Al-andalus: ortograma de un espacio ibérico andalusí

AutorModesto Barcia Lago
Páginas211-258

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Si la ideología neogótica se mostró funcional a la empresa reconquistadora, fue porque frente al proyecto restaurador del Regnum unitario perdido, en el mismo espacio geopolítico ibérico, se alzaba otro proyecto de vertebración inasimilable y con pretensión también excluyente: el establecimiento islámico planteaba la constitución de una "Hispania arabo- musulmana" en sustitución de la gótica-cristiana. En el extremo algarvío de la cuenca mediterránea, en las tierras de la Península Ibérica, con clara conciencia de su singularidad geopolítica -pues, como precisa en su descripción Sâ'id al-Andalusî506, erudito cordobés de la época de las primeras Taifas, qâdî en Toledo, era el "fin del mundo habitado en la parte occidental", y cuya descripción geográfica destaca el límite septentrional de la barrera de los Pirineos que la separan del "inmenso territorio ocupado por el gran imperio de los francos", así como el encuadre entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico-, Al Andalus vino a dar cuerpo político a este proyecto alternativo.

El origen del nombre "Al Ándalus" sigue siendo controvertido, porque, además de las difi cultades fi lológicas y la falta de sufi cientes fuentes documentales para su explicación satisfactoria, subyace en los tratadistas, en general, el prejuicio de la cuestión reprimida de la consideración geopolítica que encierra la referencia que el término connota.

No faltan, con todo, hipótesis que abonan el origen godo, como sería el caso de Deinz HALM, quien en su obra Al Andalus und Gothica Sors, la hace derivar de la voz germana Landa-hlauts ("tierra de sorteo"), que corrompería en arábigo a través de "Landalos"; pero, aunque aparentemente atractiva, ha sido controvertida con buenos argumentos filológicos. También se ha apuntado un posible origen bereber de esta designación, e, incluso, otras teorías la derivan de la voz avéstica âtar,referida al "pueblo del fuego sagrado", âtur Page 212 en pahlavi, que desde Irán habría sido introducida en la época celta de Iberia507.

"Extraña denominación que acaso sea una mala jugada a la filología para designar al utópico país de los Atlantes", nos dice por su parte CRUZ HERNÁNDEZ508, siguiendo la tesis que expuso Joaquín VALLVÉ BERMEJO en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, quien discrepa de los que relacionan esta denominación con la de "Vandalicia", que supuestamente habrían dado los vándalos a la región Bética en su paso para África, demasiado breve su estancia como para dejar huella en tal denominación; la derivación de "Atlantida" apoyaría en tradiciones comunes que tendrían en Platón argumento de autoridad en su designación de Nêsos Atlantis y referiría a través de la forma "Andala" ("espacio intermedio", "el centro" o "eje", como "Atlas"), o "Antalos", asociado con el semidiós Anteo, en última instancia a Al Andalus.

Para VIGUERA MOLINS "es relacionable con un conjunto toponímico que incluye la cadena montañosa del Atlas y el Océano Atlántico, pudiendo haber sido aplicado a la Península del Atlántico (Yazîrat al-Andalus)"509, aludiendo, pues, a una indudable referencia a un espacio geopolítico ibérico; y que Mahmud SOBH deriva de 'Adan/Edén=Paraíso510; seguramente más acorde, pero no en contradicción con la otra tesis, con el proceso de introducción de la Península "dentro de la geografía imaginaria islámica a través de ciertas narraciones que sitúan en su territorio diferentes marcas destinadas a señalar el límite occidental del mundo conocido y habitable para el hombre", y de su incorporación "al imaginario ya propiamente musulmán a través de una leyenda que viene, asímismo, de Oriente", según tiene estudiado HERNÁNDEZ JUBERÍAS511. Al respecto es bien significativa la referencia en el "Hipólito" de Euripides (745-750).

No era tan sólo una cuestión de incompatibilidad religiosa, ni tan siquiera cultural, sino enraizada en otra mucho más honda: sobre el solar de la vieja Ibe- Page 213 ria, en esa "costra de velhas fragas" que llora en el poema de TORGA512, tuvo lugar un combate decisivo para la definición de la iberidad513 en términos andalusíes, o en términos de la restauración cristiana trinitaria, dos polos del mismo eje hispánico.

