La Audiencia de Guatemala y sus Consejeros de Indias en el siglo XVI

AutorJosé Ma Vallejo García-Hevia
Páginas445-607

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Audiencia de los Confines y de Guatemala.-2. El doctor Antonio González, primer consejero de Indias de los Confines de Guatemala y Nicaragua: la experiencia recompensada de un rico letrado indiano.-3. El doctor Eugenio de Salazar: el jurista-poeta, hombre de de leyes y de letras.-4. El doctor Alonso Criado de Castilla: un consejero supernumerario, hombre de letras y de armas, o el signo de un nuevo siglo.-Apéndice documental.

Ayer se fue, mañana no ha llegado, hoy se está yendo sin parar un punto; soy un fue, y un seré, y un es cansado.

A todos dejo en mi dolor ejemplo, y al desengaño mando hacer un templo, y mando, si el caudal a tanto alcanza, fundar un hospital de la esperanza, donde se acaben con sus propias manos los incurables sanos. De los bienes y males que poseo, dejo por mi heredero a mi deseo. Y de las joyas mías, que son las advertencias y verdades, quiero que te rescaten libertades, y lo demás se gaste en obras pías, pues muero de crueldades.

(Francisco de Quevedo, Poesía sobre la muerte) 1Page 446

No se dispone, hasta la fecha, de un estudio de conjunto sobre la Audiencia Real de los Confines y de Guatemala. Desde el punto de vista histórico-jurídico e institucional, como desde casi todos los demás (social, económico, político) que integran una perspectiva histórica general o global, todo está por hacer: tanto en lo que se refiere al siglo XVI, como a los siglos XVIi, XVIII y XIX. Existen, ciñéndonos, en lo que aquí interesa, al quinientos, algunas crónicas, como las de los dominicos Remesal 2y Ximénez 3, el franciscano Vázquez 4o el capitán Fuentes y Guzmán 5; alguna edición parcial de fuentes, como las de Peralta 6, León Fernández 7y Molina Argüello 8, o la conocida, con poca fortuna en Page 447 la denominación, como Colección Somoza 9; y algunas monografías y artículos particularmente valiosos, de los que conviene destacar, entre los modernos historiadores, e hispanistas o americanistas, a Chamberlain 10, Sáenz de Santa María 11, Saint-Lu 12, MacLeod 13, Lutz 14, Lovell 15o De Vos 16, y, en general, a García Añoveros 17y Luján Muñoz 18. Pero, nadie se ha atrevido, hasta ahora, con la historia institucional de la Audiencia guatemalteca. Y esta laguna historiográfica se ha mantenido, quizá, olvidando que el istmo centroamericano siempre tuvo gran importancia, y presencia, en el entramado institucional de la Page 448 América Hispana. No en vano, por la Centroamérica del siglo XVI pasaron, residieron, mandaron e influyeron personalidades tan relevantes, y discutidas, como las de Hernán Cortés, Pedrarias Dávila, fray Bartolomé de las Casas, el obispo Francisco Marroquín o el licenciado Cerrato. Sin olvidar a ese regidor del cabildo de la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala que fue, hasta su muerte de conquistador y cronista, Bernal Díaz del Castillo.

De ahí que el investigador o el estudioso de dicha Audiencia tenga que aplicarse, creo yo, modesta y forzosamente, como lema personal, ese aforismo tan acertado, atribuido a Baltasar Gracián, de Tened paciencia y tendréis ciencia. Por lo tanto, toda contribución que se haga a la historia institucional de los Confines de Guatemala y de Nicaragua resultará necesaria 19, a la espera de ese estudio de conjunto que habrá de aguardar, o así será conveniente, a su vez, a la elaboración de múltiples aportaciones parciales previas. Una de ellas, en los términos apuntados de modestia indagatoria, pretende ser la que integran las presentes páginas. Se trata de la reconstrucción biográfica de tres destacados protagonistas de la vida institucional centroamericana en el siglo XVI: dos presidentes de la Audiencia de Guatemala, los doctores Antonio González (1570- 1573) y Alonso Criado de Castilla (1598-1611), y un fiscal de la misma Audiencia, el doctor Eugenio de Salazar (1576-1581). Su característica común fue la de un particular talento personal, eficacia o fortuna, que les condujo a la cúspide del cursus honorum de su época: la plaza de ministro en el Real y Supremo Consejo de las Indias. Fueron, pues, los tres únicos fiscales, oidores o presidentes-gobernadores de la Audiencia de Guatemala que, en la centuria decimosexta, alcanzaron tan relevante cargo, político-administrativo 20. Al ser sus vidas, y biografías, dispares -en la medida en que lo puedan ser las de tres letrados coetáneos, ministros del rey, que vivieron en un mismo tiempo, y en espacios coincidentes-, pero, a la vez, complementarias, no cabe duda de que podrán depararnos datos de interés para conocer, e interpretar, las peripecias de dicha vida institucional. Puesto que las instituciones históricamente evolucionan, configuradas, informadas, y a veces deformadas, por el derecho, que las Page 449 crea pretendidamente estables, pero que casi siempre ha de reformarlas, evolutiva o involutivamente, o suprimirlas en razón de su aplicación social, y de las circunstancias, justas o injustas, de la misma en la vida de los individuos, y de las sociedades.

