Autonomía

AutorJuan Antonio Martínez Muñoz
CargoUniversidad Complutense de Madrid
Páginas715-764

Page 715

Si hay un término que ocupa un puesto central entre los tópicos, no sólo políticos y sociales, sino incluso personales, es la I+Dea de autonomía. Desde que, hace unos doscientos años, fuera formulado explícitamente por Kant su uso se ha I+Do extendiendo paulatinamente, aplicándose progresivamente a los más diversos ámbitos de la vida personal y social, tal es su virtualidad resolutiva de problemas que forma parte del núcleo central de la I+Deología mundial dominante.

Resulta curioso que aunque, desde la perspectiva de la autonomía, debería resultar ya difícil pensar un problema humano que pudiera quedar sin resolver, su uso parece que sigue siendo necesario, y pese a que, cuando se apela a él, no hay más que una repetición de lo ya sabido, continuamente se invoca siempre como un descubrimiento novedoso que produce asombro a sus impulsores. Pero a pesar de la entusiasta acogida que recibe de sus recitadores creo que necesita una clarificación, como vamos a tratar de ver.

I Autonomía

Efectivamente, la autonomía es uno de los puntos neurálgicos de la modernidad que proclama y busca la autonomía de los individuos y, también, de los grupos sociales. Se presenta siempre como «el gran mito contemporáneo» 1, que encaja e interacciona con otras I+Deas que son la autodeterminación, la crítica, la tolerancia, la democracia, la decisión pública, pero es, a la par, uno de los aspectos centrales de cierta postmodernidad.

Pese al énfasis e importancia que sus usuarios atribuyen a la noción de autonomía, como lugar común conectado a su definición más rigurosa, la de Kant, que reviste precisamente al tópico de una Page 716 aureola intelectual, no deja de haber indicios de que se usa como un vulgar cliché que desempeña moralmente la función del famoso «bálsamo de fierabrás» en medicina, que se empleaba para casi todo sin que su eficacia estuviera demostrada en nada, salvo como placebo sedante para el enfermo.

Resulta interesante la comprensión de este trivial cliché porque, en mi opinión, es uno de los síntomas en que se expresa la sutil modulación del cambio del sentido medieval de la libertad, del sentido europeo u occidental originario, a su significado moderno, y muestra, por otra parte, cómo su uso fundamentalmente actúa como paralizante o neutralizante de la libertad y que conduce paulatinamente a su desaparición. Por lo demás, también nos pone de manifiesto la fuerte dependencia que el actual uso práctico de la libertad tiene respecto a la ilustración que, con la difuminación del significado de esta noción, se inmuniza frente a las I+Deas y la libertad real.

1.1. Nociones

Aunque en Kant la noción de autonomía tiene un significado relativamente preciso pese a ser formal y, por tanto, insustancial, actualmente, al igual que con la tolerancia y el pluralismo, se caracteriza por una amplia ambigüedad, pues hay varias formas de entender la autonomía, pero de lo que no cabe duda es del sentido positivo y emotivamente seductor que se le atribuye.

* El primer rasgo destacable es la multiplicidad de significados que se le viene adjudicando a la autonomía. Lo cual, ante todo, nos da I+Dea del entusiasmo con que ha sido acogida la I+Dea y el entramado I+Deológico del que forma parte y, a la par, entendemos la explicación del éxito en el progresivo proceso de su implantación. Resulta claro para cualquiera que actualmente se invoca para todo, para decir que somos libres o para designar a un gobierno regional con pretensiones (también se llaman autono-suyas) o local con corrupción, para explicar la duración de la batería de un teléfono móvil o la singularidad de una obra musical (casi todas son singulares), el tiempo que puede funcionar un automóvil sin repostar gasolina (esto es la capacidad de su depósito) o la independencia política, el carácter autocéfalo de una iglesia o la madurez personal, que un mecanismo tenga un motor o sea automático y la ausencia de discapacidades o minusvalías, Page 717 el que otras personas no se puedan entrometer en la vida, actividad, ámbitos de intimidad, etc., de un individuo y al organismo que le controla. Estamos ante la autonomía para todo como cliché que precisamente renunciando a su definición manifiesta más bien la positiva acogida de una situación que se entiende deseable o de un modo de ver las cosas ciego ante las consecuencias.

* Pero si buscamos un significado más preciso es obvio que deberíamos relacionarla con la filosofía de Kant, en la que, en sentido individual, se enuncia expresamente y de una manera precisa para cuestiones morales. Ahora bien, hemos de tener en cuenta que la noción de autonomía era ya un postulado latente en toda la modernidad, de la que es un axioma central; Kant se limita a explicitarla y darle unos contornos más precisos.

En efecto, la noción de autonomía está disfrazada, por una parte, en la separación de moral y derecho operada por la modernidad (frente a la distinción conceptual medieval), algo que es claro en autores modernos como Thomasius, Grocio, Locke y otros que atribuyen a la separación la misma función que la noción de autonomía de Kant, que igualmente caracteriza a la moral con independencia del derecho heterónomo. Es claro que la autonomía, como la dialéctica, afirma «que el establecimiento de los primeros principios de la filosofía es independiente de las leyes de la lógica formal» 2. Igualmente el tópico de la autonomía de la voluntad contractual 3 tiene su origen en Grocio (1583-1645), se divulgó con Rousseau y, especialmente, por Kant, y se impuso sanguinariamente con la Revolución Francesa, pasando a ocupar, como consecuencia, un lugar central en el Código de Napoleón, que gira en torno a la I+Dea.

No podía ser de otra manera, puesto que «tanto racionalistas como empiristas sostuvieron que tenemos un conocimiento directo e infalible de nuestros propios pensamientos, y en ese conocimiento fundaron tanto la ciencia como la autonomía moral» 4, carácter científico con el que viene revestida y que, primordialmente, sirve para acentuar su aceptación sin crítica. No se puede dudar de que «los métodos de la lógica formal no dejan ningún sitio a las reacciones Page 718 del auditorio» 5, es lo que hace el logicismo de la autonomía, que revestida de cientificidad, inmuniza la ley sin posibilidad de reacción de los afectados por el bálsamo citado, también considerado científico en su momento.

* El significado preciso que posee en la obra kantiana hace que sea con él con el que se debe contrastar cualquier debate intelectual, al fin y al cabo es el que prestigia la I+Dea, aunque pueda ser usada por cualquier mentecato con el respaldo de un pensador afamado, sin preocuparse por su significado, implicaciones o consecuencias.

Kant formula explícitamente la autonomía diciendo que «la autonomía de la voluntad es el único principio de todas las leyes morales y de los deberes conforme a ellas; toda heteronomía del albedrío, en cambio, no sólo no funda obligación alguna, sino que más bien es contraria al principio de la misma y de la moralidad de la voluntad» 6. Pero esta noción debe conectarse con otros supuestos, especialmente el recogido bajo el epígrafe de Ley fundamental de la razón pura práctica, donde nos la presenta Kant: «Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre, al mismo tiempo, como principio de una legislación universal.» 7

Es claro que se contrapone autonomía a dependencia en la formulación de la ley, pero no sólo a dependencia, sino también a procedencia de la ley moral. En Kant la voluntad, para ser libre, no puede estar sometida a ninguna ley externa, sea natural, divina o de otras personas, sería heteronomía, sumisión, impediría la espontaneidad. El hombre completamente empírico, en la filosofía kantiana, no sería capaz de tener libertad, pues el ejercicio de la voluntad estaría condicionado siempre por el deseo de algún objeto, toda elección sería heterónoma y, entonces, la voluntad no sería causa primera, por eso la constitución del sujeto no puede ser una mera sucesión de fenómenos, sino lo que está en su base, el yo. Al pensarnos como libres nos incluimos en el mundo inteligible, percibimos la autonomía de la voluntad.

No se puede ignorar la importancia que para Kant alcanza la autonomía, que acaba siendo «es el fundamento de la dignidad de la Page 719 naturaleza humana y de toda naturaleza racional» 8, es consecuente el que «la voluntad es pensada como una facultad de determinarse uno a sí mismo a obrar conforme a la representación de ciertas leyes. Semejante facultad sólo en los seres racionales puede hallarse. Ahora bien, fin es lo que sirve a la voluntad de fundamento objetivo de su autodeterminación, y el tal fin, cuando es puesto por la mera razón, debe valer igualmente para todos los seres raciones... Este principio de la humanidad y de toda naturaleza racional en general como fin en sí mismo, principio que es la condición suprema limitativa de la libertad de la acciones de todo hombre, no se deriva de la experiencia: primero, por su universalidad, puesto que se extiende a todos los seres racionales y no hay experiencia que alcance a determinar tanto; segundo, porque en él la humanidad es representada, no como fin del hombre -subjetivo-, esto es, como objeto que nos propongamos en realidad por fin espontáneamente, sino como fin objetivo, que, sean cualquiera los fines que tengamos, constituye como ley la condición suprema limitativa de todos los fines subjetivos y, por tanto, debe originarse de la razón pura. En efecto, el fundamento de toda legislación práctica hállase objetivamente en la regla y en la forma de la...

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