La adopción de niños entre la discriminación y la no discriminación

AutorBianca Dabu y Napoleon Dabu
Páginas207-222

Page 207

Ver Nota1

La relación es reciprocidad

1. El hombre, el individuo dual y familiar Normalidad y naturalidad en la relación familiar

En un mundo contemporáneo secularizado, dominado por la relatividad, la autonomía y la indiferencia, el problema y la cuestión de la adopción y de la familia salen a una nueva luz, con los detalles más variados y con soluciones cada cual más sorprendente.

Poner entre paréntesis los valores morales y los principios revelados judiocristianos han hecho posible una alienación del hombre contemporáneo, desfigurando su identidad respecto a los demás de la misma relación, como una intersubjetividad normal y natural, la del uso y propósito, como una descalificación de la persona al cosificarla. Rene Guenos define esta manifestación del hombre contemporáneo como individualismo y atrae la atención sobre el hecho de que ella no es más que una extensión del humanismo, a través de la negación de la transcendencia y de los valores morales revelados, pero también una de las causas de la crisis actual: “El individualismo es así una causa determinante de la decadencia actual del Occidente, ya que plantea el desarrollo exclusivo de las posibilidades inferiores de la humanidad, cuya extensión no requiere la intervención de ningún elemento sobrehumano, sino más bien, sólo puede cumplirse en ausencia de un elemento semejante, que se encuentra en el extremo opuesto de toda espiritualidad y intelectualidad verdadera”2.

Acorde con la tradición judeo-cristiana de Europa, el hombre es un individuo personal y familiar, porque lleva consigo la imágen personal y familiar

Page 208

de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Con otras palabras, Dios ha puesto en el hombre la orientación onto-antropológica hacia la familia, como una potencia que siempre se pide, y debe ser actualizada a través de la orientación hacia el otro sexo y através del nacimiento, la crianza y educación de los hijos. La revelación divina contenida en la Sagrada Escritura subraya una realidad conforme a la que el hombre ha sido creado como un individuo dicotómico y dual: “Y Dios hizo al hombre a su imagen; a la imagen de Dios él lo hizo; hizo al hombre y a la mujer”3.

Esta normalidad de relación de pareja, esta naturalidad en la relación de una persona-hombre y una persona-mujer queda como base de la familia, como una matriz que provoca el nacimiento siempre de otra persona-hijo. La orientación del hijo de que el hombre es su padre y de que la mujer es su madre se basa en un dato ontológico impuesto por Dios en el ser humano, por aquella bendición pronunciada en el Edén: “Creced y multiplicaos, llenad la tierra y dominarla”4.

Esta bendición fue reiterada a través de Jesucristo, aquel que acentuó la dimensión sobrenatural del estado de la relación entre un hombre y una mujer, elevando la relación de éstos al rango de los sacramentos y enfatizando la igualdad de los dos en la unidad de la relación triádica: “Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá con su mujer. Y serán los dos un cuerpo. Así no serán dos, sino un mismo cuerpo”5.

La unidad interpersonal entre el hombre y de la mujer en el sacro matrimonio no sólo representa la suspensión de la lógica racional, donde paradójicamente la suma entre uno más uno da uno, sino que también representa el modo más bonito de sacar a relucir al hombre como persona y a la mujer como persona.

Oliver Clement se expresa en este sentido cuando dice que “el cristianismo ha luchado por afirmar la transcendecia de la persona en contra del impulso ciego de la especie y en contra de la idolatración de la felicidad impersonal”6, pero Paul Evdokimov centra su atención en la realidad de que en la base de una relación entre un hombre y una mujer en el santo matrimonio no hay ningun instinto de reproducción, ni la necesidad del otro, ni la obligación inducida al individuo de perpetuar su especie y tampoco el contrato kantiano entre compañeros, pero, en la base sí que se encuentra la unidad dual entre el hombre y la mujer, el cristianismo pone al amor entre ellos como una dedicación y superación mutua.

Page 209

Por eso el hijo no es considerado una necesidad ni tampoco un medio de promoción de la especie, sino que se considera una reflejo del amor y de la unidad entre el hombre que se convierte en padre y de la mujer que se convierte en madre. La plenitud del amor entre los dos se vierte sobre el tercero como una aniquilación del amor, que corre el riesgo de caer en un egoísmo de los dos, en una sensualidad enfermiza o en una convenencia letárgica. Sólo el hijo es la persona que calibra y responsabiliza el amor de los padres: “El hijo aparecido de la comunión conyugal alarga y reafirma la unidad ya formada. El amor se derrama sobre el reflejo de la unidad en este mundo para así concebir al niño”7.

