Retractación de artículos en bioética: propuesta de un caso paradigmático

AutorGonzalo Herranz Rodríguez
CargoDepartamento de Humanidades Biomédicas. Universidad de Navarra
Páginas151-167

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1. Introducción

En Bioética, la libertad de pensamiento es un tesoro y, a la vez, una responsabilidad. La poseemos como elemento de nuestra intrínseca dignidad humana, y la manifestamos ante los demás, como libertad de expresión, mediante la palabra hablada o escrita. Son una y otra libertades responsables, que, nos exigen, al pensar, adherirnos a los requisitos de racionalidad, método y discurso, y esforzarnos por discernir la verdad; y, al manifestar nuestros pensamientos de palabra o por escrito, al publicar, nos insta a refiejar esa verdad, a no evadir las críticas, a responder a las objeciones recibidas. Y todo eso, en el respeto por las personas,

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único lugar en el que prospera el debate civilizado de las ideas.

Aunque todos procuramos buscar la verdad y evitamos mentir, todos también e inevitablemente cometemos errores. La libertad de expresión abarca tanto decir verdades, como reconocer errores. No consiste sólo en manifestar nuestras propias y maduradas convicciones y escuchar las confirmaciones que a ellas dan los otros; incluye también denunciar los errores ajenos, aceptar los nuestros, y procurar rectificar unos y otros. Corregir al que yerra es una de las clásicas obras de misericordia. Y es, a la vez, una manifestación natural, exigible, de la libertad de pensamiento: considerarse inmune al error es una esclavitud; rechazar la corrección justa corrompe la inteligencia. Corregir errores y retractarse de ellos es manifestación de libertad.

El error de buena fe en las publicaciones biomédicas es cosa de ordinaria administración: las revistas, en particular las «grandes», mantienen una sección fija para señalar y enmendar erratas. ¿Qué pasa con los errores que, en ocasiones, los autores introducen con mayor o menor deliberación en sus publicaciones?

Sería ingenuo ignorar que se publican trabajos engañosos, fraudulentos, que no tienen arreglo, por larga que fuera su fe de erratas. Cuando se comprueba que uno de esos artículos contiene errores intencionados, los editores invitan a los autores a retractar el artículo viciado. Si los autores no aceptaran la invitación, los mismos editores tendrán que comunicar a los lectores que tal artículo, en razón de las irreparables faltas (descriptivas, metodológicas o éticas) que lo desacreditan, ha sido retractado.

La retractación se aplica, de un lado, a los artículos que contienen datos fingidos, inventados que pretenden dar apariencia de realidad a lo que es mera ficción y artificio imaginado; y, de otro, a los que falsifican, amañan o seleccionan datos auténticos con el propósito de dar veracidad postiza a una hipótesis o elegancia engañosa a una demostración. La retractación viene a decir que el artículo implicado se ha de tener como no publicado y que, por tanto, no deberá ser citado en adelante: es como si nunca hubiera existido.

En la bibliografía biomédica, la retractación de artículos no es frecuente, pero tampoco es rara. Desde el punto de vista de la ética de la publicación, retractar un artículo publicado es asunto grave. El derecho de los autores a la buena reputación y a que se presuponga su inocencia exige practicar las debidas diligencias con discreción y las garantías necesarias: no es ético jugar con la reputación ajena. Pero la salud moral e intelectual de la empresa científica obliga a investigar seriamente los casos sospechosos: es un deber insoslayable.

2. Fraude y retractación en la bibliografía bioética

Una búsqueda bibliográfica en el campo de la bioética proporciona una cosecha muy menguada de artículos retractados; muy pequeña, si se la compara con la recogida en el área de la ciencia biomédica. Y, aún siendo pocos, son diversos.

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Veamos algunos ejemplos, de menor a mayor entidad.

· Hay artículos retractados que nada tienen de fraudulento. Es el caso del que, a consecuencia de errores técnicos, reproducía incorrectamente el manuscrito original: fue retractado por los editores de la revista, quienes no sólo pidieron disculpas al autor, sino que publicaron el texto correcto del artículo en el número siguiente de la revista1.

· Una carta a los editores, publicada en una revista de bioética, es retractada por ellos, pues la misma carta había aparecido unos meses antes en las páginas de otra publicación, extremo del cual el autor no informó a los editores: un caso de publicación repetida, que, por inconfesado, no es disculpable2.

· Unos autores publican, de buena fe, un comentario sobre los aspectos bioéticos de una investigación que, al cabo de algún tiempo, se comprueba que se basaba en datos ficticios. Retractado el trabajo falseado, los autores del comentario bioético pidieron que su artículo siguiera el mismo destino, pues no tenía sentido mantenerlo al ser condenada la investigación fraudulenta a la inexistencia por efecto de la retractación3.

