27. Las bases culturales coadyuvantes

AutorAgustín Luna Serrano
Páginas406-410

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En el trasfondo de la evaluación filosófica de lo existente ha estado siempre presente -tanto en la conformación de la naturaleza física como en la organización de la vida social- la consideración de la contemporánea presencia de las fuerzas dispares de la razón ordenadora y del caos entrópico y disgregador. En este contexto de tensión hay que reconocer que, si, por una parte y desde el punto de vista de la reflexión sobre la naturaleza, se ha pasado de concebirla según un orden determinista o causalista a entenderla -relativizando o abandonando los otrora tenidos como axiomas científicos no necesarios de demostración1205- según una disposición problemática y continuamente evolutiva, inestable y cifrada en la casualidad, por otra parte y en relación a la reflexión sobre la vida social, se ha ido basculando -sobre la base del sempiterno dilema ratio vel voluntas- desde una filosofía intelectualista a una filosofía voluntarista, que, si ya enfrentó a los autores de la escolástica medieval, ha dado luego lugar a una discusión dialéctica retomada sin interrupción y con variadas influencias que al final ha conducido -tras tantas alternativas

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dialécticas de preponderancia- a la clara supremacía, connatural a la economía de mercado capitalista y favorecida por los avances tecnológicos1206, de la concepción voluntarista1207. A su abrigo germinan, en efecto, no pocas soluciones en las que, según una vieja expresión, stat pro ratione voluntas1208.

En estas circunstancias, características de la realidad social y del entendimiento de la misma en nuestros días, es difícil que algún planteamiento sobre los comportamientos humanos quede inmune a la influencia, por necesidad relativizadora, de tal concepción voluntarista, ya sea en las cuestiones filosóficas1209, en las morales1210o también en las jurídicas1211.

Todo ello, en efecto, no ha podido dejar de tener repercusiones en el pensamiento jurídico y en el entendimiento por parte de los juristas del objeto y de la finalidad de su propia actividad, en el doble sentido, primero, de la progresiva mutación, hasta prácticamente perderse en la actualidad -en que predomina el pluralismo de las verdades-, de las antes potencialmente estables sucesivas referencias últimas del derecho -la divinidad, la naturaleza, la razón, la utilidad o felicidad públicas o incluso la nación- y llegarse a proponer en nuestros días que tal apreciación referencial trascendente sólo puede encontrarse en la variable voluntad de cada uno -no ya siquiera en la iluminista1212"imaginada vo-

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luntad general" sino en la voluntad individual-; y, en segundo lugar, de la adopción consecuente de la propensión, fomentada por la estructuración positivista del derecho, de la indicada tesis voluntarista hacia la pérdida de la consistencia del ordenamiento como sistema y hacia la inorgánica formación de múltiples microsistemas sectoriales1213y, en definitiva, con el natural y consiguiente deslizamiento, como socorrida explicación de la creciente desvertebración del sistema, hacia la apreciación de ser el derecho propio de nuestra sociedad -global, utilitaria, hedonista, intercultural, contemporizadora y propiciadora en estos contextos del llamado "pensamiento débil"- un derecho también suave1214, deconstruible, bue-

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nista, fraterno1215y desigual, en cuya perspectiva se tiende a comprender y a contentar a todos. En relación a esta última perspectiva, aunque la plasmación positivista del derecho que impone la visión voluntarista del mismo favorece la existencia de un derecho seguro, la certeza de la juridicidad que el mismo procura es, en todo caso, relativa, en cuanto que la inseguridad jurídica y la consiguiente incertidumbre de la juridicidad depende no sólo de la ausencia o de las deficiencias de una norma de derecho sino también y acaso sobre todo de la acelerada variabilidad de la producción normativa propia de nuestros días1216.

En este contexto, se comprende con facilidad que, al no poder soportar un sistema jurídico de estas características límite alguno, haya lugar en el mismo a una inevitable reducción de las pretensiones de verdades...

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