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Alba & Cia
Alba… Su nombre me gustó nada más oírlo. Me ena-
moré de su dulce cara, de sus ojos azul cielo y su me-
dia melena rubia. Por último, su envolvente voz me
secuestró para siempre.
Por aquel entonces yo era ya un viejo solitario a
quien la única persona que le prestaba atención era el
médico, y con cuentagotas. Nunca mejor dicho lo de
cuentagotas, ya que el último recuerdo que tengo de
mi vida terrenal es el cuentagotas del suero.
Cuando me enamoré perdidamente de aquella
beldad, que además era oficial de notaría, mi asis-
tente se confabuló con ella. Yo había decidido poner
orden en mis documentos, después de haber supe-