2. Adopción-marco histórico

La crisis mundial contemporánea enfrenta al hombre y a las instituciones que le gobiernan ante una serie de desafios, obligandolos a dar coba a Nietzsche, que pide una reevaluación de los valores y una puesta en marcha de la discusión de los fundamentos sobre los cuales se construye el mañana de la comunidad humana. Como cualquier existencia mundana, la familia debe responder a unas provocaciones internas y/o externas, algunas superables (enfermedad, minusvalía, abandono, etc.) otras implacables (divorcio, muerte), y simultáneamente, sus miembros deben asumir una serie de derechos y deberes.

Entre las instituciones contemporáneas que gobiernan el crecimiento y la educación del niño, la adopción revela un problema delicado, la del niño adoptado, ya que se realiza sin su consentimiento, bien sea una persona adoptada con plena conciencia de ello, como una relación o como un objeto de posesión de la familia que adquiere su tutela.

Partiendo de las dos dimensiones de la familia, sobrenatural y natural, la adopción ha sido regulada por dos instituciones: el Estado y la Iglesia. Asimismo Cicerón destaca la importancia de gobierno de las dos instituciones cuando critica a Claudio por desobedecer la autoridad de estas instituciones. “Adoptar significa pedir a la religión y a la ley aquello que no se ha podido obtener de la naturaleza”.

Siguiendo el mismo objetivo, el de proteger a los niños abandonados por los padres o los que se han quedado sin ellos, las dos instituciones han emitido una serie de cánones, leyes o convenios por los cuales la adopción es llamada a resolver la necesidad de la familia del niño y aquel medio de crecimiento, educación y desarrollo de su personalidad.

Page 210

La adopción es conocida y regulada desde la antigüedad. En el derecho romano la institución de la adopción estaba definida por dos términos: adoptio (la adopción que hace un pater de familia del hijo de otra familia dependiente (alieni iuris)) y adrogatio (la adopción de un pater de familia del hijo de una familia independiente (sui iuris), que se convierte en alieni iuris después de su adopción).

Es muy cierto que en el ámbito de la institución de adopción romana el bien del hijo pasa a un plano secundario; esta carencia es determinada por la autoridad del pater familia que al no ser beneficiado con descendientes busca la adopción de un hijo para continuar llevando hacia delante su nombre.

Los indios también tenían desde la época de Manu una serie de regulaciones respecto a la adopción. De modo que “aquel al que la naturaleza no le ha dado un hijo, puede adoptar para que las ceremonias fúnebres no paren”. Así que, la adopción adopta un profundo interés y utilidad cultural, debido a que se acentúa la perpetuación de la familia y la celebración de las ceremonias fúnebres y los cultos domésticos.

La institución de la adopción de los hebreos ha sido conocida incluso desde los tiempos de Abraham, que adoptó a Eliezer de Damasco (Hecho 15, 2-3). Jacobo adoptó a los dos hijos de José Efrain y Manases (Hecho 48, 6). También en la biblia averiguamos que cuando un hombre no tenía en su familia al menos a un varón, casaba a su hija con un esclavo puesto en libertad que el padre adoptaba y otras muchas veces dicho padre llegaba a adoptar a los hijos del esclavo liberado (1 Crónicas 2, 34). Sara adoptó a Ismael, el hijo de Agar (Hecho 16, 1-2). Rahela y Leea hicieron lo mismo con los hijos de sus siervos (Génesis 30, 1-7; 9-13). El reglamento de la adopción de los hebreos realizado por Moisés, está contenido en la institución del levirato, conforme al cual si el padre del niño muere, éste es adoptado por el hermano de su padre que pasaba a ser también el marido de su madre (Deuteronomio 25, 5-10).

En la antigüedad cristiana, la Iglesia ha dado una importancia especial a los niños huerfanos, los cuales, como una madre responsable ha adoptado, estableciendo para ellos asentamientos específicos denominados orfanatos. En la Edad Media se ha fortalecido la posición adoptiva de la Iglesia, tanto a través de la actitud hostil de los Estados frente a la institución de la adopción, empezando desde el derecho hereditario, pero también a través de hecho de que muchas de estas instituciones estatales todavía no se desarrollaron.

La institución de la adopción va a conocer un poderoso renacer después de las dos guerras mundiales, cuando muchas familias fueron diezmadas, y los niños huérfanos tuvieron que beneficiarse de la asistencia de la Iglesia y del Estado.

Page 211

3. Nacional, regional e internacional

Si en la antigüedad y en la Edad Media el objetivo de la adopción oscilaba entre la devoción por el culto público y la necesidad de descendencia, hoy en día el objetivo de la adopción recae sobre el niño, persiguiendo su estabilidad, así como lo recomienda la Comisión Europea en la Legislación de la Familia, interés superior del...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR