IV

AutorFrancisco Serra Giménez
Páginas91-94

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Siguen existiendo las Constituciones162 (y en muchos Estados también los Tribunales Constitucionales), pero podríamos preguntarnos si el mundo que hemos vivido, la época del constitucionalismo moderno, no es ya un mundo acabado y no estamos en una época "postconstitucional", en las que pervive la letra, pero vaciada de espíritu, un mundo de Constituciones pero sin los principios propios del constitucionalismo moderno163.

Al Estado de la época posterior al constitucionalismo moderno (y que vendría tras el agotamiento del llamado "Estado social y democrático de Derecho") lo podríamos denominar "Estado post-social" (en sus diversas manifestaciones164), pero hay que pensar que puede ser no solo el fin de una época, sino también el inicio de un mundo distinto. No nos guiamos por ciegas fuerzas económicas, sino por móviles, conscientes o inconscientes, que pueden ser cambiados, si existe voluntad para ello. El Derecho se está siempre transformando y lo que hay que hacer es actuar para convertir las grandiosas afirmaciones de las Constituciones y las Declaraciones de Derechos en verdadera realidad.

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Tal vez ninguno de los dos discursos de Carnéades reflejaba por completo la esencia del Derecho y era preciso conocer las dos versiones para dar cumplida cuenta tanto de sus aspiraciones como de sus inevitables limitaciones: es difícil hoy pensar que existe solo una forma de ver las cosas.

El mundo de ayer, en el que el Derecho podía ser entendido, en los Estados de la Europa continental, como expresión de una voluntad general, obra de un legislador, era mucho más sencillo que el mundo actual, sometido a decisiones que provocan consecuencias imprevisibles. El mundo contemporáneo, en el que la determinación del Derecho aplicable es el resultado de una "interpretación" (que hoy consideramos siempre necesaria, incluso en los casos aparentemente más simples165), no nos ofrece ninguna solución clara166.

Es probable que los dilemas a que en este momento nos enfrentamos hayan existido siempre y la única diferencia reside en que hoy somos conscientes de nuestras fuerzas limitadas. La razón ha existido siempre, decía Marx, pero no siempre en su "forma racional"; el Derecho ha pretendido proporcionar seguridad, justicia, libertad, cierta igualdad, el logro del bien común, pero siempre ha mostrado sus insuficiencias y la dificultad de alcanzar esos objetivos, en gran medida, porque es casi imposible conciliar metas tan distintas.

El filósofo escéptico griego al que nos hemos referido antes trazó dos historias paralelas, en parte ciertas y en parte falsas, pero también es conocido por haber planteado una cuestión casi irresoluble, el ex-

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perimento mental de la llamada "tabla de Carnéades": dos marineros naufragan y advierten la proximidad de una tabla a la que pueden agarrarse y nadan hacia ella, pero se percatan de que solo aguantará el peso de uno de ellos. El que llega primero se agarra a la tabla, pero es empujado luego lejos de ella por el otro marinero, que iba a ahogarse, provocando de ese modo la muerte del primero, mientras él consigue salvarse al ser rescatado más tarde.

La cuestión que se plantea es si el superviviente puede ser acusado de asesinato por provocar la muerte del otro...

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