecho de que la calidad social debería ser el objetivo de ambas políticas, la económica y la social. El crecimiento económico no es un fin en sí mismo, mientras que la calidad social debería ser el objetivo final del crecimiento.

La UE no ha sido ajena al nacimiento del proyecto de calidad social. Así, al extender la noción de calidad, que ya es común en el mundo empresarial y en las administraciones públicas mediante la calidad de los productos y de los servicios, al ámbito social, se pretende mejorar la relación entre las políticas económicas y sociales (Figura 2).

La Agenda Social Europea enuncia los conceptos de pleno empleo, calidad del empleo, calidad de las relaciones laborales, calidad de la formación y calidad de la política social. Sin embargo, sólo desarrolla los de pleno empleo (más puestos de trabajo), y la calidad del empleo (mejores puestos de traba-Page 128jo).Todo lo anterior está en consonancia con el mensaje básico de la Estrategia de Desarrollo Sostenible para Europa (Consejo Europeo de Gotemburgo, 2001): que, a largo plazo, el crecimiento económico, la cohesión social y la protección medioambiental avancen en paralelo, identificando seis aspectos para lograr un desarrollo sostenible dentro de la Unión Europea:

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- cambio climático y efectos directos (ver Gráfico 1);

- amenazas para la salud pública;

- presión sobre algunos recursos naturales;

- pobreza y exclusión social;

- implicaciones del envejecimiento de la población;

- movilidad de la contaminación.

Nadie duda que en el contexto de la competitividad global de los modelos de sociedad, Europa ocupa un lugar relevante. La UE ha asociado a la Estrategia de Lisboa 2000-2010, la voluntad de garantizar el éxito económico y social en Europa. Esta reivindicación está basada en el modelo europeo de la economía social de mercado, que no sólo tiene en cuenta las prioridades de libertad y de productividad sino también de solidaridad. Ha sido en el marco de la «calidad social» en el que la Comisión Europea ha concretado políticamente este modelo. La calidad social no termina en la calidad de vida individual: se trata de un enfoque político adaptado a nuestra época, que da una importancia preeminente a las oportunidades de participación del individuo en el campo social, económico y cultural y que hacen de éstos sus elementos de referencia (Ciket y Kernthaler-Moser, 2002).

El concepto europeo de «calidad social« pretende garantizar a todos los ciudadanos de la UE todo aquello que hace que sea la vida digna de ser vivida: justicia social y seguridad, así como la participación en la vida social y económica de la Comunidad. La idea que presupone este proyecto político es la de una economía social de mercado que no vaya en detrimento de la calidad social. La exclusión social debe dejar paso a la inclusión social. Los grupos marginales formados por los indigentes, los mendigos, los parados y los pobres deberán pasar a ser una excepción en el futuro, e incluso desaparecer completamente de la escena europea (Luef, 2002).

La fase más difícil es, sin duda, la de la aplicación del concepto. ¿Quién decide de qué se compone la calidad social y qué hay que entender cuando se habla de un nivel acepta-Page 129ble?. Investigadores, encargados de crear bancos de datos nacionales sobre indicadores sociales, y responsables políticos se ocupan actualmente de dar respuesta a este interrogante. Desde 2001 hasta 2004, el concepto de calidad social ha sido presentado de manera aplicable, a los políticos, a los medios institucionales y a los ciudadanos. A pesar de las dificultades metodológicas, se han podido obtener los primeros resultados en el sector socio-económico y de integración social. A continuación se va a profundizar en el concepto de calidad social a través de tres componentes: ético, organizativo y jurídico (Figura 3).

Un nuevo escenario: la «normalización» de la ética

El año 2002 será recordado porque la responsabilidad social irrumpió bruscamente en la corriente política y económica. Los escándalos empresariales que sacudieron a EE.UU. y los mercados de capitales situaron los asuntos de la ética, la responsabilidad y la transparencia, en la agenda de los dirigentes políticos y empresariales, así como de los legisladores. En los últimos años una nueva visión de la ética ha empezado a emerger en la comunidad internacional. Conceptos como «responsabilidad social», «inversión social y medioambiental», «inversiones socialmente responsables», «fondos éticos», «inversiones éticas», «desarrollo sostenible», «natural investing»- Todos ellos aluden a conceptos similares, y ponen de manifiesto la existencia de una nueva realidad financiera, cuya política de actuación está basada en criterios sociales y medioambientales (Balaguer y Muñoz, 2003).

Como señala la Agenda Social Europea, la globalización de los intercambios comerciales y financieros, al aumentar la competencia, agudiza la exigencia de competitividad, lo que tiene consecuencias sobre las políticas sociales. Las negociaciones multilaterales de tipo predominantemente económico tienen cada vez más una dimensión social: téngase en cuenta, por ejemplo, los debates en torno a los derechos sociales fundamentales y los imperativos de la seguridad en materia de salud pública, a tenor de la crisis alimentaria que sacudió en los últimos años a Europa (dioxinas, encefalopatía espongiforme bovina, fiebre aftosa-). A menudo, estos aconte-

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cimientos tienen su origen en un comportamiento poco ético de algunas empresas y de las organizaciones relacionadas; a esto hay que añadir el debate sobre los productos transgénicos, que también siembran inquietud en la sociedad.

Si bien la gestión y el aseguramiento de la calidad de los productos y servicios, mediante la aplicación de modelos específicos (p.e. el Modelo Europeo de Excelencia de la EFQM, las normas ISO 9000,...), ha dado a las organizaciones que los han implantado un referente para las mismas y una coherencia de sus sistemas internos, es posible que las guías de actuación de las estrategias de calidad vengan marcadas por criterios de calidad social en el futuro. Estamos en presencia de un nuevo escenario que considera especialmente las repercusiones sociales de la actividad empresarial, y muy particularmente en el ámbito del Derecho del Trabajo, remarcando el concepto de responsabilidad social como un nuevo valor a ser considerado dentro de los mecanismos habituales de gestión. La legitimación de la empresa ante la sociedad requiere el desarrollo de un nuevo discurso sobre la calidad social que incorpore decididamente los valores éticos que proporcionarán a las organizaciones unos elementos de identidad, legitimación y diferenciación, indispensables también para alcanzar el éxito empresarial (Mirmi Clua, 2000).

Como señalaba Popcorn (1993), era inevitable: la generación rebelde llegó a la mayoría de edad como la generación de los superconsumidores. Confrontados diariamente con la calidad deficiente, la irresponsabilidad y las afirmaciones fraudulentas, los consumidores levantaron la bandera de la protesta contra la falta de ética comercial. Esta injusticia social ha dado lugar a una nueva generación de rebeldes: la de los consumidores vigilantes. Esta tendencia del consumidor a ejercer una función de vigilancia ha alcanzado a todos los ámbitos y se ha convertido en una verdadera militancia. No habrá indulgencia con las grandes organizaciones, públicas o privadas, que se escuden en las enormes estructuras organizativas.

Se vislumbran nuevas perspectivas que vienen a complementar y enriquecer los conceptos que rigen la gestión integral de las organizaciones. Así, la calidad social se puede situar entre los factores que favorecen la fidelidad de los clientes mediante el aumento de las exigencias de éstos hacia una cierta corresponsabilización de las empresas respecto a la adquisición de productos involucrados en problemáticas sociales, ecológicas u otras por las cuales el cliente se siente sensibilizado.

Hasta no hace mucho, las empresas sabían que tener una buena gestión de sus activos tangibles, es decir, de sus aspectos financieros, era suficiente para la sostenibilidad de la compañía en el tiempo. Hoy, sin embargo, la gestión de otros activos denominados intangibles como la ética, la transparencia, la buena reputación, el «buen gobierno», o la capacidad de innovación, han tomado la delantera a los números. La importancia de estos intangibles se confirma con la evolución de los índices selectivos en sostenibilidad, como el del Dow Jones Sustainability Index. Desde 1993, y hasta mediados de 2004, éste ha tenido una tasa de crecimiento del 146%, frente al Índice General Dow Jones, cuya rentabilidad ha subido un 105% ( Gráfico 2).

Una vez esbozados los distintos acontecimientos que conforman un nuevo escenario, adelantamos una primera aproximación a la definición de la calidad social desde una perspectiva ética ( Figura 4). Considerar el alcance de esta definición circunscrita exclusivamente al mundo empresarial sería un importante error de concepto: no sólo las empresas tienen un impacto y una responsabilidad social, sino también las acciones realizadas por todas las demás organizaciones (lucrativas, no lucrativas, públicas o privadas).

