La Internacional Situacionista: un proyecto de autonomía y autogestión generalizada, ámbito de una subjetividad radical. La vida como afirmación de una permanente creatividad social

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Baruch de Espinosa
a) Datos personales

Baruch de Espinosa nace en 1632 en el seno de la comunidad judía de Amsterdam, gueto que no lo es en el sentido siniestro que la historia ha justificado tan a menudo para el término. Se trata de una comunidad próspera, cuya religión y usos son respetados, hasta tiene su propia policía interna. Las Provincias Unidas -y Holanda a la cabeza- son en ese momento la vanguardia de Europa, y representan el máximo de tolerancia posible en la época. La historia de la filosofía, escrita en perspectiva ilustrada... recordará, con todo, a un Voetius ladrando contra Descartes, o al propio párroco de Voorburg excitando, probablemente, a sus fieles contra Espinosa. Sin embargo, a pesar de los clérigos calvinistas (ligados al partido de los Orange) el contrapeso «liberal» está sólidamente asentado en esta república de mercaderes, y los judíos acuden a ella como a su asilo seguro. La familia de Espinosa ocupa en la comunidad un lugar notable: el padre -Miguel, comerciante en especias- llega a formar parte de los Parnassim... En ese relativo aislamiento la cultura judía es mantenida con vigor. Conviene señalar, de todas maneras, que esa cultura judía incluye manifestaciones muy variadas: hoy sabemos que la judería de Amsterdam conoció, a lo largo del siglo XVII, importantes crisis ideológicas; el legado que de ella habría recibido Espinosa no tendría que haber sido, nherecesariamente, el de la más estricta ortodoxia. [...]

Espinosa asiste a la sinagoga, y, muy joven aún, comienza a manifestar su rebeldía frente a la doctrina ortodoxa. [...]

Todo el mundo conoce las circunstancias de la expulsión de Espinosa de la sinagoga. Recordemos la rabiosa fórmula del Herem: «excomulgamos, maldecimos y separamos a Baruch de Espinosa, con el consentimiento de Dios bendito y con el de toda esta comunidad; delante de estos libros de la Ley, que contienen trescientos trece preceptos; la excomunión que Josué lanzó sobre Jericó, la maldición que Elías profirió contra los niños y todas las maldiciones escritas en el libro de la Ley; que sea maldito de día, y maldito de noche; maldito cuando se acueste y cuando se levante; maldito cuando salga y cuando entre; que Dios no lo perdone; que su cólera y su furor se inflamen contra este hombre y traigan sobre

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él todas las maldiciones escritas en el libro de la Ley; que Dios borre su nombre del cielo y lo separe de todas las tribus de Israel, etc. ». Los perseguidos se han tornado eficaces perseguidores. [...]

b) Teoría ética

El mundo ético de Espinosa permanece alejado del cristiano. Y, para remate, esa Parte V donde el estoicismo encuentra quizá su intérprete más acabado, donde la beatitudo, que es negación de la esperanza escatológica, muestra su estatura ética frente a todo consuelo para uso del vulgo. En forma «mística», remata Espinosa su Ética con el amor intelectual de Dios: pero esa ascensión en el camino de la perfección -como alguien ha dicho- no tiene nada de subida al monte Carmelo. Ese Dios al que se ama no puede amarnos. [...]

A fin de cuentas, no hay muchas probabilidades de que la superación de nuestras actuales condiciones de vida -tal y como esa superación parece posible: no en el reino de Utopía- vaya a proporcionarnos grandes placeres. Y, sin embargo, esa superación se nos impone. Colaborar con esa imposición parece, pues, más sabio que ignorarla, o disfrazarla de imposibles maravillas. Para Espinosa, y para la actitud intelectual práctica que su filosofía propicia. [...]

Proposición XLII

La felicidad no es un premio que se otorga a la virtud, sino que es la virtud misma, y no gozamos de ella porque reprimamos nuestras concupiscencias, sino que, al contrario, podemos reprimir nuestras concupiscencias porque gozamos de ella. [...]

Escolio: con esto concluyo todo lo que quería mostrar acerca del poder del alma sobre los afectos y la libertad del alma. En virtud de ello, es evidente cuánto vale el sabio, y cuánto más poderoso es que el ignaro, que actúa movido sólo por la concupiscencia. Pues el ignorante, aparte de ser zarandeado de muchos modos por las causas exteriores y de no poseer jamás el verdadero contento del ánimo, vive, además, casi inconsciente de sí mismo, de Dios y de las cosas, y, tan pronto como deja de padecer, deja también de ser. El sabio, por el contrario, considerado en cuanto tal, apenas experimenta conmociones del ánimo, sino que, consciente de sí mismo, de Dios y de las cosas con arreglo a una cierta necesidad eterna, nunca deja de ser, sino que siempre posee el verdadero contento del ánimo. Si la vía que, según he mostrado, conduce a ese logro parece muy ardua, es posible hallarla, sin embargo. Y arduo, ciertamente, debe ser lo que tan raramente se encuentra. En efecto: si la salvación estuviera al alcance de la mano y pudiera conseguirse sin gran trabajo, ¿cómo podría suceder que casi todos la desdeñen? Pero todo lo excelso es tan difícil como raro.

