La abolición del Estado como solución al problema de la criminalidad: lineamientos anarquistas en la España de entre siglos (XIX-XX)

AutorRoberto Bergalli/Iñaki Rivera Beiras
Páginas119-140

Page 119

I Introducción

Siguiendo la indicación del título del presente volumen de Desafío(s), el plural de abolicionismos se presenta en el idea-rio anarquista español de entre siglos como todo lo «anti»: anti-autoritario, anti-estatal, anti-patriótico, anti-bélico y en principio, anti-castigo. Todas aquellas señas de identidad, contestatarias en su medida al orden social y político instituido, quedaban subsumidas en un único y gran abolicionismo: el del Estado y el sistema capitalista. Capital y Estado, Estado y Capital, eran la misma cosa y representaban el origen de los grandes problemas de la sociedad, entre ellos, del crimen.

Aunque la relación entre abolicionismos y sistema penal parece clara, esto es, la de la abolición de tal sistema, sea parcial o total, inmediata o progresiva, los anarquistas españoles no dedicaron demasiado tiempo al estudio de la cues-tión criminal. La idea de abolir el Estado y por tanto, el sistema penal, resolvería, por sí misma, la gran mayoría de los problemas entorno a la delincuencia, que se suponían estructurales, dependientes de un sistema político y económico determinado. Aquel sistema penal y aquella sociedad jerárquica y capitalista, eran el germen de la mayoría de los delitos.

Por ello, el abolicionismo se propone a gran escala, no se trata de la abolición de una determinada forma de manifestación del Estado, como la violencia institucional a través del sistema penal, sino que es la abolición del Estado en sí mis-

Page 120

mo. Sólo así podía iniciarse el camino a una sociedad verdaderamente nueva.

Por otro lado, si estudiamos abolicionismos y anarquismo, la relación que aparece es de doble vía. El abolicionismo no es sólo una posición filosófica y práctica del anarquismo frente al Estado, sino que también, en contraposición, el Estado, a través sobre todo de su sistema penal, ha combatido al anarquismo, usándolo como pretexto para combatir y eliminar diver-sos tipos de disidencias. En toda su historia el anarquismo, como movimiento social y político, ha sido, o intentado ser, ocultado, perseguido, castigado, estigmatizado, cancelado. En una palabra, ha intentado abolirse. En este periodo histórico, fue así como, desde una política criminal construida con un apoyo decidido en la criminología positivista, se estigmatizó y demonizó a sus seguidores, y se declaró la guerra contra el anarquismo y los anarquistas, parásitos y gérmenes de una sociedad ordenada, segura y legal.

En este trabajo sólo se abordará una de las dos caras del fenómeno criminal, esto es, el delito, y no así el castigo. Aunque como se dijo, los anarquistas españoles no dedicaron muchas páginas a tratar la cuestión criminal, sí es cierto que mucho fue escrito en la prensa ácrata alrededor de temas que vinculan de una u otra manera el debate acerca del crimen. Son constantes los debates alrededor de temas, sobre todo científicos, sobre el libre albedrío, la organización social, las enfermedades, la conciencia, la biología, temas todos ellos que estaban en auge, y no casualmente. La búsqueda de la secularización y la racionalidad hacía de éstos los temas tratados por sociólogos, criminólogos, juristas, en el debate positivista permanente que intentaba averiguar qué le sucedía a ciertos seres humanos para que, a diferencia de otros, escogieran o estuvieran determinados para una vida criminal.

De esta manera, es totalmente normal encontrar en la prensa «científica» donde escriben los más ilustres criminólogos, biólogos y demás «hombres de ciencias», al mismo tiempo que en la prensa anarquista, artículos dedicados a un sinfín

Page 121

de temas científicos, sobre la naturaleza, el hombre, el cuerpo humano, la responsabilidad, y en una y otra prensa, son constantes las alusiones a personajes como Darwin o Spencer, cada una intentando legitimar la propia visión del mundo.

II Toma de posición abolicionista: contra el Estado y contra la Ley como creadora y formalizadora de la opresión

Puede que las propuestas del anarquismo español del siglo XIX no fueran muy originales debido a la enorme deuda teórica de los rusos y franceses y de movimientos políticos de Francia e Italia. Las concepciones anarquistas son además tan amplias (antiautoritarismo, antipoliticismo, antimilitarismo) que, de entrada, las propuestas generales sobre cambio social serán poco originales. Pero la caída de la Comuna de París, la derrota de Francia en la guerra con Prusia, y las disputas Marx-Bakunin en la Primera Internacional, pondrían a los anarquistas españoles como referencia activa en el movimiento libertario europeo.

