Adquisición y pérdida de los hábitos

AutorRicardo Dip
Páginas87-90

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Los hábitos solo en cierto y limitadísimo sentido pueden denominarse naturales244. Se dice que el hábito de los primeros principios de la razón especulativa y el de la sindéresis son naturales, ejemplos ya expuestos por S. Tomás de Aquino, que puntualiza, con todo, que existen en los hombres hábitos que se dicen naturales tan solo de modo impropio y parcialmente245.

La razón de esa naturalidad secundum quid está en que el hábito, en la medida en que es una vocación de la naturaleza del agente, precede, desde ese ángulo, a la potencia humana, pero, según otro aspecto, en cuanto la misma potencia se ordena a una operación determinada —que le es, de modo manifiesto, posterior—, el hábito, que se dirige a esa operación, es, por eso mismo, posterior a la potencia, o sea, tiene un carácter intermedio entre la potencia y el acto, y, por tanto, no puede afirmarse simpliciter que es natural246.

Así, puede considerarse natural el hábito en cuanto se ordena por la naturaleza, pero no bajo el aspecto de la estable disposición de la potencia

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para sus actos correspondientes247. De ese modo, si la misma racionalidad humana exige, de manera inmediata248, el conocimiento de ciertos principios especulativos y prácticos (p. ej., que «el todo es mayor que la parte» o que «debe siempre obrarse bien»), en lo que toca a su actualización depende de otros conocimientos relativos a las nociones de todo, de parte y del bien concreto, que no son inmediatos, sino que provienen de la abstracción y de la inducción a partir de las cosas exteriores249.

De esta manera, los hábitos, por ser adquiridos, resultan de la actividad de las potencias correspondientes: «(...) adquirimos las virtudes —dice Aristóteles— como resultado de actividades anteriores»250. Se aprende a caminar, caminando, y a correr, corriendo, y a hablar, hablando; también se aprende «(...) a ser justo actuando con justicia»251; a ser registrador, registrando; a ser notario, determinándose, notarialmente, el derecho, la res insta, lo que es debido a otro.

Señálese que, no obstante lo dicho, los hábitos adquiridos por la razón especulativa {i. e., las virtudes intelectuales de la ciencia y de la sabiduría) pueden obtenerse, aun cuando sea de modo imperfecto, con un solo acto demostrativo252, porque su verdad es universal y necesaria.

En cambio, los hábitos morales, los de los sentidos internos y los adquiridos por la razón práctica {sel., prudencia y arte) necesitan de la

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