Hacia una nueva visión de la política social en la Argentina

AutorBernardo Kliksberg
Páginas179-198

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I Un momento histórico especial

Siempre es útil reflexionar sobre la política social. Pero éste es un momento diferente.

La Argentina está en una etapa donde pareciera que existe la posibilidad real de que la voluntad de la ciudadanía y las conclusiones de la reflexión colectiva se transmutan en hechos. Se ha iniciando un período presidencial que se ha caracterizado por múltiples hechos que responden a la voluntad colectiva, a demandas que parecían muy deseadas por la mayor parte de los ciudadanos. Es un momento muy importante, en donde las expresiones de la voluntad ciudadana están más al alcance de transformarse a través de la voluntad política en realidades que quizás en ningún otro momento en la historia argentina de las últimas décadas, salvo posiblemente en los inicios del período democrático después de las dictaduras militares que padeció el país.

En ese escenario es especialmente útil reflexionar sobre la política social. No es un tema más. Es reflexionar sobre lo que constituye la vida cotidiana de la gente. El término política social es muy genérico; en realidad este trabajo se po-Propuestas para una economía orientada por la ética / 179

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dría titular "Hacia una nueva visión de cómo tratar de mejorar la vida cotidiana de la gente", tan torturada y castigada por lo que ha sucedido en este país.

Desarrollaremos el tema en varias etapas sucesivas. En primer lugar, se presentará un cuadro de dónde está la Argentina en materia de situación social.

En segundo lugar, se acercará la discusión internacional sobre el rol de la política social. Muchas veces hay debates en la Argentina que son como que se estuviera inventando realmente la rueda completa. Es interesante saber qué se discute sobre política social en el nivel internacional, no para copiar sino para tener referencia de qué está sucediendo; hay tendencias nuevas muy importantes en el mundo.

En tercer término, trataremos de poner a foco falacias usuales en el debate argentino sobre la política social. El tipo de debate que ha habido en la última década ha estado fuertemente contaminado por ciertas falacias. Falacias significa razonamientos falsos, antinomias no existentes, la tendencia hacia parcializar, sectarizar totalmente el razonamiento. Esto es muy importante en un sistema democrático, porque en él, el debate colectivo finalmente tiene impacto en los hechos. Hay algunas investigaciones recientes en el nivel mundial, muy terminantes sobre eso; incluso discusiones que no tienen impacto inmediato, pueden influir con posterioridad en los hechos. Los hechos están ligados a lo que las sociedades piensan sobre la realidad. Por ello parece muy relevante poner en foco el tema de las falacias.

En cuarto lugar mostraremos algunos ejes de una propuesta alternativa. La intención no es sólo presentar datos críticos e identificar razonamientos distorsionados como las falacias, sino sobre todo el afán constructivo de aportar propuestas renovadoras.

Finalmente se explicará por qué hay esperanza y por qué es posible superar la pobreza en la Argentina. Se reseñarán algunas condiciones de viabilidad nacionales e internacionales que permiten pensar que la sociedad argentina puede enfrentar este desafío, uno de los mayores que ha tenido en toda su existencia histórica.

II Un cuadro social crítico

La situación social argentina es visible simplemente saliendo a la calle. Allí están los chicos parados en los semáforos, arriesgando sus vidas para conseguir unos centavos, o tirando fuego hacia el cielo para obtenerlos, o los cartoneros revisando los tachos de basura después de las seis de la tarde, 40.000 en toda la ciudad de Buenos Aires.

Algunos datos al respecto. El porcentaje de población por debajo de la línea de la pobreza, según las estimaciones oficiales, pasó del 32,6% en 1998 a un pun-

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to pico en diciembre de 2002, 58%; se redujo un poco actualmente, pero sigue siendo muy elevado (54%). Para los jóvenes, la situación es aún peor porque el 75% de los menores de 18 años está por debajo de la línea de pobreza.

El porcentaje de desempleo bajó del 22% del 2002 y ello es un logro importante, pero sigue siendo alto. La pobreza argentina tiene una tipicidad que ha sido comentada por los principales periódicos del mundo. Se ha nutrido de la destrucción de la clase media, que era la mayor de América Latina. En los años sesenta, el 53% de la población pertenecía fundamentalmente a la pequeña clase media, un motor fenomenal de progreso económico, de competitividad, de avance tecnológico, de consumo cultural, parte central de esa gran audiencia que llena los teatros, los cines y que lee en las bibliotecas hasta altas horas de la madrugada. En la década que va de 1990 a 2000, según los cálculos de Artemio López y otras fuentes especializadas, 7 millones de personas de la clase media se convirtieron en pobres, 20% de la población. Es uno de los episodios históricos de movilidad social al revés más agudos que se conocen: movilidad social descendente. En el año 2000 la clase media representaba el 23% de la población.

