El análisis o mapeo de conflictos. Análisis Dinámico y Estático

AutorFranco Conforti
Cargo del AutorProfesor de Derecho en Técnicas de Expresión, Argumentación y Negociación Universidad Oberta de Cataluña
Páginas65-132

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¿Por qué estudiar análisis o mapeo de conflictos?

Porque usted necesita ser eficaz, la eficacia en la gestión de cualquier conflicto es la capacidad de lograr acuerdos, en base a lo que las partes pretenden (Redorta, 2011: 27).

Para ello usted necesitará determinar: por un lado, en qué plano (prevención, gestión –inmadurez– o solución –finalización–) va a intervenir y, de otro lado, cuál de todos los métodos ADR (mediación, negociación, conciliación, facilitación, orientación, etc.) es el que mejor se adapta a ese conflicto que el cliente le contó.

Tengamos presente que en muchas ocasiones concurren diversos métodos para un mismo conflicto, es decir, que ese conflicto es a la vez susceptible de ser trabajado por facilitación, mediación, negociación, etc. Tanto los métodos de resolución de conflictos, como los distintos modelos son funcionales a los distintos tipos de conflictos.

El mapeo es una técnica de análisis que se construye a partir de las siguientes tres preguntas: a) ¿qué hacer ante esta situación de conflicto?, b) ¿por qué y para qué hacer eso?, c) ¿cuándo conviene hacerlo?, ello le permitirá al operador del conflicto dibujar un mapa y establecer un itinerario de intervención.

Por su parte, Galtung sostiene otro tanto al afirmar «Mapping the conflict formation is a social science exercise: who are the actors or parties, what are their goals and means, where are the incompatibilities. A party is anyone to whom the outcome matters.» (Galtung, 2010: 88).

Para Lederach, el conflicto, al igual que las relaciones humanas, es dinámico, adaptable, cambiante y está formado básicamente por los siguientes tres elementos: a) personas, b) problema, y, c) proceso (Lederach, 1996).

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Propone el análisis del impacto y cambios que produce en cuatro niveles: a) personal, b) relacional, c) estructural y, d) cultural. Para él, la transformación de conflictos puede visualizarse como un mapa que está formado por tres componentes principales, cada uno de los cuales representa un punto de investigación, desarrollo de estrategias y respuesta al conflicto. Estos son: a) la situación actual, b) el horizonte de futuro deseado y, c) el desarrollo de procesos de cambio, aspecto, este último, que conecta con los dos anteriores (Lederach, 2003).

Según Redorta, en la estructura de un conflicto podemos encontrar ocho elementos comunes a todo tipo de conflicto (aunque no debemos confundir el hecho de que esos elementos sean comunes con la presencia obligada de todos ellos en todo tipo de conflictos): a) poder e influencia –capacidad de influencia–, b) patrones y perfil –reiteración y diferenciación–, c) emociones y motivación –actitudes y acciones–, d) historia –pasado–, e) valores, estilo de afrontamiento –creencias centrales, experiencia–, f) posiciones, intereses y necesidades –objetivos deseados–, g) percepción y comunicación –interpretación y expresión–, y, h) expectativas –deseos futuros– (Redorta, 2016: 91).

Este autor utiliza para su análisis patrones, es decir, la repetición de comportamientos1dentro de una situación de conflicto, incluso con distintos actores y nivel de complejidad de situaciones, dentro de lo que él denominó «proceso subyacente», lo que le permite sostener que la morfología del conflicto sigue una regla o patrón y de allí establecer una cantidad de tipos de conflictos finita, ello habilita al operador a establecer una aproximación al mismo, siempre de forma tentativa (Redorta, 2011: 32).

De acuerdo a Calvo Soler toda propuesta de mapeo es funcional a una teoría del conflicto y responde a cinco preguntas básicas: a) ¿qué es un conflicto?, b) ¿cómo y por qué surgen los conflictos?, c) ¿cómo y por qué evolucionan los conflictos?, d) ¿qué elementos constituyen un conflicto?, y, e) ¿qué se puede hacer con un conflicto? (Calvo Soler, 2014: 20).

El mapeo de conflictos dota al operador de información precisa y relevante, ello le permitirá comenzar a pergeñar su intervención. Tal como he dicho, el conflicto es dinámico, por lo tanto, de acuerdo a las distintas situaciones del conflicto, el operador puede intervenir en tres planos diferentes: a) para prevenir, b) para gestionar, y/o c) para solucionar2.

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Tabla 1

Formas y finalidad de la intervención en conflictos

Fuente: Elaboración propia

El operador ha de tener siempre presente que el conflicto tiene vida propia, es decir, nace, crece y se desarrolla hasta que fenece y que la labor que él, como operador, está desarrollando es sobre una foto, un instante en la vida del conflicto, está haciendo un análisis estático del conflicto, lo que implica que él mismo puede cambiar de un momento a otro en cualquiera de sus elementos constitutivos.

En esta oportunidad me inclino por tratar de averiguar cómo están conformados los conflictos a partir de los distintos elementos constitutivos del mismo y ver cómo interactúan entre sí, lo que me permitirá una mejor comprensión de cómo es el conflicto, y ello me ayudará en su deconstrucción.

Para lograr el cometido es indispensable volver sobre la definición de conflicto basada en el trabajo de Remo Entelman, el conflicto es una relación social de interdependencia entre dos o más actores que persiguen objetivos, que perciben como total o parcialmente incompatibles (Entelman, 2005: 49), ya que esta le permitió a Raúl Calvo Soler sostener que los conflictos tienen ocho elementos considerados estáticos, a saber: 1) los sujetos, 2) los intereses y objetivos, 3) el poder, 4) la conciencia, 5) los marcos de referencia, 6) las emociones, 7) las relaciones, y 8) las coaliciones (Calvo Soler, 2014: 22).

Ello me permite a mí reelaborar la definición de conflicto en los siguientes términos: el conflicto es una relación social de interdependencia entre dos o más actores, que incluso en coaliciones, orientan sus conductas en función del poder del que disponen para no reconocer al otro, no legitimar la pretensión de sus intereses y objetivos, los que percibidos (o no) como total o parcialmente incompatibles, pueden (o no) ser filtrados en conciencia a través de sus marcos de referencia y de sus emociones.

Como se advierte, he incorporado en mi definición un nuevo elemento, esto es, 9) el reconocimiento. Se trata de un elemento de tipo estático común a todos los conflictos en dos sentidos bien diferenciados: a) cuando está ausente

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puede ser la causa y origen del conflicto y/o el detonante de una escalada de violencia en la disputa –se podría decir que este es su aspecto negativo–; y b) cuando el reconocimiento existe y opera en los tres niveles que debería (como ya explicaré al analizar cada uno de los elementos constitutivos de un conflicto) se convierte en protagonista indispensable, por detrás de los sujetos (actores) y coaliciones (terceros), en la resolución del conflicto –en sentido positivo–.

Las diferencias entre una definición y otra no son nimias. En esta última, la idea de Entelman de conciencia del conflicto se pone de manifiesto y la vinculo directamente con el proceso decisional, es decir, con los marcos de referencia y las emociones3, ausentes en la definición primigenia. Y además, veremos como incide el reconocimiento en sus dos sentidos, positivo y negativo, en la vida del conflicto.

Además, debemos tener en cuenta que, desde el punto de vista dinámico (Entelman, 2005), el análisis o mapeo de un conflicto debe incluir, cuanto menos, tres elementos más; estos son: 10) la intensidad del conflicto, 11) la dinámica de la interacción, y 12) las dimensiones del conflicto.

Los marcos de referencia y las emociones son los elementos que obran la transformación de un problema en un conflicto. Ambos elementos entran en juego cuando la incompatibilidad es percibida y la toma de conciencia sobre la existencia de un conflicto acontece en la persona.

Si definimos al problema como un hecho objetivo (por ejemplo, la correa de distribución del coche se ha cortado y el coche no funciona) que, al ser filtrado por la percepción de la persona (en la que entran en juego, como he dicho, los marcos de referencia y las emociones del sujeto) se le suman los aspectos subjetivos (por ejemplo, tendré que viajar al trabajo en autobús, llegaré tarde y aunque avise mi jefe seguramente estará disgustado y para peor perderé el premio por puntualidad), la operación intelectual del sujeto convierte al hecho objetivo o problema en un hecho subjetivo o conflicto.

Visto gráficamente esto sería de la siguiente forma:

Gráfico 1 Transformación de un problema a un conflicto

Fuente: Elaboración propia

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Como se advierte, la flecha de color gris es bi-direccional puesto que el trabajo del operador del conflicto sobre la percepción, los marcos de referencia y las emociones permitirían des-escalar el conflicto y llevarlo a una situación de problema, que, en una gestión correcta, debería ser visto por las partes como un algo en común (un problema en común), lo que les haría trabajar conjuntamente para resolverlo.

Ahora bien, desde el punto de vista práctico, lo más importante es que el mapeo de conflictos permite al operador elaborar una lista de información que deberá recoger, de forma necesaria, a la hora de tomar contacto con un conflicto.

En la siguiente tabla se enumeran los elementos que contiene nuestra definición de...

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