En definitiva, la implantación de sistemas de Gestión de la Calidad, de Gestión Medioam- Page 132

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biental o de Prevención de Riesgos Laborales, ha creado una nueva cultura de las organizaciones que ha impulsado extraordinariamente nuevos modelos de gestión que persiguen, cada uno desde perspectivas diferentes, la consecución de la excelencia en la gestión, medible a partir de unos estándares mínimos. Por otra parte, el ámbito de la ética apli-Page 133cada, y en particular el de la ética empresarial y de las organizaciones en general, se caracteriza por intentar establecer normas y métodos que hagan factible la evaluación pública y objetiva de actitudes y valores tradicionalmente reservados a la esfera de la conciencia individual y de la virtud personal, evolucionando hacia la Gestión Ética y Socialmente Responsable.

El trabajo en mutación: la «ecología» social

Peter Drucker, uno de los pocos «gurus» de la ciencia de la gestión (management) que merece nuestro respeto, ya abogaba, a comienzos de la década de los 80 por una nueva clase de trabajadores del conocimiento (concepto ya acuñado por él en 1959). Asimismo, la principal finalidad de su otra The Concept of the Corporation (1983) era tratar las empresas como un sistema social, además de cómo una organización económica, es decir la empresa como «esfuerzo humano», como «institución social». Otro de los temas de la obra de Drucker era que el antiguo proletariado iba a ser sustituido por trabajadores del conocimiento, apuntando que el mundo desarrollado estaba pasando de una «economía de bienes» a una «economía del conocimiento». Como resultado de todo ello, la gestión de las organizaciones se estaba transformando (Micklethwait y Wooldridge, 1998).

En el contexto económico actual se está produciendo, además, la mutación del entorno de trabajo (nuevas profesiones, necesidad de nuevas habilidades, destrezas y capacidades en el trabajo, nuevas organizaciones emergentes, nueva economía-). El tránsito de una Sociedad de la Información a una Sociedad del Conocimiento constituye uno de los retos fundamentales a los que se enfrenta la UE. En el marco de una sociedad basada en el conocimiento, está claro que los sistemas educativos y de aprendizaje continuo de la UE deben ser capaces de satisfacer las necesidades de la sociedad en un entorno rápidamente cambiante, para asegurar que todos los grupos sociales tengan acceso a la formación. A pesar del considerable progreso realizado en cuanto a los niveles de educación durante las últimas décadas, algunos grupos de la sociedad siguen corriendo el riesgo de tener una formación deficiente (se estima que la penuria en competencias ligadas a las tecnologías de la información era en la UE de aproximadamente 1,4 millones de empleos en el 2001, y alcanzó los 1,7 millones en el 2003; Plan de Acción e-Learning, Comisión Europea, 2001).

Entre las actuaciones que pueden tener más impacto en el incremento de la competitividad en Europa, la mayoría de los expertos se inclinan por el Knowlege Management (capacidad de la organización para gestionar el conocimiento) y el Learning Organization (capacidad de aprendizaje colectivo de una organización). Ambos conceptos agregados conformarían lo que, desde hace más de una década, se viene denominando Gestión del Conocimiento. Algunos autores hablan de «aprendizaje organizacional», «aprendizaje institucional», «sistemas aprendientes», «organizaciones cualificantes». Aunque el concepto de Learning Organization no es nuevo (Argyris, 1997), la última etapa de la evolución del término se produce en los años noventa.

Que Internet está cambiando el mundo en que vivimos no admite muchas dudas. Que Europa se enfrenta a la necesidad de adaptarse plenamente a la era digital y de convertirse en una auténtica economía basada en el conocimiento, se ha convertido en un reto. La importancia de este cambio es comparable al de las revoluciones industriales de los siglos XVIII y XIX. Del objetivo estratégico general del Consejo Europeo de Lisboa 2000, se extrae uno específico para la UE: convertirse en la sociedad basada en el conocimiento más competitiva del mundo, en 2010. El éxito de la UE en la realización plena de este objetivo contribuirá a determinar la calidad de vida Page 134

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de los ciudadanos, las condiciones de trabajo de los trabajadores y la competitividad global de los servicios y la industria ( Gráfico 4).

