Proteccion atmosferica y ambiente urbano sostenible en Andalucia

AutorLorenzo Mellado Ruiz
CargoUniversidad de Almería
1. Introduccion: la necesidad de proteccion juridica del aire

La Atmósfera es la envoltura gaseosa, de unos 1.000 km. de espesor, que rodea a la Tierra. Gracias a la atmósfera se desarrolla la vida en la tierra, toda la vida fuera del agua, ya que, por una parte, resulta apta para la respiración de los seres vivos que la pueblan y, simultáneamente, actúa como un filtro protegiendo de las radiaciones ultravioletas procedentes del sol (Ref.).

La contaminación de sus diversas capas, fundamentalmente la Troposfera, que es la capa más próxima a la Tierra y en la que se desarrolla la vida terrestre, puede devenir desde dos tipos diferentes de causas: la contaminación de origen natural y la contaminación de origen humano. Ambas suponen la alteración de un equilibrio dinámico forjado durante millones de años, y que ha permitido, a partir de la fijación del oxígeno del carbono por elementos marinos, la floración continua de seres cada vez más complejos hasta llegar al hombre (Ref.). Y precisamente ha sido la especie humana, en su mayor contradicción istórica, en tanto que es la única que puede pensar el porqué puede pensar (Ref.), la que ha intensificado exponencialmente, la mayoría de las veces de forma consciente, un proceso de contaminación atmosférica cíclico y regenerativo. Porque la contaminación es inevitable. Todas las actividades humanas, el metabolismo propio de la materia humana y los fenómenos naturales que se producen en la superficie o en el interior de la tierra van acompañados de emisiones de gases, vapores, polvos y aerosoles, que, no obstante, al diseminarse en la atmósfera se integran en los distintos ciclos biogeoquímicos que se desarrollan -sirviendo como sostén- en la Tierra (Ref.). Además, es innegable que la contaminación natural (vulcanismo, combustiones, actividades bacterianas, meteoritos, etc.) se ha manifestado siempre -y sigue haciéndolo- en magnitudes mucho mayores que los productos contaminantes de las actividades humanas. Y a pesar de ello, a pesar de la innata sustentabilidad sistémica del entorno y de la exógena y tangencial capacidad de contaminación del hombre, su misma aparición -carente, en el sentido etimológico del término, de toda "simpatía" (Ref.) - y la subsiguiente expansión y densificación han puesto en un grave peligro, quizás sólo susceptible de mitigación, la incolumidad del ambiente atmosférico, la integridad de los elementos naturales, bióticos y abióticos, presentes en el mismo y, lo que es más importante, la estabilidad de un frágil equilibrio biológico que soporta y viabiliza la propia existencia del hombre y de los seres que lo acompañan en la Nave Tierra.

En efecto, la explotación intensiva de los recursos naturales y el desarrollo de grandes concentraciones industriales y urbanas en determinadas zonas han dado lugar a la saturación de la capacidad asimiladora y regeneradora de la Naturaleza, dislocando el equilibrio entre la biosfera y la atmósfera que el climatólogo inglés LOVELOCK había concebido como una "contrucción biológica" prolongación de un sistema vital (Ref.).

En definitiva, pese a la casi consustancial presencia de muchos de los factores de contaminación natural durante la evolución de nuestro Planeta Tierra, ningún factor ha llegado a desestabilizar el equilibrio sistémico atmósferico como la acción humana, como la contaminación antropogénica. La aparición de la contaminación humana ha resultado, aunque su percepción haya sido tardía, una sobrecarga de los mecanismos estabilizadores de la atmósfera. Hechos como la combustión de elementos fósiles, la utilización de motores de explosión, la masificación industrial o la incineración de residuos, entre otros, han provocado, primero, una progresiva, y según algunos, irreversible degradación del ambiente, y, segundo, el despertar de la conciencia humana hacia las nocivas repercusiones de muchos de sus hábitos y actuaciones actuales.