La influencia de Bakunin marcaría el desarrollo del anarquismo español. Su influencia estuvo marcada no sólo ideológicamente, sino organizativamente, ya que la mayoría del movimiento obrero en España estaba desde un principio organizado en torno al ala antiautoritaria de la Primera Inter-nacional, que en España se organizaría bajo la Federación Regional Española.

Más allá de las coincidencias con el marxismo en algunos asuntos y que tomara prestado de éste gran parte del bagaje de crítica sobre la economía política, el anarquismo preconizaba fines y medios diferentes a ese auto-adjetivado socialismo científico. Para los anarquistas, Marx representaba auto-ridad, centralismo, el poder en un partido único, mientras que para los bakuninistas españoles, el anarquismo representaba el federalismo, el antipatriotismo, el antiautoritaris-

Page 122

mo. La expulsión de los bakuninistas de la Primera Internacional en 1872 significó que a diferencia de la prominencia del marxismo en el movimiento obrero internacional, en España seguiría siendo el bakuninismo el modelo a seguir.1La predominancia en España del ala libertaria del movimiento obrero tiene su relevancia a la hora de entender la ideología que se procuraba y puede explicar por qué había una visión y no otra sobre el sistema penal o sobre la cuestión criminal en gran parte de este movimiento.

En este sentido, encontramos uno de los pilares del idea-rio anarquista del que dependerán la mayoría de las demás ideas, sobre todo aquéllas respecto de cualquier organización jerárquica y, por supuesto, su visión abolicionista acerca del sistema penal: el antiautoritarismo.

El radical antiautoritarismo anarquista llevará a la negación absoluta del Estado. Si concebimos a Max Stirner como uno de los precursores del anarquismo, ya encontramos en él esta radical oposición a la ley y al Estado. Para Stirner, debe hacerse la guerra contra el poder establecido, esto es, contra el Estado. El Estado debe ser abolido, aniquilado, apartado, no reformado.2Los autores españoles reciben así esta concepción del poder político. El poder político niega la libertad, anula la iniciativa individual, aliena la voluntad, la inteligencia, impide la heterodoxia.

Page 123

Pero aquello no significaba un simple problema de organización, sino que tenía un sentido más profundo, pues era la autoridad quien, contraria a la naturaleza, impedía la correcta evolución del hombre, su desarrollo según su bondadosa naturaleza: «el problema de la Anarquía es el problema del progreso, de la evolución humana [...] la autoridad evoluciona hacia su negación» (Montseny 1893: 11).

La conciencia ácrata en este sentido es clara ante el poder, manifestado en leyes, o en la política. No es la forma en la que se pronuncia el poder, sino que el problema es el poder en sí mismo: «no, no está la salud en las leyes equitativas, en los gobernantes justos, en la política recta: lo está en la supresión de la ley, del gobierno y de la política» (Martínez Ruiz 1899: 176). Asimismo, «¿qué es el Derecho más que la fuerza organizada?» (Mella 1975: 37).3La idea del poder consagrado en la Ley como una institucionalización de un poder de clase, era evidente. Así, Anselmo Lorenzo dirá que «la autoridad crea una exención moral para sí bajo el nombre de la “razón de Estado”. Y así, por último, al introducir el desorden y la maldad en el orden y la bondad naturales, el principio autoritario se erige en creador de la violencia».4Asimismo dirá Lorenzo que «si toda ciencia ha de partir de principios ciertos como los de las matemáticas, la ley no es de procedencia científica; y si el derecho es un conjunto de arbitrariedades, sólo se podrá imponer por la fuerza».5La posición respecto a las leyes era por tanto la de exigir su abolición y no su reforma, Mella era firme al respecto: «Quien dice ley, dice limitación; quien dice limitación, dice falta de libertad. Esto es axiomático. Los que fían a la reforma de las leyes el mejoramiento de la vida y pretenden por ese medio un aumento de libertad, carecen de lógica o mien-

Page 124

ten lo que no creen»; igualmente: «¿Son malos los hombres? ¿Sí? Entonces no pueden hacer las leyes. ¿Son buenos? Entonces ninguna necesidad tienen de ellas».6También en Llunas encontramos esta crítica a las leyes y la propuesta de su supresión: «Las leyes de la Naturaleza se imponen por sí solas, sin necesidad de autoridades que las hagan cumplir. Toda ley que pretenda ordenar o regular aquéllas, ha de ser estúpida y tiránica, y no hará otra cosa que corromperlas y violentarlas»; o «Todas las leyes son coacciones a la libertad humana» (Llunas 1882: 107).

La Ley, como una de las manifestaciones más importantes del Estado moderno, debía, por tanto, desaparecer.

Estas ideas...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR