40 años de la Constitución de 1978: lengua catalana y Notariado

AutorLluís Jou Mirabent
CargoPresidente de la Academia de Jurisprudencia y Legislación de Cataluña. Vicedecano del Colegio Notarial de Cataluña (2005-2008). Director general de Política Lingüística de la Generalitat de Catalunya (1996-2003)
Páginas44-50
44 LA NOTARIA | | 2/2018
Tribuna
Una Constitución de hace cuarenta años:
Hace ya cuarenta años que entró en vigor
de vigencia superado solo por la Constitución
de 1876, abolida de hecho después del golpe
de estado de Primo de Rivera en septiembre
de 1923. Un período de tiempo más largo que
el de la dictadura franquista y más largo que
el de la vigencia de cualquiera de las demás
constituciones del siglo XIX: 1808, 1812, 1834,
1837, 1845 y 1869, algunas de las cuales
tuvieron vigencias sincopadas.
Con 23 años recién cumplidos voté que
sí a la Constitución de 1978, a pesar de las
voces que pedían el No. Eran las de los
predecesores políticos del PP, por un lado,
y las de ERC y los predecesores políticos de
la CUP, por otra. Voté Sí a la Constitución
sin alegría, pero con convicción. Surgía,
o así lo vemos muchos más y yo, de un
pacto generoso entre las fuerzas políticas
democráticas, en cierto modo herederas de
las que habían perdido la guerra de 1936-
1939, y herederas no nostálgicas del régimen
franquista. Las primeras renunciaban a
“pasar cuentas”, aceptaban la monarquía
designada por Franco y admitían en el
campo político todo el aparato franquista
como se había hecho treinta años antes en
relación con la gente que había colaborado
con los respectivos regímenes totalitarios,
en Italia y Alemania. Las segundas
aceptaban romper con el pasado franquista,
aceptaban el funcionamiento democrático
de las instituciones, aceptaban acabar con
la persecución de las ideas políticas, respetar
la lengua catalana, otorgar una autonomía
suciente a Cataluña, reconocer los derechos
humanos. Habían realizado algunos gestos
inequívocamente democráticos en este
sentido, contrarios a las leyes vigentes en ese
momento, como fueron la legalización del
PCE, del PSUC y de ERC, la restauración de la
Generalitat con Tarradellas como presidente
y la restauración de la autonomía vasca, la
introducción de la enseñanza de la lengua
catalana como asignatura obligatoria en la
enseñanza de Cataluña y la elaboración de
una Constitución aceptable.
La Constitución rompía, pacíca pero
radicalmente, con el pasado. Con el pasado
franquista, claro, pero también y, sobre todo,
con el pasado político de la España del siglo
XIX, un estado pretendidamente liberal,
intencionadamente unitario, fundamentado
en enormes desigualdades territoriales y
económicas y en privilegios de clase y de
casta, caracterizado por las guerras civiles, las
rebeliones, los golpes de estado militares y el
fusilamiento, la cárcel o el exilio del adversario.
Y así, la Constitución reconoce, justo en los tres
primeros artículos, la triple pluralidad del país, la
ideológica, la territorial, la lingüística y cultural
y, obviamente, contiene todo un catálogo
de derechos humanos universalmente
reconocidos. La Constitución permitía un
reparto territorial del poder con una distinción
—nada clara, pero distinción— entre lo que
se denominaban nacionalidades y lo que
se denominaban regiones, y con sucientes
elementos para considerar entre las primeras
casi en exclusiva las que habían votado
históricamente estatutos de autonomía,
es decir Cataluña, Galicia y País Vasco. La
40 años de la Constitución de 1978:
lengua catalana y Notariado
Lluís Jou Mirabent
Presidente de la Academia de Jurisprudencia y Legislación de Cataluña.
Vicedecano del Colegio Notarial de Cataluña (2005-2008).
Director general de Política Lingüística de la Generalitat de Catalunya (1996-2003)

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