La primera guardia en la que el abogado se cae del guindo y descubre por pequeños detalles que el principio de igualdad de armas con el ministerio fiscal es un cuento chino

AutorColegio Provincial de Abogados de Cádiz
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No es hasta varios años después, cuando el Picapleitos empieza a ejercer de Abogado, cuando se cae del guindo, aunque más que caerse, en algunos casos se pega un auténtico trompazo, por ingenuo, por creerse que el Juez como imparcial que es (o al menos debe serlo) se sitúa como garante de la igualdad de las partes, de la igualdad entre el Ministerio Fiscal y el Abogado defensor, esto es, que ambas partes cuenten con las mismas posibilidades y armas procesales.

En este artículo no vamos a analizar los fundamentos jurídicos del principio de igualdad, sino estos pequeños pero no tan insignificantes detalles que hacen que nuestro amigo el Picapleitos se dé cuenta de la preeminencia del Ministerio Fiscal, como se verá a continuación en el breve relato de estas líneas.

Normalmente esta caída del guindo que sufre el Abogado suele producirse en la primera asistencia al detenido ante el Juzgado de Guardia, en muchas ocasiones en funciones de Turno de Oficio, en la que el ilusionado Picapleitos se lleva uno de los primeros desencantos en su quehacer profesional, al ver como le mandan a prisión a su cliente, sin apenas haber podido tener intervención.

Permítanme los sufridos lectores que les relate ese primer día de guardia, que comienza la víspera en la que el Abogado acude a una asistencia al detenido en la Comisaria o en el Cuartel de la Guardia Civil de su pueblo (o del pueblo de al lado) y, una vez finalizada su intervención, se interesa por la hora en la que van a "pasar" al detenido al Juzgado. En Comisaria (o el cuartelillo) le responden, como siempre, que sobre las 10.30 horas del día siguiente.

Pues bien, ese día, desde antes de las 10 de la mañana ya está el Picapleitos, que estrena traje para la ocasión, buscando aparcamiento en los alrededores del Juzgado de

Guardia, que en la provincia de Cádiz suele coincidir, por lo general, con un mercado de abastos, probablemente para facilitar las compras de media mañana de los funcionarios. Nada, imposible, no hay donde aparcar, se dice para sí el pobre Picapleitos, al que se le ilumina una sonrisa cuando ve que en la misma puerta del Juzgado hay varias plazas libres que ponen "Juzgado de Guardia" y piensa con buena lógica que como él va al Juzgado de Guardia a trabajar, y no a jugar al mus, pues no habrá ningún problema para aparcar allí, y aparca. Craso error, como se verá.

Cuando llega al Juzgado se presenta con orgullo: Buenos días, soy el Letrado de Guardia (¡Cuánto tiempo esperando decir esto!, cinco años de carrera, más lo que cada uno se haya retrasado, otro año indeciso con lo que hacer, en algunos casos tres años más de oposiciones sin fortuna, otros dos de Escuela de Práctica Forense y, por fin, la primera guardia, con treinta años en lo alto). Repetimos: Buenos días, soy el Letrado de Guardia, y tras decir esto, observa que los funcionarios asistentes ni siquiera levantan la...

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