El profesor Durán López (2004), representante español en el Grupo de Alto Nivel sobre el Empleo, dirigido por Wim Kok (2003), se preguntaba: ¿qué cambios se están produciendo en el mundo del trabajo, la nueva economía globalizada, basada cada vez más en el conocimiento y en el uso de las tecnologías de la información?. Su respuesta se centra en tres aspectos:

* En primer lugar, la apertura y globalización de las economías permite una gran movilidad y autonomía del capital, muy superiores a las del trabajo, por lo que en cualquier territorio el capital puede considerarse un bien escaso y móvil, mientras que el trabajo se convierte en un bien excedentario. Eso altera las relaciones de poder entre empresarios y trabajadores, en beneficio de los primeros.

* En segundo lugar, el progreso técnico limita el peso del factor trabajo en las actividades productivas y «presiona» de esta manera sobre las condiciones en que el mismo puede prestarse. Además, cambia el tipo de trabajo requerido, de tal forma que las nuevas oportunidades de empleo sólo pueden ser aprovechadas por trabajadores con unos determinados niveles de cualificación y de formación.

* En tercer lugar, el mercado de trabajo se fragmenta, produciéndose una separación creciente entre el trabajo cualificado y el no cualificado. Para este último, dada la posibilidad que tienen las empresas, gracias a los avances técnicos y a su aplicación en el proceso productivo, de fragmentar sus actividades y deslocalizar parte de ellas, buscando las ubicaciones más competitivas desde el punto de vista de los costos de producción, existe hoy un mercado global; una oferta mundial, prácticamente ilimitada, de trabajo no cualificado.

Por tanto, anticiparse a los cambios del entorno de trabajo y sacar partido de los mismos, desarrollando un nuevo equilibrio entre la flexibilidad para las empresas y la seguridad para los trabajadores, se ha convertido en otra orientación relevante en la UE (Agenda Social Europea, 2000-2005). El modelo social europeo se apoya hoy en día, por encima de la diversidad de los sistemas sociales de los Estados miembros, en una base común de valores (Figura 7).

La falta de calidad supone un deterioro de la imagen de cualquier organización de cara a su personal, sus clientes, los consumidores y el público en general, cada vez más sensible a las cuestiones de seguridad. Un entorno de trabajo sano favorece la imagen de calidad de los productos y servicios, y su mejora se inscribe en una estrategia general de «gestión de la calidad» y de «responsabilidad social corporativa» que redunda en beneficio del rendimiento y de la competitividad. Por consiguiente, la política comunitaria en materia de salud y seguridad en el trabajo debe atender a estos cambios y a estas nuevas necesidades, a fin de promover un verdadero «bienestar en el trabajo» definido por la OIT (físico, moral y social) que no se mida únicamente por la ausencia de accidentes o enfermedades profesionales.

Un concepto integrado de la calidad social: el componente jurídico

En la búsqueda de un concepto sistémico de calidad social, la perspectiva jurídica debe partir de los instrumentos legales existentes en la UE, y en especial del Tratado de la Comunidad Europea, con las trascendentales reformas a que ha sido sometido en sus cincuenta años de vigencia (Ojeda Avilés, 1998). Está claro que este concepto es mucho más amplio que los modelos sociales existentes, Page 136

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como la lucha contra la pobreza y la exclusión social. Es, además, tentativo y no ha sido demostrado empíricamente. Como señalan Beck, Maesen y Walter (1997), está definición del concepto de calidad social solamente es un primer paso, y reconocen que se requieren mayores ajustes (Figura 8). Al defender una nueva visión de la calidad social basada en una reconstitución de la relación entre la política económica y la política social, el análisis de los introductores del concepto de la calidad social puede no gustar demasiado a aquellos que están satisfechos con la trayectoria actual del proyecto europeo en el ámbito social:

* se necesitan mejores medidas y más sofisticadas, relativas a la inclusion social, y especialmente que se basen en los aspectos que realmente importan a los ciudadanos;

* los conceptos de política social y calidad social requieren un mayor desarrollo que reflejen sus propios e independientes contenidos;

* los investigadores sociales tienen que demostrar que la "calidad social" de la vida europea no es un concepto orientado hacia el pasado, para defender un alto nivel de protección social y de gasto social, sino que ha de constituirse, en el futuro, en el objetivo general de la unificación europea, para conferirle un alto valor y un sentido humano.