Esta situación está ligada al avance de la desigualdad. Argentina ha tenido siempre características de desigualdad significativas, pero ésta explotó totalmente en estos años. La distancia entre el 10% más rico y el 10% más pobre de la población pasó de 18 veces en 1993, a 26 veces en 2000 y siguió creciendo (cuadro 1).

Cuadro 1

Evolución de la polarización social en la Argentina

[VER PDF ADJUNTO]

En el medio de esta polarización social quedó la clase media. Se crearon condiciones económicas que dificultaron totalmente mantener sus bases estratégicas: el pequeño comercio, la pequeña industria, las profesiones liberales, un empleo público con condiciones dignas, una jubilación razonable, etcétera.

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El Coeficiente de Gini, indicador utilizado internacionalmente, mide la desigualdad en la distribución del ingreso. El mejor índice del mundo actualmente lo tienen Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia, los países nórdicos, los países más equitativos del planeta, con un Gini de 0,25; cuanto más cercano a 0 es, hay más equidad; cuanto más cercano a 1, hay menos equidad. El Gini del mundo desarrollado es de 0,30. Hoy en día se sabe que la equidad es motor de progreso y las altas desigualdades -está demostrado científicamente en muchísimas investigaciones de los últimos años- son una traba fenomenal para el crecimiento económico de mediano y largo plazo. El de Argentina era bastante malo en 1992 respecto del promedio de los países desarrollados, 0,42; pero en 1997 pasó a 0,47. Es difícil mover el Gini tan rápidamente, tienen que ser políticas que destruyan realmente muchas oportunidades. En mayo de 2002 era de 0,55. En esa época el 10% más rico de la población tenía el 37,4% de los ingresos del país y el 10% más pobre sólo el 1,4%. El coeficiente de Gini de Argentina se ha acercado al de Brasil, el segundo país más desigual de todo el planeta.

La desigualdad tiene diversos impactos regresivos sobre el crecimiento económico. La Biblia enseña que la desigualdad es antiética; el pensamiento central del texto bíblico se encuentra a favor de la igualdad de oportunidades para todos. Proclama que todos los seres humanos son iguales por naturaleza, son todas criaturas de la Divinidad, que son iguales en todas las cosas más importantes. No admite ningún orden de discriminación de ninguna índole. Ahora se sabe que la desigualdad además de ser antiética, de contrariar valores éticos básicos de nuestra civilización, es disfuncional totalmente desde el punto de vista del crecimiento económico de mediano y largo plazo.

La desigualdad, reduce los mercados internos, estrecha el número de consumidores en una economía y eso quita la posibilidad de escalas de producción con mayor eficiencia. Al reducir los mercados internos, una cantidad de actividades económicas quedan sin mercado posible y se limitan las oportunidades para el pequeño y mediano comercio y la pequeña y mediana industria. Asimismo hace bajar las tasas de formación de ahorro nacional. Por otra parte, permea el sistema educativo e impide que cumpla su función. Aunque todos los niños ingresen a la escuela primaria -hoy en América Latina se está cerca de esa meta- la deserción y repetición son altísimas. La mayoría vienen de familias pobres y eso incide en el rendimiento educativo de un modo casi determinante. América Latina tiene muy elevadas tasas de abandono escolar concentradas en los estratos pobres.

Las causas: muchos niños pobres tienen que trabajar o simplemente padecen desnutrición, o sus familias se hallan desarticuladas por la pobreza. Todos esos factores impiden que logren completar la escuela. La desigualdad hace que aunque la escuela luche, tropiece con esas desigualdades de origen.

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La desigualdad atenta también contra la gobernabilidad democrática en las sociedades, hace perder credibilidad en el funcionamiento del sistema democrático.

Un grupo de economistas conducidos por una prominente especialista americana Nancy Birsdall (1997) hizo una proyección econométrica para medir los impactos del crecimiento de la desigualdad en la región.

A comienzos de los sesenta América Latina era desigual, pero después de las dictaduras militares y lo que sucedió posteriormente en términos de políticas económicas, se hizo muchísimo más desigual. Calcularon cuáles serían los niveles de pobreza si la desigualdad hubiera quedado en las cifras previas a estos períodos de dictaduras militares y de políticas ortodoxas. Su estimación es que, la pobreza sería la mitad de lo que es.

El crecimiento de la desigualdad duplicó la pobreza. Argentina es un caso modelo de eso. Un país con...

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