· Los autores de un artículo trasladan a él fragmentos de considerable longitud, incluso párrafos enteros, de un trabajo ajeno: unas veces literalmente, otras con cambios verbales menores, pero en ningún caso los entrecomillan, mostrando su voluntad de hacerlos pasar como propios. El artículo original «fusilado» aparecía citado una vez y marginalmente, de modo que no podían atribuírsele las ideas «robadas». Se trata de un caso de plagio, de apropiación no confesada de textos e ideas ajenos. Sólo tarde y bajo amenaza de denuncia al juez por presunta falta contra la propiedad intelectual, el artículo fue retractado, no por sus autores, sino por los editores4.

A juzgar por las muestras precedentes, las faltas contra la ética de la publicación parecen corresponder en bioética a la categoría de las transgresiones «menores» (publicación repetida, plagio) que manchan a sus autores y afean, pero no corrompen, la bibliografía biomédica. Cabe, sin embargo, preguntarse: en la bibliografía bioética, ¿se dan casos graves, de fraude o falsificación, de trabajos ficticios, con datos tergiversados, ideas ajenas manipuladas, conclusiones adulteradas?

El asunto, a mi parecer, no ha sido estudiado. De una parte, es tema difícil de investigar, porque, excluidos los estudios de investigación cualitativa, los criterios usados en investigación biomédica para evaluar la conducta de los investigadores (hipótesis defendible; elección justificada de muestras biológicas, pacientes y métodos; registro detallado de los procedimientos; autenticidad de las notas y cuadernos de laboratorio;

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conservación íntegra de la documentación del ensayo clínico; publicación exacta de los resultados) no son aplicables a los trabajos de bioética. Los bioéticos, que tanto han contribuido a crear la ética de las publicaciones biomédicas, no se han preocupado de arreglar su propia casa. En los raros borradores de códigos de ética para bioéticos, no se hacen indicaciones sobre la ética de las publicaciones5Sólo Lindeman ha señalado: «Lo primero y más importante es que los autores sean honrados. Quebrantan esta expectativa cuando escriben cosas que saben que son falsas, o manipulan los datos, o desfiguran las posturas de los otros bioéticos»6.

Para superar esa carencia, sería conveniente que los bioéticos que publican pusieran a punto un sistema propio de normas que les ayudara a elevar la calidad técnica y ética de los trabajos que escriben. Un buen punto de partida sería aplicar las listas de control usadas por algunas revistas7.

3. Bioética y polémica

Los escritos bioéticos, ¿presentan, exigencias éticas peculiares?, ¿corren riesgos específicos?

Parece que las publicaciones bioéticas son especiales. En cuanto materia académica, la bioética conlleva, por su naturaleza misma, riesgos peculiares. La bioética es, en su docencia y aplicaciones, una disciplina dialógica. Se alimenta de debatir doctrinas metaéticas, de proponer principios, normas, ideales, criterios, modos de análisis, procedimientos de decisión, casos confiictivos: todo ello discutible. En bioética, la tolerancia ideológica es prácticamente ilimitada. Toda idea, aún desatinada, puede ser propuesta y defendida, siempre de acuerdo con las reglas académicas de corrección formal, respeto por las personas y presentación de argumentos «académicamente» correctos. La bioética vive del juicio contradictorio. Es, ciertamente, estudio y refiexión, pero es también diálogo y debate, propuesta y refutación. Y así son sus publicaciones. Muchos escritos bioéticos se publican con la expectativa de provocar polémica. Eso conlleva el peligro de que, en el curso del debate, las emociones afioren: eso es cosa muy humana, y no necesariamente negativa, con tal de que el intercambio de ideas se mantenga dentro de los límites de la buena crianza y del juego limpio, y no falte a los contendientes el deseo de comprender las razones ajenas y de criticar las propias. A la inteligencia bioética le conviene un poco de pasión.

El riesgo más serio de la disputa bioética está en la exageración de lo que los autores tienen por verdadero. Es falta frecuente. El polemista suele echar mano de dos recursos: de un lado, apoya sus puntos de vista en datos y razonamientos propios; de otro, los respalda con

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datos e ideas que toma en préstamo de otros autores. Con respecto al primero, cada cual, dentro de las buenas maneras académicas, puede libremente cargar de razón sus opiniones y estirar sus argumentos: eso es cosa suya. Con respecto al segundo recurso, usar materiales prestados, está obligado a tratar con respeto sumo lo dicho y escrito por otros. Las ideas que cita no son suyas. Citar un trabajo equivale a llamar a su autor para que preste declaración como testigo: una declaración hecha en el artículo que lleva su firma. Lo dicho ahí -datos, opiniones, conclusiones-...

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