Desde un punto de vista conceptual y desde la política comunitaria, dos nociones forman actualmente parte del discurso científico y socio-político: la «calidad de vida» y la «calidad social»; que cubre ambos conceptos. A diferencia de la noción de calidad de vida que interesa sobre todo a los científicos, la de calidad social está estrechamente ligada a la política, casi exclusivamente a la de la UE. La calidad social es un término clave en este contexto. Aún con todo, los investigadores constatan que aún no existe una definición generalmente válida del término calidad social. La única definición que permite circunscribir esta noción es la de Catherine Duffy que des-Page 138

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cribe la calidad social como la medida en la que los ciudadanos pueden participar en la vida social y económica de sus comunidades, en condiciones que aumenten su bienestar y su potencial individual (Gössweiner, Pfeiffer y Richter, 2001).

Dicho lo anterior, hay que señalar que la UE hace hincapié en la estrecha relación existente entre calidad social y competitividad de las empresas, eficacia de la política social y bienestar de los individuos. El primer documento oficial sobre el asunto de la calidad social es la Declaración de Ámsterdam sobre la calidad social de Europa al que hemos hecho referencia más arriba. Este texto nos muestra que en Europa la calidad social está en función de la medida en la que todos los europeos gocen de una ciudadanía económica, social y política.

Sin perjuicio de las definiciones dadas sobre la calidad social, a las que nos hemos referido anteriormente, en un intento de reunir los distintos componentes analizados, se aporta, una definición integrada (Figura 9).

Conclusión: el coste de la no-calidad social

Uno de los principios rectores de la Agenda Social Europea 2000-2005 es el reforzamiento del papel de la política social como factor productivo. La Agenda preconiza el fomento de la calidad en tanto que motor de una economía dinámica orientada hacia el incremento de la cantidad y la calidad de los empleos y el aumento de la cohesión social. Esta lógica fue planteada por la Comisión en la Conferencia sobre la Revisión Intermedia de la Agenda de Política Social (Bruselas, 19-20 marzo 2003), mediante el análisis del «coste de la ausencia de política social». En un documento de base, se hacía hincapié en los siguientes aspectos:

* La creación de empleos más numerosos y de mejor calidad es un elemento de la Estrategia de Lisboa. Una tasa de empleo general del 70% y del 60% para las mujeres para el 2010, se enmarca en el objetivo de pleno empleo. Sin embargo, aún subsisten grandes debilidades estructurales.

* La política social es un factor productivo y una economía dinámica y moderna debe reposar sobre bases sociales sólidas y sobre la justicia social.

* En el seno de la UE, las economías más dinámicas son las de los Estados miembros cuyas políticas económicas y sociales interactúan de una manera positiva.

* La reforma del mercado de trabajo y la inversión en la calidad del trabajo y del empleo son indispensables para hacer acceder a más personas a un empleo y a mejorar la productividad. En consecuencia, una relación dinámica entre calidad y cantidad de los empleos requiere mejoras cualitativas, y son, además, un complemento necesario a las mutaciones estructurales y al crecimiento de la flexibilidad del mercado de trabajo, así como etapa obligada para la mejora de los resultados del empleo y de la cohesión social.

* Las personas que ocupan puestos de trabajo de débil calidad relativa, que no ofrecen posibilidades de formación o perspectivas de carrera, sin seguridad en el empleo, corren mayor riesgo de encontrarse en situación de desempleo o de salir de la población activa. Por tanto, existe un riesgo real de encadenamiento entre empleos de débil calidad y poco productivos, paro y exclusión social.