Resulta hasta cierto punto lógico que los autores que sustentan un concepto de "España" anclado en la indudable fortaleza de la tradición de la "Reconquista", tiendan la desvalorizar, o simplemente a negar, que pueda hablarse de otro concepto de "España", y más aún de "Iberia", propio de la tradición andalusí. No es sólo en el caso del ucrónico españolismo antimusulmán de César VIDAL514; también el arabismo crítico de FANJUL se rebela, desde preocupaciones actuales por las tendencias disgregadoras de los nacionalismos españoles, contra "la idealización de al-Andalus" por una historiografía que sentó las bases de la ideología de "el mito de las tres culturas", actualmente revalorizado, reprocha, como un elemento funcional de las "tendencias centrífugas y disgregadoras" que parecen triunfar con el restablecimiento democrático515. Tendencia que ya había criticado en 1983 SÁNCHEZ ALBORNOZ en unos breves opúsculos que pretendían arrancar a los andaluces "de su cautiverio, espontáneo o no, por falsas ideas acerca de su ayer, y en defensa de su españolía integral y de los beneficios que su incorporación, ya multisecular, al caudal de la vida hispana ha procurado a su hoy Page 214 y ha brindado a su mañana, dentro de la órbita histórica europea occidental"516; reserva que ya matizaba su admiración por el hispanismo de Ibn Hazm, cuando concluía el estudio antes citado manifestando que "al calcular las consecuencias de su excéntrico vivir, y el de toda la España islamita, en los aledaños marginales del mundo occidental, a lo largo de los siglos decisivos de su cristalización, siempre me ha acongojado la consideración del daño sufrido por mi patria al ser conquistada y dominada por el Islam"517.

Los desenfoques historiográficos

El encomiable esfuerzo por separar, como dice el refrán, el grano de la paja, no evita los desenfoques historiográfi cos de los términos sustantivos del signifi cado propiamente ibérico de la cuestión andalusí.

SUÁREZ FERNÁNDEZ sostiene que "por sorprendente que pueda parecer, los musulmanes no se propusieron nunca la ocupación de toda la Península porque no comprendían la signifi cación geográfi ca de su unidad", pues, aclara, "para ellos el eje fundamental estaba constituído por la costa, acera de enfrente para el espectador africano mediterráneo, y sólo se propusieron la anexión de este territorio en una profundidad que guardaba paralelismo con élla"; opinión reduccionista, me parece, en la que coincide su compañero de libro ÁLVAREZ PALENZUELA, afi rmando, sin preocuparse demasiado de los matices, que con la invasión musulmana "se pierde completamente el concepto de Hispania que es sustituído por otro puramente geográfi co, Al-Andalus, que ni siquiera designa el conjunto de la Península sino un hecho variable, el territorio ocupado por los musulmanes españoles"518. No reparan en la pertinencia de las conclusiones de BARBERO y VIGIL, que ven ya en el establecimiento árabe la apropiación de la herencia territorial del Regnum visigodo, incluso en el norte peninsular, cuando afirman que "al realizarse la conquista musulmana, la línea defensiva en el norte de la Península pasó a poder de los árabes. Es decir, que en principio los musulmanes heredaron el papel que habían tenido los visigodos en aquella región", poniendo de relieve que "durante toda la época visigoda es manifiesta la independencia de los pueblos del norte, tanto vascones como cántabros o astures, frente al poder político del reino de Toledo y del reino merovingio", destacando la exis- Page 215 tencia de una frontera fortifi cada, limes, de la región septentrional que "podría considerarse como una continuación del romano del Bajo Imperio descrito en la Notitia Dignitatum"519. Tesis que, sobre las fuentes árabes, viene a mantener el documentado estudio de CHALMETA, diciendo que "hay que considerar como un todo la actividad desplegada, alrededor del 720 y siguientes, como un intento sistemático: la decisión político-militar de ocupar efectivamente todo el reino visigodo (Galicia, Asturias y Septimania). Después, `recuperadaá la Narbonense (y dado que los árabes son los herederos legales del estado visigodo), se iniciarán las campañas contra los dominios francos. Exteriores, por pertenecer a otra comunidad política"520.

El propio Américo CASTRO es de la opinión de que "el Islam fue incapaz de crear sistemas políticos fi rmes y fundados en algo más que consenso espiritual y caudillismo; el carácter totalmente religioso de la vida musulmana impidió crear formas seculares de convivencia. La fuerza de al-Andalus duró mientras hubo caudillos que electrizaran con sus victorias y deslumbraran con riquezas las masas heterogéneas gobernadas por los emires y los califas"521. No sorprende, entonces, que un historiador tan riguroso y ponderado como MARAVALL, señale que "para los cristianos España es un concepto histórico-político que obliga, mientras que para los árabes es un concepto geográfi co del que no se desprende ninguna exigencia"522. Si bien está dispuesto a reconocer que en algún momento avanzado del dominio islamita, "llega a constituirse una corriente histórica que supone la conciencia autónoma de un grupo caracterizado y diferente que constituye el Islam español", empero, no otorga a los esfuerzos de los geógrafos y cronistas muslímicos el significado de intérpretes de un proyecto histórico-político, no meramente religioso, alternativo del de la Reconquista cristiana y contrapuesto a ella.

Para este autor, "esa concepción autónoma del Islam español no...

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