Violencia de género: Acciones y reacciones

AutorMiguel Lorente Acosta
Cargo del AutorMédico Forense Profesor de Medicina Legal. Universidad de Granada. Delegado del Gobierno para la Violencia de Género
Páginas37-55

Page 37

I Violencia y adaptación ante las nuevas circunstancias sociales

Diez años después del asesinato de Ana Orantes y de la reacción de la sociedad ante la violencia sobre las mujeres, el análisis y el estudio de algún modo deben contemplar la perspectiva que da el presente para tomar decisiones de cara al futuro. No basta con insistir y profundizar en los elementos que la caracterizan, también es necesario contemplar cómo los cambios ocurridos han afectado a este tipo de conductas, y cómo los argumentos que utilizan quienes deciden llevarlas a cabo o quienes luego las justifican cuando ya se han producido se han visto alterados, y en qué sentido lo han hecho para que la situación actual sea la que se presenta y no otra. Es de esa evolución y de las acciones y reacciones que la acompañan de la que tenemos mucho que aprender, quizá no tanto para aumentar el conocimiento sobre la violencia de género, que también, pero sí para prevenir manifestaciones futuras revestidas de nuevas circunstancias que, en definitiva, hagan perdurar la violencia contra las mujeres yPage 38con ella toda su cohorte de argumentos para apuntalar los valores de la desigualdad de la que nace.

Siempre ha ocurrido así, y entre la invisibilidad por ocultación y la visibilidad desplazada a los arrabales de la sociedad, bien por ser consideradas como conductas patológicas o por pensar que se deben a factores marginales, la violencia ha estado presente debido a que el rechazo y la crítica sólo se ha centrado sobre las manifestaciones más intensas y graves en el resultado. De este modo el espacio creado entre la realidad y lo visible ha dado el margen suficiente para que los hombres violentos y las referencias de una cultura, que más que rechazar la violencia la ha integrado como parte de la cotidianeidad, hayan po- dido adaptarse a las nuevas circunstancias sociales que los tiempos han traído. Esa ha sido la clave de quienes han utilizado el entorno para pasar desapercibidos: “cambiar para seguir igual”, revestirse de modernidad para proteger la esencia de los valores que establecían la desigualdad entre hombres y mujeres como un orden que aportaba estabilidad y tranquilidad a las relaciones establecidas sobre estos criterios de desigualdad.

El análisis forense y los estudios científicos no pueden limitarse a una descripción del resultado de las conductas violentas, especialmente si estas se caracterizan por la habitualidad, ni a una valoración de las circunstancias en que se producen, esa actitud sólo permitiría abordar las circunstancias cuando la violencia ya está instaurada y sólo se diferencia en la forma de materializarse en cada caso. El análisis crítico debe ir dirigido también al conocimiento de los factores que hacen que la realidad se manifieste de la forma en que lo hace, y de las referencias que permiten que el significado de los acontecimientos sea integrado dentro de las posibles conductas que se pueden presentar ante los conflictos que aparecen en las relaciones de pareja, y por lo tanto, de alguna manera normalizándolo, no rechazándolo de forma rotunda como ocurre ante otros tipos de violencia. Desde esta perspectiva global se podrá alcanzar el verdadero significado de los hechos que se presentan en la práctica, y dirigir las medidas y las decisiones adoptadas teniendo en cuenta el contexto que da lugar a las conductas valoradas y que luego, de alguna manera, trata de integrarlas, sin que ello signifique que no se produzca simultáneamente un rechazo de algunas de estas manifestaciones, especialmente las que cobran cierta trascendencia por su intensidad, pero sin que se cuestione lo suficiente los factores que dan lugar a ellas, que quedan fuera de la crítica si no se contempla la perspectiva global de los hechos.

La situación actual aparece clara y muestra cómo la violencia de género sigue formando parte de la realidad debido a que las referencias culturales la presentan como parte de una normalidad ante los factores precipitantes que pueden actuar para que un hombre se comporte de forma violenta contra la mujer y, en consecuencia, es justificada alrededor de elementos que reducen la violencia de género a las agresiones puntuales y las presentan como una especie de interferencia externa que empieza con el primer golpe y finaliza con el último, sin más significado que el conflicto en el que ha surgido. De esta mane-Page 39ra, se niega la violencia como comportamiento dirigido a controlar y dominar a la mujer, se invisibiliza sobre lo puntual y termina por negarse, hasta el punto de perder el significado y el componente cultural existente en su origen. Desde esta posición cualquier conducta violenta que surge en el mismo escenario es equiparada en cuanto a consecuencias y significado, hablándose, por ejemplo, de “violencia entre cónyuges” o de “agresiones mutuas”.