[Baruch de Espinosa, Ética, ed. preparada por Vidal Peña, Editora Nacional, Madrid, 1984, pp. 11-12, 13, 15-16, 41-42, 391, 392.]

Herbert Marcuse

El propósito de este ensayo es contribuir a la filosofía del psicoanálisis -no al psicoanálisis en sí mismo. Se mueve exclusivamente en el terreno de la teoría y deja fuera la disciplina técnica que el psicoanálisis ha llegado a ser. Freud desarrolló una teoría del hombre, una «psico-logía» en el sentido más estricto. Con esta teoría, Freud se situó a sí mismo en la gran tradición de la filosofía y bajo un criterio filosófico. Nuestra preocupación no se dirige a lograr una correcta o mejor interpretación de los conceptos freudianos, sino a sus implicaciones filosóficas y sociológicas. Freud separó conscientemente su filosofía de su ciencia; los neofreudianos han negado la mayor parte de la primera. En el terreno terapéutico tal negación puede estar perfectamente justificada. Sin embargo, ningún argumento terapéutico debe impedir el desarrollo de una construcción teórica que pretende, no curar la enfermedad individual, sino diagnosticar el desorden general. [...]

Freud investiga el desarrollo de la represión en la estructura instintiva del individuo. El destino de la libertad y la felicidad humana se combate y decide en la lucha de los instintos -literalmente una lucha entre vida y muerte- en la que soma y psique, naturaleza y civilización, participan. [...]

La teoría sobre la civilización de Freud es un producto de su teoría psicológica: sus percepciones del proceso histórico están derivadas del análisis del aparato mental de los

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individuos, que son la sustancia viviente de la historia. Este método penetra la ideología protectora en tanto que ve las instituciones culturales en términos de lo que han hecho con los individuos a través de los cuales funcionan. Pero el método psicológico parece fallar en un punto decisivo: la historia ha progresado «a espaldas» y por encima de los individuos, y las leyes del proceso histórico han sido aquellas que gobiernan a las instituciones reificadas más que a los individuos. [...]

Su historia tiene que ser escrita todavía -como la historia de la transformación de Eros en Ágape.

[Herbert Marcuse, Eros y civilización, Seix Barral, Barcelona, 1968, pp. 20-21, 34, 106, 123.]

Anselme Bellegarrigue

Si me preocupara el sentido atribuido comúnmente a ciertas palabras y dado que un error vulgar ha hecho de «anarquía» el sinónimo de «guerra civil», tendría horror del título con que he encabezado esta publicación -La anarquía es el orden-, porque tengo horror a la guerra civil.

Al mismo tiempo, me honra y me complace no haber formado parte nunca de un grupo de conspiradores ni de un batallón revolucionario; me honra y me complace porque esto me sirve para establecer, por una parte, que he sido bastante honesto para no engañar al pueblo, y, por la otra, que he sido bastante hábil para no dejarme engañar por los ambiciosos. He visto pasar, no puedo decir que sin emoción, pero al menos con la mayor calma, a fanáticos y charlatanes, sintiendo piedad por los unos y sumo desprecio por los otros. Y cuando, después de esas luchas sanguinarias..., he querido hacer cuenta del bienestar que había traído cada cadáver, he encontrado cero en el total; y cero es nada.

Me horroriza la nada: también me horroriza la guerra civil. [...]

Así la anarquía, que, confrontada con el término monarquía, significa guerra civil, desde el punto de vista de la verdad absoluta o democrática no es nada menos que la expresión verdadera del orden social.

En efecto:

quien dice anarquía, dice negación del gobierno;

quien dice negación del gobierno, dice afirmación del pueblo;

quien dice afirmación del pueblo, dice libertad individual;

quien dice libertad individual, dice soberanía de cada uno;

quien dice soberanía de cada uno, dice igualdad;

quien dice igualdad, dice solidaridad o fraternidad;

quien dice fraternidad, dice orden social.

[Anselme Bellegarrigue, Manifiesto, Ediciones Síntesis, Barcelona, 1977, pp. 13, 14.]

Boaventura de Sousa Santos

Las ciencias sociales que heredamos -las disciplinas, las metodologías, las teorías y los conceptos- no dan cuenta de nuestro tiempo adecuadamente y, por eso, no confiamos en ellas para que nos orienten en los procesos de transformación social en curso. Nuestro tiempo no es un tiempo nuevo; por el contrario, para algunos es un tiempo demasiado viejo. Con todo, es un...

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