Acompañan a estas tres paralelas biografías, hasta cierto punto sustentándolas, dado que el hombre, de acuerdo con Quevedo, en la cita preliminar de sus versos que figura en el frontispicio de este artículo, tan célebres y certeros, es un fue, y un seré, y un es cansado, otros tres, y respectivos, apéndices documentales, de otros tantos inéditos: los testamentos y codicilos de los doctores Antonio González, de Valladolid, a 8 de julio de 1602 21, y de Eugenio de Salazar, de Madrid, a 1 de mayo de 1601 22; y la relación de los méritos y servicios del doctor Alonso Criado de Castilla, que su hijo Andrés, hacia 1611, hizo imprimir, póstumamente, a fin de alcanzar alguna merced de Felipe III 23. De esta forma, al ser contemplada la vida de estos tres consejeros de Indias, bien personalmente (caso de González y de Salazar), bien a través del punto de vista filial (caso de Criado de Castilla), en todos ellos desde la perspectiva cierta de la muerte inminente o ya consumada, el testimonio individual de su ser y acontecer se conjuga con el colectivo de la sociedad de su época, enriqueciendo tanto nuestra perspectiva de historiadores como la visión de conjunto de dicha sociedad, y de dicha época histórica, también, por supuesto, histórico-jurídica. Sin olvidar, al mismo tiempo, que lo iushistórico constituye el basamento de las ahora conocidas con el apelativo de mentalidades colectivas. Es decir, el sistema de valores culturales, religiosos y sociales presente en una sociedad (y, obviamente, en los individuos, o en la mayoría de ellos, que la componen, puesto que no debe olvidarse que toda sociedad es una suma de individuos), y en un período histórico determinado. En los años sesenta del siglo XX, en el seno de las tendencias agrupadas en la llamada -algo, o muy, imprecisamente, desde luego- Nueva Historia, surgida en el ámbito de la conocida como Escuela de los Annales, que pretendían construir una denominada Historia total, se desarrolló una cierta Historia de las mentalidades colectivas, cuyo objetivo sería el de conseguir una imagen, más o menos nítida, del sentir colectivo ante los hechos y cuestiones más comunes, y, no por ello, más irrelevantes. No perseguía, ni persigue todavía, una historia de personajes individuales, sino colectivos: de un estamento, de una clase social, del campesinado, de los habitantes de las ciudades, etc. Para lograr tal propósito, habría que aplicar una de las principales, básicas, tesis de la sociología: la de que los valores asumidos por una colectividad se manifiestan en las conductas individuales, de modo que a través de éstas se puede llegar a conocer aquéllos, al menos, de forma aproximada. Sería necesario, por tanto, acudir a una base documental amplia, tanto Page 450 en representatividad como en contenido, y a una delimitación geográfica y social, histórica, precisas. Ahora bien, para interpretar estos fenómenos sociológicos históricos, constatados documentalmente, habría que abstraer, forzosamente, los aspectos individuales aportados por las fuentes archivísticas. El riesgo de tal método de abstracción radicaría en constituir una determinada estructura interpretativa del pasado, cuyos mecanismos explicativos se verificasen al margen de las conciencias y de las decisiones individuales. O, lo que es lo mismo, el peligro radicaría en silenciar a los protagonistas, indispensables, perennes, de la historia (los hombres), colocando, en su lugar, como único elemento constitutivo, el sistema de relaciones y transformaciones sociológicas de carácter histórico. De tal modo que, el hombre, el sujeto histórico, sólo parecería limitado a actuar dentro del marco definido por la estructura sociológica, y en el sistema de...

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