Apunte demográfico sobre el cristianismo antiguo

AutorJosep Montserrat Torrents
Páginas160-164

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La participación en esta serie de artículos dedicados a la obra de Gonzalo Puente Ojea me ha incitado a volver sobre uno de los primeros trabajos del maestro, La formación del cristianismo como fenómeno ideológico, obra cuya importancia pude captar en su momento gracias a una relectura guiada por el mismo autor. Han transcurrido 36 años, y compruebo que el trabajo de interpretación histórica de Puente Ojea no ha envejecido, antes bien cobra nueva relevancia frente a la actual inundación de publicaciones apologéticas disfrazadas de «rigor académico» y vehiculadas por una potente industria editorial religiosa.

Tomaré pie en las esclarecedoras páginas en las que el autor describe y analiza el proceso que llevó al cristianismo de ser religión perseguida a ser religión oficial del imperio (pp. 278 y ss. de la edición de 1984). Hay al inicio de esta parte una frase crucial: A finales del siglo III la Iglesia es ya plenamente consciente de su gran poder. En las páginas anteriores, Puente Ojea ha descrito paso a paso la evolución del cristianismo desde la secta judía hasta la religiosidad helenística, ciñéndose a la dimensión ideológica, que es el argumento de su libro. Mi contribución aquí va a ser aportar algunos datos demográficos que contribuyan a comprender una mutación que, a no tenerlos en cuenta, podría parecer brusca e inexplicable.

La documentación existente pone de relieve, sin lugar a dudas, que a finales del siglo II el cristianismo se hallaba extendido por gran parte del Imperio Romano e incluso más allá de sus fronteras orientales. ¿Es posible cuantificar esta afirmación? Si lo que exigimos son datos numéricos precisos, la respuesta es rotundamente negativa. Ahora bien, una aproximación por conceptos de cantidad relativos (véase Aristóteles, Categorías, cap. 6) es posible e incluso necesaria.

En primer lugar, como siempre, los documentos. En este ámbito son escasísimos. Consigno a continuación los principales textos que de un modo u otro se refieren al número de los cristianos en los siglos I-III, para proceder luego, por modo de extrapolación, a aventurar una cuantificación aproximada para finales del siglo III.

  1. En las cartas de Pablo, en las cartas de la tradición paulina y en los evangelios canónicos hay referencias a una expansión del cristianismo «por todo el mundo». Se trata, sin embargo, de manifestaciones retóricas de clara significación escatológica: la inminencia del fin de los tiempos ponía la exigencia de la predicación del evangelio en toda la tierra habitada. He aquí los pasajes:

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    - Pablo: I Tesalonicenses 1, 8; Romanos 1, 8.

    - Cartas paulinas: Colosenses 1, 6; I Timoteo 3, 16.

    - Evangelios sinópticos: Marcos 13, 10 y Mateo 24, 14; Marcos 16, 20; Mateo 24, 9; 28, 19; Lucas 24, 47.

    - Apocalipsis 7, 9.

    - El libro de los Hechos aduce cifras de adeptos fantásticas: «Los que aceptaron sus palabras [de Pedro] se bautizaron y aquel día se les agregaron unos tres mil» (2, 41); «Hermano, ya ves cuántos miles de judíos se han hecho creyentes, pero todos siguen siendo celosos de la Ley» (21, 20).

  2. Escritores de finales del siglo I y principios del II:

    - Clemente de Roma, Carta a los Corintios, 5: «Pablo... que enseñó la justicia en el mundo entero»; ibídem, 59, 2: «[...] el número de los elegidos en el mundo entero».

    - Hermas, El Pastor....

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