Sobre Cádiz y su Constitución, desde la Historia Política

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«Se puede apostar que toda idea pública1, toda convención recibida, es una estupidez, puesto que ha convenido al mayor número (chamfort, Máximas).

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antiQuités (les).– son siempre de fabricación moderna. classiQues (les).– se supone que los conocemos. concessions.– no hacerlas jamás. perdieron a luis XVi.
léGalité.– la legalidad nos mata. con ella, ningún gobierno es posible»
(G. Flaubert, Dictionnaire de clichés) *.2 «saben, claro está, que antiguamente solía haber tres argumentos intelectuales de la existencia de dios (de la causa primera, de la ley natural y del plan), que fueron suprimidos por Kant en la Crítica de la razón pura; pero, no bien había terminado con estos argumentos cuando encontró otro nuevo, un argumento moral, que le convenció. era como mucha gente: en materia intelectual, escéptico; mas en materia moral, creía implícitamente en las máximas que su madre le había enseñado. eso ilustra lo que los psicoanalistas tanto acentúan: la fuerza inmensamente mayor que tienen, en nosotros, las asociaciones primitivas sobre las posteriores» (B. russell, Why I Am not a Christian) **.3 «hay una cosa, niños, a la que llamamos civilización. está hecha de esperanzas y sueños. no es más que una idea. no es real. sino artificial. nadie ha dicho nunca que fuera real. no es natural, ni nadie ha dicho nunca que fuera natural. está hecha a base del largo proceso del aprendizaje; de la experimentación y el error. se rompe fácilmente. nadie ha dicho nunca que no pudiera romperse en pedazos. ni nadie ha dicho nunca que tuviera que durar eternamente.

–niños... que heredaréis el mundo...
cuando los niños de la revolución Francesa derribaron a su tiránico padre, luis XVi, y a su malvada madrastra, María antonieta (que, según resultó luego, no eran más que personajes de un teatro de títeres, a los que se les podía quitar la cabeza tan tranquilamente), creyeron que ya eran libres. pero, al cabo de un tiempo descubrieron que eran huérfanos, y que el mundo que creían suyo era un lugar desnudo e incómodo. de forma que corrieron al lado de su padre adoptivo, napoleón Bonaparte, que esperaba junto al viejo teatro de títeres; que soñó, para ellos, una nueva representación escénica,

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basada en viejos temas, y que les prometió un imperio, una finalidad, un destino..., un futuro» (G. swift, Waterland) ***.4

Que el año de 2012 es, principalmente en españa, a efectos de conmemoraciones oficiales y fastos públicos, el del Bicentenario de la promulgación de la constitución de cádiz –y por extensión, de sus generatrices cortes, Generales y extraordinarias entre 1810 y 1813–, o lo que es lo mismo, el del primer jalón, sentido como propio por la mayor parte de los españoles de entonces y de ahora, de la nutrida serie del constitucionalismo hispano, resulta ser, como obvia proclamación cronológica y episódica, el gran tópico de nuestro tiempo. uno de esos malévolamente ingenuos clichés flaubertianos, merecedores de un epitafio que lo consagre como tal: el de mito político de la contemporaneidad, tan vigoroso y persistente, y tan manipulado y hollado, ayer como hoy. cualquier maestro o profesor, de educación secundaria y de enseñanza universitaria, sabe que ninguno de sus alumnos dejará de contestar, en un examen, que la de 1812 fue la Pepa; y autoridades gubernamentales y medios de comunicación han usado, y abusado, en estos últimos meses –con infantil acrítica delectación, hasta alcanzar el clímax conmemorativo del 19 de marzo de 2012, para aquel lejano texto fundamental, ingeniado en la isla de león–, de este apelativo de estricta vulgaridad, coloquial, tranquilizadora y manipuladoramente familiar (algo así como que ella, la Pepa, es una de los nuestros, pueblo como nosotros), con el que se pretende denotar el fervor popular del que, supuestamente, habría gozado el fruto legado por las cortes gaditanas de la Guerra de la independencia. sería así, pues, La Pepa ibérica, abstracta en tanto que liberal, recatada por católica, y legal por regia invocación aunque no real voluntad, ni tampoco muy realista concepción de un mundo finisecular en convulsa génesis económica, social y jurídico-política como era el de su época de concepción, el contrapunto preciso a la célebre Libertad guiando al pueblo, francesa y revolucionaria, cartesiana en tanto que inicialmente democrática, deísta y nudista, regicida y reglamentista, que habría de inmortalizar, e idealizar, eugène delacroix en 1831, ya bajo el reinado, en plenitud de los tiempos constitucionales y liberales, de Su Burguesa Majestad, luis Felipe de orleans.
el sino trágico de la efímera, pero muy pregnante, dentro y fuera de españa, constitución gaditana, que habría levitado entre europa y américa, desde portugal y sicilia hasta México o Brasil, sin olvidar a los heroicos Decembristas rusos sublevados, en san petersburgo y Kiev, en el invierno