* Las comparaciones clásicas y simplistas entre el modelo social de los EE.UU. y de la UE (que consideran al primero poco oneroso y al nuestro más costoso), son erróneas. Los gastos en materia de Page 140 salud, educación, protección social y otras necesidades sociales son relativamente análogos en el conjunto de los países desarrollados de economía de mercado, a saber en torno al 30% del PIB. La gran diferencia entre EE.UU. y la UE reside en la asunción colectiva de la carga (a través de la fiscalidad y el aseguramiento públicos en Europa) y no individual (como ocurre en EE.UU. por medio de gastos y seguros privados, además de los impuestos). Por tanto, la UE no está en desventaja desde el punto de vista de la competencia en el plano económico, teniendo en cuenta que las remuneraciones netas se adaptan, generalmente, en función de la presencia o de la ausencia de prestaciones sociales públicas, como lo atestigua el hecho de que la parte de los salarios en el PIB no es superior en la UE a la de los EE.UU. Como señala el profesor norteamericano Bradford DeLong (2004), el modelo europeo está vivo: EE.UU. no ha ganado mucho -o ningún- terreno respecto a Europa en la pasada década, si nos guiamos por el rasero del bienestar social. El aprendizaje es una vía de dos sentidos.

En definitiva, la mayor parte de los detractores del modelo comunitario omiten considerar otra hipótesis: ¿qué sucedería si no contáramos con una política social en la UE?. Es mas, el modelo social europeo demuestra una gran resistencia y se beneficia de un amplio apoyo popular. En este caso, la falta de una política social adecuada puede acarrear costes económicos considerables (no olvidemos el carácter productivo y de generación de rentas que tienen las políticas sociales). Es el coste de la ausencia de política social (Fuarde, 2003), o si se prefiere un término más habitual en la gestión de calidad, el coste de la nocalidad social.

Los dirigentes políticos de toda Europa se enfrentan actualmente a una verdadera paradoja. Por una parte, los europeos esperan de ellos que encuentren soluciones a los grandes problemas que acucian a la sociedad. Pero, al mismo tiempo, esos mismos ciudadanos tienen cada vez menos confianza en las instituciones y en los políticos, o simplemente no están interesados en ellos

. Con estas palabras comienza el Libro Blanco sobre la «Gobernanza Europea», adoptado por la Comisión Europea en el año 2001, cuyo objetivo es reducir la distancia entre los ciudadanos y la Unión Europea, mediante tres ejes fundamentales: la apertura a la sociedad civil, la participación de las regiones, y la mejora de los procesos de decisión comunitaria.

Tanto los Parlamentos como los Gobiernos nacionales son conscientes de este problema que, sin embargo, resulta especialmente preocupante en lo que atañe a la Unión Europea, sobre todo si tenemos en cuenta el bajo nivel de participación en las primeras elecciones al Parlamento Europeo, con una UE ampliada a 25 miembros, celebradas en junio de 2004, que esperemos no siga la misma tónica en la ratificación del nuevo Tratado por el que se establece una Constitución Europea. Como ha señalado el escritor checo Milan Kundera: «La historia de Europa no se funda en la razón. Europa es un continente sentimental que ha erigido en valores ciertos gestos. El número de esos gestos es escaso. No parece sino que hayamos agotado el catálogo y repitamos incesantemente».

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Resumen

Junto a un modelo político, basado en la democracia y la libertad, un modelo económico, centrado en el desarrollo y la estabilidad, la UE aporta, como valor propio y principal, un modelo social que es un referente en todo el mundo. La calidad se ha convertido en un término fundamental de nuestra retórica contemporánea que, además, se ha introducido en los procesos de modernización del modelo social europeo preconizados por la Agenda Social Europea, en el marco de la Estrategia de Lisboa. La satisfacción con calidad de las necesidades sociales abre una vía innovadora para la aplicación de nuevos conceptos: surge la calidad social. La calidad social emerge en el entorno académico europeo, a mediados de los años noventa, como un concepto político que concede una importancia relevante a las oportunidades que brinda la UE a la participación de los ciudadanos en el ámbito socioeconómico. Un nuevo paradigma mediante el cual se puedan calibrar las políticas económicas y sociales, y la necesidad de equilibrio entre ambas. Un modelo que podría usarse a todos los niveles en la UE para evaluar el nivel de calidad social de los ciudadanos más vulnerables, así como la dirección que parecen indicar los posibles cambios sociales. A esta tarea de identificación de los componentes de la calidad social se dedica este artículo que pretende, además, progresar en la conceptualización de la misma, para lo cual se abordan los nuevos escenarios, las nuevas tendencias emergentes en la sociedad y en el desarrollo reciente de la Política Social Europea.

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