Como dice la propia Exposición de Motivos de la Ley 38/1972, de 22 de diciembre de protección del ambiente atmosférico, ley básica estatal en la materia y que más adelante será objeto de atención, "la degradación del medio ambiente constituye uno de los problemas capitales que la Humanidad tiene planteados en esta segunda mitad del siglo" -y lo seguimos teniendo a comienzos de uno nuevo-. "La explotación intensiva de los recursos naturales, el desarrollo tecnológico, la industrialización y el lógico proceso de urbanización de grandes áreas territoriales son fenómenos que, incontrolados, han llegado a amenazar la capacidad asimiladora y regeneradora de la Naturaleza, y que de no ser adecuadamente planificados, pueden abocar a una perturbación irreversible del equilibrio ecológico general, cuyas consecuencias no son fácilmente previsibles".

Si sustituimos la redundante expresión "medio ambiente" por "ambiente atmosférico" y multiplicamos la posible degradabilidad de los actuales procesos humanos por las variables del inexorable paso del tiempo, la mayor tecnificación y capacidad de contaminación actuales, su dimensión, innegable hoy día, internacional y, en último lugar, la inestabilidad y fragilidad del entorno, en tanto que sistema ecológico, podemos vislumbrar la apremiante necesidad, en el umbral de un nuevo siglo en nuestra "contaminante" Historia, de subvertir el proceso, entablar una regulación adecuada, suficiente y flexible y consolidar, de una vez para siempre, el movimiento de concienciación y educación ambiental iniciado hace unas décadas (Ref.).

El aire es un bien común limitado e indispensable para la vida (Ref.). No se trata ya de conseguir beneficios. Ni de facilitar la vida o el desarrollo de las personas y demás seres vivos. Es una necesidad ineludible, inaplazable. Se ha dicho que o se conserva la naturaleza o pronto nos quedaremos sin naturaleza que conservar. La obligación moral de protección de la atmósfera es diferente: si no hay ambiente, no habrá vida.

Con lúcidas palabras, desbordantes de carga poética y transidas de un ensimismamiento ecológico rayano en la pasión, ha manifestado recientemente JOAQUIN ARAUJO la importancia del tema:

"Nada más leve ni frágil. Y aun así todo lo sostiene y sustenta: la mirada, los olores, el sonido, al árbol, la libélula y a toda la vida fuera de agua que es atmósfera desplomada. Pero hasta los mares desean volver a su primitiva condición y aprovechan la menor oportunidad para volar de nuevo, para ser otra vez aire. Todo lo amable tiene aire: comprimido si es caricia, apagado si es recuerdo, abrasado si es palabra" (Ref.).

2. Relativismo e integracion en el concepto de contaminacion atmosferica

En términos generales, puede describirse la contaminación atmosférica como la presencia en el aire de sustancias o formas de energía que alteran la calidad del mismo, de modo que impliquen riesgo, daño o molestia grave para las personas y bienes de cualquier naturaleza (Ref.).

El fenómeno global de la contaminación atmosférica se articula, pues, en base a dos dimensiones: una dimensión objetiva, en tanto que es necesaria la presencia o emisión en el medio aéreo de cualquier sustancia, materia o forma de energía que cause, de forma efectiva, y por la incapacidad de asimilación del ambiente, una alteración de la pureza, calidad o equilibrio del mismo, y una dimensión teleológica, puesto que, aun sobre la inspiración de trasnochadas ideologías antropocentristas, no basta con la constatación científica de la existencia de contaminación, sino que es necesario, al menos para que la reacción jurídica pueda desencadenarse, que la alteración sistémica producida cause algún perjuicio, bien en la especie humana, bien en el mundo animal, vegetal o artificial.

Las formas de contaminación atmosférica pueden, por tanto, clasificarse de la siguiente manera:

- Contaminación por formas de energía.. Se incluyen aquí las radiaciones ionizantes y, sobre todo, el ruido y las vibraciones.

- Contaminación por formas de materia o por sustancias químicas. En este tipo de contaminación podemos diferenciar entre Contaminantes Primarios y Contaminantes Secundarios. Los primeros son aquellas sustancias que son vertidas directamente a la atmósfera desde los focos contaminantes: por ejemplo, aerosoles, gases -como el monóxido de carbono o el anhídrido carbónico-, metales pesados, sustancias minerales -asbestos y amianto-, sustancias radiactivas o compuestos orgánicos...

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