Analistas, el riesgo de ser humanos: consecuencias derivadas de los esquemas mentales

AutorFernando Manzano Cuesta
Páginas117-130

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1. Introducción

Este artículo pretende llamar la atención sobre los riesgos que para las tareas del analista de inteligencia supone funcionar con esquemas mentales. Esta característica implícita al hecho de ser humanos supone unas limitaciones físicas y mentales que pueden afectar al trabajo de los analistas. Definiremos qué son los esquemas mentales, cómo actúan y cómo afectan especialmente a los analistas de inteligencia. Las actividades de inteligencia están asociadas para el público general al misterio derivado de la naturaleza secreta de las informaciones que se manejan y el fin para el que se realizan: tradicional-

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mente, la salvaguarda de la seguridad nacional. Esto provoca que gran parte de lo que hacen los miembros de los servicios de inteligencia deba ser inferido o aventurado en ausencia de datos más fiables.

Esta situación ha creado unos estereotipos en la población general sobre cómo son las personas que trabajan en las labores de inteligencia. Estos estereotipos se han creado, diseminado y perpetuado en la literatura y el cine. Desde el agente 007, creado por Ian Fleming, hasta Magnus Pym de John Le Carré, pasando por los personajes de las novelas de Frederick Forsyth o de autores más recientes como Barry Eisler y Stella Rimington, han contribuido a revestir a los profesionales de la inteligencia de una imagen muy determinada. Centrándonos en el estereotipo del analista de inteligencia, quizá el personaje más representativo sea Jack Ryan, analista de la CIA, creado por Tom Clancy y encarnado en el cine por el actor Harrison Ford1.

¿Qué características tiene un miembro de los servicios de inteligencia para el público general? Es una persona segura de sí misma, experta en su materia, decidida, mentalmente ágil, capaz de ver más allá de lo que vemos los demás, capaz de anticipar las acciones de otros y actuar para prevenir las amenazas. Para algunos es un ser casi perfecto que vela por la seguridad de la nación. Este debate también se ha producido dentro de la misma comunidad de inteligencia con motivo de la adaptación a los nuevos tiempos y la demanda de habilidades que se requieren para los analistas de inteligencia. Se puede leer más sobre el tema en Carmen A. Medina (2001) y Steve R. Ward (2002).

La realidad es que los miembros de los servicios de inteligencia son personas normales, como cualquier otras, sometidas a las mismas limitaciones y desafíos que todo ser humano. El hecho de ser humanos nos impone ciertas características que pueden suponer riesgos a la hora de realizar determinadas labores. Una de estas características es el uso de esquemas mentales para interactuar y adaptarnos a la realidad en la que nos movemos. Aquí nos ocuparemos de los riesgos derivados del funcionamiento con esquemas mentales, asociados a las labores de los analistas de los servicios de inteligencia.

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2. Aclaremos qué entendemos por esquemas mentales, modelos mentales y tendencias cognitivas (cognitive biases)

Estos tres conceptos, esquemas mentales, modelos mentales y tendencias cognitivas (cognitive biases), van a ser claves para entender a qué nos referimos. Los esquemas mentales (Norman, 1983) son las representaciones mentales duraderas de un tipo de conocimiento genérico adquirido a través de la experiencia pasada con objetos, situaciones, eventos, conceptos, etc. Por ejemplo, un «israelí» puede tener el esquema mental: «los árabes no son de fiar». Los esquemas mentales (duraderos) interaccionan con representaciones mentales que se crean para dar respuesta a situaciones concretas y que se denominan modelos mentales. Siguiendo el ejemplo, nuestro «israelí» tiene que comprar una entrada de cine a un taquillero árabe. Tras ser atendido, su desconfianza le lleva a comprobar que la entrada y la vuelta son correctas.

Principalmente estudiados desde la psicolingüística, los modelos mentales son representaciones proposicionales, es decir, proponen cómo funciona determinada situación. Los modelos mentales son, según la teoría de la mente del psicólogo cognitivo Johnson-Laird, analogías estructurales (se pueden representar en un modelo gráfico de causa-efecto-causa) de situaciones del mundo real o imaginario construidas por el individuo al abordar una situación o un problema, perspectivas particulares de un determinado esquema mental. Para Johnson-Laird, el punto central del razonamiento y de la comprensión de cualquier fenómeno, evento, situación o proceso del mundo está en la existencia de un modelo de trabajo en la mente de quien razona y comprende. Pensar, entonces, implica la construcción de un modelo mental «intermediario entre el mundo y el individuo, interno, autónomo, coherente y funcional» (Rodríguez y Moreira, 1999).

Estos modelos permiten a los individuos hacer inferencias y predicciones, entender los fenómenos, decidir las acciones que deben realizar y controlar su ejecución. A diferencia de las representaciones duraderas como los esquemas, los modelos mentales son constructos psicológicos que se concretan con los datos que en un momento preciso percibe el individuo. Además, el contenido informativo del modelo mental depende de la intención del sujeto acerca del objeto, evento o situación a la que se enfrenta. Hasta aquí tenemos que los seres humanos, analistas de inteligencia incluidos, creamos unas estructuras de pensamiento permanentes sobre la base de nuestras expe-

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riencias y aprendizajes, esquemas mentales que son los que determinan, en interacción con los hechos concretos de la situación que se quiera explicar, el modelo mental que usaremos para dar respuesta a esa situación.

Richards J. Heuer, en Psychology of Intelligence Analysis (1999), expone algunas de las limitaciones o condicionantes psicológicos que influyen en el análisis de inteligencia. El capítulo 6 de su libro, «Manteniendo una Mente Abierta», hace especial hincapié en la necesidad de estar alerta al ser canalizado en rutas mentales. En la necesidad de mantener una mente abierta se incluye el cuestionar las asunciones con las que trabajamos, ser capaces de ver distintas perspectivas, desarrollar nuevas ideas y reconocer cuándo es tiempo de cambiar nuestro esquema mental (Heuer sólo lo describe como «cambiar nuestra mente»).

Heuer también introduce el concepto de cognitive biases, que aquí traduciremos por «prejuicios» o «tendencias cognitivas». Este concepto se refiere a los errores que de forma previsible podemos cometer al usar estrategias y reglas intuitivas (creadas sin apoyo formal) como consecuencia de nuestras limitaciones cognitivas para el análisis (manejo, en general) de información en la toma de decisiones. Retomando el ejemplo de nuestro «israelí» que va al cine y comprueba el dinero que le han devuelto tras haber sido atendido por un taquillero árabe, podemos imaginar que las cuentas no le cuadran y vuelve enfadado a protestar porque haber sido estafado, antes de mirar a sus pies y comprobar que se le ha caído parte del dinero.

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