Un abogado de gobierno entre paralelos y meridianos

AutorCarlos Jiménez Piernas
Páginas207-215

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1. Introducción
  1. Deseo ante todo agradecer al equipo organizador la invitación que se me ha formulado para participar en el homenaje al profesor Antonio Remiro Brotóns. Para mí es un honor contribuir modestamente, a causa de mis actuales obligaciones, en este merecido tributo a toda una vida dedicada en cuerpo y alma al Derecho Internacional. No se trata de una fórmula de cortesía. Que yo sepa, el horizonte vital de Antonio Remiro ha sido siempre rendir al máximo como profesor y abogado en esta especialidad. A fe mía que ha cumplido con creces ese propósito, convirtiéndose con el tiempo en un ejemplo de dedicación y excelencia que espero sirva de guía a las jóvenes generaciones de iusinternacionalistas españoles.

  2. Aprecio de verdad el formato novedoso tanto del acto de homenaje como del libro para el que escribo estas líneas, y felicito por ello a los organizadores. Entiendo que los libros homenaje tradicionales han entrado en un irreversible proceso de decadencia, por muchas razones entre las que se cuentan su injustificada abundancia (cualquier académico se considera con derecho a recibirlo), su enorme volumen de páginas, su discutible calidad a causa de las contribuciones obligadas y las de puro compromiso, el incremento de revistas científicas reconocidas y la sana competencia entre ellas para publicar artículos de calidad. Ya agradecí en su día el formato del acto de homenaje y del libro consiguiente en honor del profesor Oriol Casanovas y la Rosa 1. El evento celebrado el 20 de abril en la Facultad de Derecho de la universidad Autónoma de Madrid así como el libro que nos ocupa siguen por fortuna esa estela y me congratulo de ello.

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  3. En este sentido, voy a hilvanar unas reflexiones sobre Antonio Remiro como académico y abogado de gobierno que espero respondan a las aspiraciones y expectativas de los organizadores, que pedían más un ensayo que un trabajo de investigación para glosar su obra.

2. El académico
  1. Me he prestado encantado a este homenaje por un conjunto de ra-zones que deseo compartir públicamente porque entiendo que tienen sentido para nuestra comunidad científica. Prescindo de glosar las virtudes de Antonio Remiro en su doble condición de ilustre ilicitano y bolonio, que él lleva a mucha honra. Tampoco insistiré en su celebrado sentido del humor, su oratoria y escritura incisivas, irónicas, provocadoras, en suma remirianas. Adjetivo, el estilo remiriano de hablar y escribir, que salvo prueba en contrario me atribuyo, porque se lo he aplicado desde hace tiempo, aunque no haya constancia escrita de mi paternidad. Los integrantes de mi grupo de investigación son testigos. Porque siempre les he aconsejado que no pretendieran hacer el ridículo imitando malamente ese atrayente pero irrepetible estilo. Que le atribuyan a uno cierto estilo de hacer da mucho empaque y no está al alcance de cualquier mortal. Basta recordar otros estilos para comprobarlo (juliano, berlanguiano, almodovariano, y podríamos seguir). La solera de un estilo tras ser bautizado la otorgan sus admiradores y seguidores. Acabo de afirmar que no está al alcance de cualquiera seguir a Antonio Remiro. Pero el profesor Javier Roldán Barbero, quizás sin pretenderlo, nos ofreció en el acto de homenaje un ejemplo particularmente fino y brillante, una bella réplica de estilo remiriano.

  2. Tampoco glosaré su carrera académica y profesional, descrita y comentada en diversas contribuciones de este libro, con las que concuerdo. Sí deseo, en cambio, detenerme en otras cualidades que adornan la trayectoria vital de Antonio Remiro, que me recuerdan a otros maestros iusinternacionalistas españoles y que -en mi personal opinión- están en vías de extinción.

  3. Me refiero, en primer lugar, a su formación y producción científica. Antonio Remiro ha sido y es un generalista. Ha tratado de abarcar con mucha propiedad toda la materia y es muy complicado mantener a lo largo del tiempo la pulsión por el conocimiento global de la materia. Inició su carrera cuando el área de conocimiento no se había dividido, se ocupó por tanto del Derecho Internacional Privado e impartió en 1984 un curso de Privado en la Academia de La Haya 2. Me consta también que fue el primer

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    profesor español en publicar un buen trabajo sobre islas y archipiélagos 3 y

    ha transitado casi todos los sectores del ordenamiento internacional 4, que ya tiene mérito. Habrá que reconocer que no abundan los generalistas en nuestra academia. Los profesores jóvenes y no tan jóvenes se han echado en brazos de la especialización, incluso de la superespecialización, forzados por un cambio apreciable de circunstancias en el entorno social y académico, con una radical transformación en este último ámbito de las condiciones de acceso a la función pública docente, que ha facilitado sobremanera esa inercia. Lo comprendo, pero echo de menos a los generalistas, aunque mi queja suene a añoranza caduca.

  4. También valoro que Antonio Remiro no ha hecho ascos a las cargas comunitarias tanto en la universidad de Murcia como en la universidad Autónoma de Madrid. Me refiero a los cargos académicos (el decanato y otras obligaciones menudas). Pero ha sido muy prudente porque no se atrevió a más, es decir, no intentó nunca acceder al Rectorado, que se ha mostrado esquivo en nuestro país a los profesores de Derecho Internacional con alguna honrosa excepción. Tampoco se propuso acceder a la presidencia de la Asociación Española de Profesores de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales (AEPDIRI). Quizás se le antojó, en uno y otro caso, que eran exigencias mayores para su idiosincrasia, es decir para su particular temperamento. Eso creí percibir en sus comentarios al respecto en el acto de homenaje. Pero bien que lo lamento en el caso de nuestra Asociación. Porque creo, muy de verdad, que Antonio Remiro debería haber dado un paso al frente en la AEPDIRI y haberla liderado una temporada. Como hicieron en su día otros maestros. una Asociación científica debe ser dirigida por sus miembros más reconocidos. Yo siempre lo he echado en falta y aprovecho la ocasión para hacerlo público. Seguro que hubiera aportado y mejorado el acervo de nuestra Asociación. No deja de ser una contradicción que todos nosotros alabemos hoy a Antonio Remiro como un ejemplo de excelencia en el seno de nuestra comunidad científica, pero no nos preguntemos porqué razón no se le animó para ponerse al frente de la misma, por qué no se hizo cargo en algún momento de...

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