Si embargo, durante los últimos años, especialmente tras la promulgación de la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, se ha producido una especie de posicionamiento crítico frente a su significado y ante el avance hacia la igualdad, que partiendo de una interpretación de los cambios sociales como un ataque o cuestionamiento al orden social y cultural establecido, muestra una actitud crítica frente a esta trasformación, a la que llega a responsabilizar de la propia violencia contra las mujeres. Esta situación ha dado lugar a un distanciamiento de las posiciones unánimes contra la violencia y busca una reinterpretación del significado de estos comportamientos violentos para alejarlo de las raíces culturales y presentarlos como derivados de un conflicto entre el hombre y la mujer.

Ya hemos comentado antes cómo se intenta equiparar la conducta de los hombres y de las mujeres al hablar de “violencia entre cónyuges”, pero además el objetivo de esta nueva posición es triple, en primer lugar, demostrar que “no todos los hombres son iguales” y que otro tipo de relaciones son posibles, presentando a los hombres como una figura responsable de las funciones domésticas, en segundo término actuar como amortiguador de la violencia objetiva existente, en el sentido de justificar y tratar de explicar parte de lo ocurrido sobre factores puntuales de manera que la violencia sea invisibilizada sobre las agresiones y estas negadas o vaciadas de significado alrededor de determinados elementos, como por ejemplo se hace en la actualidad cuando se recurre a parte del contenido de los mitos para insistir en factores como el alcohol, drogas, pérdida de control o arrebato, inmigración,… o para negar la realidad y hablar de denuncias falsas, exageraciones y otras manipulaciones. Y el tercer elemento que aparece como parte del contexto actual con relación a la violencia es la responsabilización y culpabilización de lo ocurrido a las mujeres, para lo cual se trata de presentar las agresiones como parte de un conflicto provocado por ellas, e incluso llegan a igualar las manifestaciones violentas que se producen en un determinado escenario al hablar de “violencia doméstica”, o de que las mujeres también agraden de manera habitual por medio de la violencia psíquica.

Las referencias son las de siempre y sólo ha cambiado la decoración sobre el proscenio, y al igual que ha ocurrido a lo largo de la historia, violencia y desigualdad aparecen como dos elementos de una misma realidad en la que sus posiciones son intercambiadas según las circunstancias, por lo que no se puede afirmar, como tantas veces se ha hecho, que la violencia sea tan sólo una manifestación de la desigualdad. La violencia aparece como un elemento activo para mantener y perpetuar la desigualdad en una relación bidireccional y de retroalimentación, de tal forma que la desigualdad genera violencia y la violen-Page 40cia produce y mantiene la desigualdad. Dos elementos que se necesitan mutuamente y que actúan como pilares del orden establecido por medio del inter- cambio de pautas e iniciativas en una transferencia continua de información a través de la modificación de las referencias que la cultura que las envuelve traslada de un lado para otro, dependiendo del contexto.

II Cultura, género y violencia

En su clásico trabajo, publicado en 1964, Walters y Parke establecieron que la violencia está determinada culturalmente, y lo está en la forma de presentarse, en la graduación del resultado y en la construcción de la propia conducta violenta, algo que se aprecia fundamentalmente en las circunstancias en que los roles de los protagonistas presentan una relación desigual y jerarquizada en la que uno de ellos actúa como guardián del orden establecido sobre los criterios generales. Estos factores permiten legitimarse en el uso de la violencia sobre la justificación de actuar en nombre de un bien superior, que sin negar el daño causado permite integrarlo en un contexto más beneficioso y favorable para todas las personas envueltas en ese contexto, incluyendo a las propias víctimas. Esta situación es característica de los ambientes en que el orden aparece como un factor básico de la convivencia, ocurre en el ámbito social, especial- mente sobre los grupos discriminados y alejados de ese teórico orden social, pero donde más se produce y con unas características más homogéneas es en el ámbito de la escuela y del hogar, en los que la violencia no sólo se ha permitido sino que ha actuado como un instrumento básico de educación para incorporar los valores...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR