Administración electrónica

AutorFelio Bauzá Martorell
Páginas55-58

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Juan García Pérez, miembro del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado, había aprendido durante su estancia en el Curso Selectivo del West Point del INAP que la cultura administrativa constituye siempre una resistencia frente a la innovación y al cambio, pero no podía imaginar que algo tan aparentemente sencillo se fuera a convertir en una pesadilla.

Solo llevaba trienio y poco en activo y no había cumplido las treinta tier-nas primaveras, cuando le nombran Director del Área Funcional de la Delegación del Gobierno, todo un privilegio si se tiene en cuenta que en la provincia los niveles 30 se contaban con los dedos de una mano, pero él no tenía la culpa de que el resto de directores provinciales -pese a ser mayores en edad y más veteranos en experiencia- no hubieran coronado la carrera administrativa.

Juan sabía que nada más tomar posesión le esperaba un incendio que apagar: desde hacía unos meses se había convocado por vez primera un régimen de ayudas públicas para favorecer a un sector productivo concreto y el director anterior le había preguntado a Juan (como jurista que era) si a la recepción de las solicitudes ya podía ampliar el plazo para resolver, porque apreciaba que no lo haría en tiempo.

En efecto, cuando Juan toma posesión, se encuentra con un Área Funcional con tres empleados y la secretaria de dirección. De los tres empleados, dos auxiliares administrativos y una jefa de sección que había sido directora de una unidad provincial hasta que se había extinguido como consecuencia de una trasferencia a la Comunidad Autónoma.

Debe tenerse en cuenta en cuanto al contexto, la enorme presión mediática de esta ayuda, toda vez se trataba de una reivindicación histórica, una exigencia de la patronal y un arma política. También hay que añadir que el Delegado del Gobierno era un hombre con especial miedo a equivocarse y que por ello no tomaba decisiones; no en vano el puesto de Director del Área había estado vacante durante tanto tiempo y no se había cubierto hasta que no se convocó en

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servicio activo. Para más inri, la doble dependencia orgánica y funcional tampoco ayudaba a resolver ningún problema.

En un edificio en la periferia de la ciudad, alejado de la Delegación del Gobierno y con unos meses con el puesto de director vacante, aquella oficina tenía cajas y montañas de expedientes por todos lados. Una práctica que hubo que abortar fue la reproducción del papel: cuando llegaba cualquier escrito, se...

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