Ayer y hoy del crédito agrícola

AutorFrancisco Corral Dueñas
Páginas961-972

Page 961

I Un libro interesante

Al marcarse en el tiempo la letra omega de mi etapa profesional en activo, o sea, sin eufemismos, al llegarme la jubilación, el gran amigo y compañero don José M.ª Chico y Ortiz, que acaba de marcharse a mejor vida, tuvo el detalle de regalarme un librito que él tenía como oro en paño y que se titula simple y escuetamente Crédito agrícola.

Su autor es don Juan Juderías, Interventor del Banco de España y Perito Mercantil. Un libro de verdad curioso, escrito en 1932, con sólo 200 páginas en las cuales se contiene un acertado resumen de las cuestiones que entonces preocuparon, y siguen preocupando, a las menguadas economías de los agricultores españoles.

Nuestro amigo acertó plenamente en este regalo, que me hizo mucha ilusión, pues el crédito agrícola ha sido siempre uno de los temas que me han merecido gran interés. Uno de los primeros trabajos publicados en mi manía monotemática de la agricultura fue precisamente un articulillo en el que reflejaba mis experiencias en el campo de los créditos que se otorgaban a los agricultores en los años sesenta y setenta por el Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario, en donde tuve ocasión de trabajar aportando mis modestos servicios de colaboración jurídica.

El libro tiene la pátina del tiempo transcurrido, pues se imprimió hace sesenta y cinco años en la imprenta Sol de Lérida y valía, ¡casi nada!, cuatro pesetas con cincuenta céntimos. Está redactado con un lenguaje sencillo y diría que hasta un tanto delicioso, con el propósito que expresa el autor, y que consigue, de aleccionar y estimular en estos estudios no sólo a los que dedican sus actividades a la agricultura, sino también a todos los que por su profesión tengan precisión de conocer estas materias.

Al comentarlo, refiriendo cómo era entonces el crédito agrícola, por alusiones, nos hace traer a colación lo que los Registradores de la Propiedad han hecho en esta materia, ya que pocas profesiones estarán tan relacionadas con Page 962 esta institución como la nuestra. Y ya, de paso, terminaremos con un apunte del estado actual del crédito agrícola.

II El crédito agrícola, ayer

Las cosas como son. Hay que reconocer que ya no se dan situaciones tan penosas como la que pinta el autor de 1932 en la entradilla del libro, donde nos dice que «el labrador sigue en el más completo desamparo, teniendo que adquirir las semillas de los especuladores en grano, con obligación de devolverlos en una cuartilla más, al igual que los piensos».

El crédito ha evolucionado lo suficiente como para que no existan esas situaciones extremas, aunque no cabe ignorar que las entidades particulares de crédito aún siguen imponiendo a veces condiciones casi leoninas; mientras tanto, las entidades oficiales y las subvenciones comunitarias no llegan a cubrir del todo las necesidades de los agricultores.

Cuando se escribió el libro el autor señalaba el influjo favorable de las instituciones cooperativas que ya iban apareciendo, como las Cajas Rurales y el Servicio Nacional del Crédito Agrícola, que nació en 1925. Pero dice que el crédito agrícola en España no encuentra ambiente para su saturación por la poca confianza que inspira el capital agrícola y las dificultades de prestar una garantía real cuyas formalidades de contrato sean tangibles en cuanto a su pronta cancelación, y económicas en cuanto a los gastos que origina.

El problema del crédito agrícola, según el autor, es complejo, y para enfocarlo y resolverlo adecuadamente se precisa el estudio de varios de sus aspectos económicos, sociales y jurídicos.

Como factores económicos se señalaban, en primer lugar, la escasa proporción de terreno cultivable. ¿Qué diría el autor de las normas comunitarias que priman ahora el abandono de tierras de cultivo? Algo parecido podríamos decir de la opinión contenida en el libro sobre que el Estado debe organizar los diversos cultivos para llenar los déficits del mercado nacional; ahora, en primer lugar, las Autonomías tienen la competencia en agricultura y pondrían el grito en el cielo; por otra parte, es Bruselas la que dirige y ordena la producción y los cultivos, y no siempre con criterios uniformes y duraderos, sino a base de frecuentes bandazos nacidos de una coyuntural Política Agraria Comunitaria, la célebre y cambíente PAC, que nos atosiga.

En lo que sí estamos de acuerdo es en la loa que hace el autor de las instituciones crediticias tradicionales, como los pósitos, de rancio abolengo en España, y de las figuras de las Cajas Rurales que por entonces empezaban y ahora proliferan.

En el libro se recogen la doctrina y la normativa entonces vigente de los sindicatos agrícolas, con la célebre Ley de Exenciones que ha estado prácti-Page 963camente vigente para los grupos sindicales de colonización, y sus sucesoras las sociedades agrarias de transformación hasta que la desafortunada Ley del Régimen Fiscal de las Cooperativas ha venido a darle la puntilla de modo alevoso. También recoge el libro la regulación del Servicio Nacional de Crédito Agrícola y de los Pósitos, llena de ambiente rural y con unas normas claras y sencillas.

Como factores sociales que podían...

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