Más desigualdad, más corrupción

AutorBernardo Kliksberg
Páginas72-75

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Según cálculos recientes del Banco Mundial, se gasta anualmente en corrupción en el planeta el 5% del Producto Bruto Mundial. Hay estimaciones que indican que la cifra latinoamericana es probablemente superior. Son recursos gigantescos extraídos de los países a través de prácticas que violan la ética y las leyes. Además del daño económico directo, causan todo orden de daños económicos indirectos y más allá de todo ello, gravísimos daños morales. Un reciente estudio de dos investigadores de Harvard, You Jong-Sung y Sanjeev Khagram (enero 2004),

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echa por tierra muchas ideas convencionales sobre las causas de la corrupción y abre nuevos caminos para combatirla. Sobre la base de estudios econométricos en más de 100 países, los investigadores concluyen que hay una estrecha correlación entre desigualdad y corrupción. Cuanto más altos son los niveles de iniquidad mayor es la corrupción esperable. Establecen que se verifica una hipótesis generalizada en la literatura sobre corrupción que plantea que ésta es función de la motivación y la oportunidad. En las sociedades altamente polarizadas, los grupos de mayor poder cuentan con más oportunidades e incentivos para prácticas corruptas y mayores posibilidades de impunidad. Su acceso a la compra de influencias legales e ilegales es muy importante. En cambio, los grupos pobres y los medios alcanzan en esas sociedades limitados niveles de articulación política, dificultades de organización y son débiles para monitorear a los poderosos y defenderse de esas prácticas. La corrupción, a su vez, es uno de los canales principales multiplicadores de desigualdad. Afecta regresivamente la composición del gasto público, los niveles de inversión, el crecimiento económico y el funcionamiento democrático. Gupta (1998) estima que un incremento de un punto en el índice de corrupción hace aumentar el Coeficiente Gini, que mide la desigualdad en la distribución del ingreso en 5,4 puntos.

Se genera un círculo perverso. Cuanto más desigualdad, más corrupción. A su vez, esta última es una de las vías por las que la desigualdad traba el crecimiento y se reproduce, generando entonces ambientes propicios a la corrupción. Se refuerzan mutuamente. Se concluye que para actuar contra la corrupción estructuralmente se impone abordar a fondo el tema de la desigualdad -en lugar de verlos como dos cuestiones no conectadas- y marginarlo como sucede en el pensamiento económico convencional predominante en América...

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