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de 1825 contra el zar alejandro i –paradójicamente, el primer monarca europeo que reconoció su validez y vigencia, con su Manifiesto de concertación, de 17 de octubre, del Tratado de alianza entre rusia y españa, de 8 de julio de 1812–, ha sido el de suscitar, antaño y hogaño, la radicalización, tanto en el siglo xix como en el xx, de las posiciones políticas y de las interpretaciones históricas surgidas en su seno o nacidas para abortarla5. Sin ella, no es posible entender el liberalismo antiabsolutista, de discutible originalidad, idealista y nacionalista, unificador y uniformador de la vida de ciudadanos que no se tenían ya por súbditos, en campaña frente a su contendiente de lid política, y no pocas veces penal o criminal, la crítica reaccionaria, y descalificadora, de la tradición conservadora. Que era temerosa enemiga de los extremismos propiciados por el populismo demagógico, utópico y retórico, que quería asaltar las barricadas corporativas de la sociedad del antiguo régimen, a fin de transformar a vasallos, y sometidos (subiecti), en liberados –que no igualitarios, por igualados– habitantes de idealizadas civitates de la antigüedad clásica. a diferencia de los Diarios de sesiones, o mejor dicho, de las discusiones y actas, de las cortes de cádiz, que han de ser vistos, no como fuente para la historia constitucional, sino ellos mismos obras de historia constitucional, en lo que respecta a la constitución de 1812 resulta anacrónicamente deletéreo pretender creer que es la legitimadora del estado liberal de derecho que, a la hora y desde la hora de 1978, para españa, se quiere social y democrático: es decir, el basamento jurídico-político del manipulable mito de una constitución subyacente o continua que, identificando a una nación, la española –con olvido, o no, de las américas virreinales, provinciales o coloniales, al gusto del intérprete–, con un estado unitario, el liberal, renacería, incólume y conveniente e históricamente descontextualizada, casi dos siglos después6

En la monografía citada, su autor, Manuel Moreno alonso, proporciona una crítica lúcida y ecuánime, también articulada, de la constitución doceañista, cuyo propósito declarado es el de superar los vetustos tópicos interpretativos

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románticos y los ulteriores nacionalistas identitarios, todos los cuales, por cierto, han sobrevivido, en mayor o menor grado, y con mayor o menor éxito, hasta nuestros días de bizantinas, en ocasiones, bicentenarias, y nada gratuitas, conmemoraciones. investigador y editor de la obra, y la vida, de José María Blanco White, al parecer, fue la preparación de las Cartas de Juan Sintierra, escritas en 1811 y 1812 –en las que, por cierto, Blanco se avino, como contrario que era a la existencia de la vagarosa constitución histórica española, a que «tener una constitución (positiva), sea cual fuere, es mejor que no tener ninguna o tenerla dudosa y casi olvidada» (p. 9)–, al hilo de los debates en cortes, lo que le suscitó la idea de redactar una moderna crítica al texto fundamental gaditano7. Su exégesis pasa, desde luego –hay que convenir con Moreno alonso–, por la debelación de un pasado que nunca existió, en pos de eso a lo que antonio Machado, ya durante el primer centenario, en Nuestro patriotismo y la marcha de Cádiz, de 2 de febrero de 1908, exhortó con inteligente, y poco aprovechado, convencimiento, según habrían de demostrar el paso del tiempo y la irreflexión de sus coetáneas generaciones: «luchemos por libertarnos del culto supersticioso del pasado» (p. 14).

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I A propósito de manuel moreno alonso y su constitución de Cádiz: una obra de síntesis y un autor que constituye toda una biblioteca, sobre la guerra de la independencia y el Cádiz de las cortes

Ese machadiano culto supersticioso del pasado constitucional, y constituyente, gaditano, como peligrosa sirte a la hora de navegar por la arqueología del sentimiento nacional español –verbigracia, frente a lo que es interpretado, por algunos, como acoso por parte de otros nacionalismos periféricos peninsula-res–, que es la que siempre acecha cuando lo que sus indagadores quieren es, en realidad y de verdad, conmemorarse a sí mismos y no a sus antepasados, tal como ellos fueron, y no como se desearía que fuesen, en una determinada época, lo cifra Manuel Moreno alonso en varios espejismos y mitografías, que persigue estoquear con cúmulo argumentativo, ya anunciado en su declaración de principios de la Introducción (pp. 13-23). para él, la constitución doceañista no habría...

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